Música de Giuseppe Verdi (1813-1901) Ópera en tres actos. Libreto de Francesco Maria Piave, basado en la novela y obra de teatro La Dame aux camélias (1848 y 1852), de Alejandro Dumas hijo. Termas de Caracalla. 9 de agosto, 2023.
Reparto
Violetta Valéry Francesca Dotto
Flora Bervoix Ekaterine
Buachidze
Annina Mariam
Suleiman
Alfredo Germont Giovanni Sala
Giorgio Germont Marco Caria
Gastone Nicola
Straniero
Barone Douphol Arturo
Espinosa
Marchese d'Obigny Mattia Rossi
Dottor Grenvil Viktor
Schevchenko
Giuseppe Michael
Alfonsi
Un domestico Daniele
Massimi
Commissionario Fabio
Tinalli
Director Paolo
Arrivabeni
Regia Lorenzo
Mariani
Scene Alessandro
Camera
Vestuario Silvia
Aymonino
Iluminación Christian
Rivero
Video Fabio
Massimo Iaquone, Luca Attilii
Maestro del Coro Ciro Visco
Orquesta y Coro del Teatro dell'Opera di Roma
Como en otras ocasiones, es un privilegio y un placer, durante el
verano, acudir al Circo Massimo, como hace dos temporadas estivales o, ahora, a
los famosos baños del Imperio para escuchar música, en este caso, una versión
de La Traviata de Giuseppe Verdi.
Las Termas de Caracalla, o termas Antoninas, fueron las segundas construcciones
ad hoc más grandes de la ciudad de Roma. El complejo hidráulico fue construido
entre los años 212 y 217, durante el reinado de los emperadores Septimio Severo
y Caracalla. El desafío, como es habitual, es poder devolver el sonido con
precisión y una cierta plenitud para no obstaculizar el talento y los deseos de
un compositor, que sabía muy bien cómo debía sonar su música y comprenderse la
partitura y el libreto.
Estrenada el 6 de marzo de 1853 en el teatro La Fenice de Venecia,
forma junto con Rigoletto y El trovador, la trilogía popular operística que
compuso Verdi a mediados de su carrera.
Titulada en principio Violetta —nombre del personaje principal—, al parecer está basada en la vida de una cortesana parisiense, Alphonsine du Plessis. Piave y Verdi querían respetar a Dumas dándole a la ópera una ambientación contemporánea, pero las autoridades de La Fenice insistieron en que se ambientara en el pasado, «hacia 1700». No fue hasta la década de 1880 que se respetaron los deseos originales del compositor y del libretista y se representaron producciones «realistas».
En esta ocasión en las Termas, se realiza una versión que tampoco respeta los pliegues psicológicos del personaje de Violeta, la demi-mondaine (“descarriada”, “traviata”), convertida aquí en una actriz mediática perseguida por los paparazzi, con enorme movimiento escénico, Vespa incluida, en el revivido estilo de La dolce vita o, en el mejor de las comparaciones, con un lejano eco a la ambientación y vestuario de Vacaciones en Roma, la mítica película de Hepburn y Peck, dirigida por William Wyler.
La puesta de Lorenzo Mariani,
en efecto, cambia el sentido de la ópera, “actualizándola” y haciendo como se
suele en estos años, que lo que pasa en el escenario, la presentación de la
trama, sea más destacado que las voces, el canto, la voz o las circunstancias
del libreto original. Puede divertir a los turistas o a los novatos, pero los
melómanos, que han visto docenas de veces esta ópera, una de la trilogía
verdiana más famosa como se mencionaba antes, conocen y esperan recibir de una
manera más acorde con lo que pensó e imaginó el maestro de Busseto.
Se recuerdan puestas comentadas y en el recuerdo de muchos- entre otras, muchísimas- la de Cecilio Madanes en los sesenta en el Teatro Colón de Buenos Aires o la que dirigió Luchino Visconti junto a otras obras destacadas vertidas a lenguaje cinematográfico.
Aquí no tiene un rol agraciado el barítono, defendido por Marco Caria, que representa los
intereses de la familia, institución enfermiza en ocasiones y también los de la
horda primigenia ahora organizada en una sociedad bienpensante como la de mitad
del siglo XIX. Sin embargo, interpretó con solvencia- su cuerda siempre es muy
agradecida además- los pasajes más conocidos de su encuentro con la
protagonista en su casa de campo, a solas y la reconvención a Alfredo, en la
fiesta de Flora, posterior a la discusión entre los amantes por ejemplo.
Como mujer emancipada y sola, Violetta queda así, en tierra de nadie, no en “el desierto de París”, sino, más grave aún, sin el respaldo que la tribu otorga a sus miembros diligentes y sumisos. Esta heroína encarna de maravilla, esos sentimientos de indefensión y de humillación grupal, pero consigue de verdad la redención, no con el compromiso de abandonar a Alfredo, por las razones morales y familiares que esgrime su padre, sino porque, sobre cualquier otro tipo de violencia y condicionamiento social, seguirá siendo “Sempre libera”.
Francesca Dotto compone bien una Violetta
con estas características enunciadas, buena técnica e instrumento, pese a las dificultades de un escenario
complicado, vestidos ajustados, escaleras y alfombras peligrosas para todos, acompañada de un tenor, Giovanni Sala que la noche de la recensión es posible que padeciera
algún resfriado, de hecho, el fresco ambiente con una brisa acentuada por
momentos, seguramente perjudicó unos agudos que temporalmente no resolvió en su
totalidad con facilidad.
La Annina de Mariam Suleiman
convence, así como el Gastone de
Nicola Straniero, o el Barone
Douphol en la voz y actuación de Arturo
Espinosa, adecuados acompañantes del trío central, también el rol del Marchese d'Obigny de Mattia Rossi, el Dottor Grenvil de Viktor Schevchenko, el Giuseppe de Michael Alfonsi, un doméstico, con Daniele
Massimi y el Commissionario de Fabio Tinalli.
El Director Paolo Arrivabeni
conoce bien una partitura que desarrolla hasta donde los límites de lo ya
comentado sobre la amplificación (las Termas no fueron pensadas como un Epidauro
griego, como teatro, tenían otra función y el sonido se resiente a veces), con
la Orquesta y el Coro del Teatro
dell'Opera di Roma, que podrían haberse lucido más si la regia no hubiera
ocupado tanto espacio escénico, auditivo y emocional. Lo mismo podría decirse
del rendimiento y prestación del Coro, a cargo del maestro Ciro Visco.
De hecho, Italia cuenta,
de norte a sur, con muchos teatros al aire libre donde se escucha bien, pero
haciendo de la necesidad virtud, Roma ofrece al caminante y al residente un
lugar fascinante y ciclópeo, imponente, que ya de por sí debería bastar e
iluminar a lo grande, como parte de un escenario operístico, concebido dentro
del encuadre general de la puesta.
Lasta but not least, hay que mencionar también las Scene de Alessandro Camera, el vestuario de Silvia Aymonino, la iluminación de Christian Rivero, el Video de Fabio Massimo Iaquone y Luca Attilii. No hubo programa de mano.
Sea como fuere, hubo lleno total en las Termas, se aplaudió y se
gozó de una velada diferente y excepcional. Porque se trata de una música
conocida, divina, recordada, canturreada, que se viste y reviste en cada
ocasión y reluce como el oro viejo, para hacernos sentir que el compositor
italiano probablemente más conocido y universal está siempre a nuestro lado,
con su particular elección de los temas, su música angélica y su peculiar comprensión
del mundo y sus criaturas. Verdi estuvo pese a todo allí, esa noche, vitoreado
y reconocido, con su presencia de demiurgo secular y su inefable Violetta.
Alicia Perris
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