Tenorio. Ópera de cámara. Música y libreto de Tomás Marco (1942), basado en Don Juan Tenorio de José Zorrilla y otras referencias literarias españolas y extranjeras. Teatro Real, 17 de mayo de 2024.
Presentada por primera vez en versión concierto en el Festival de Verano del Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial en 2017. Estreno absoluto en versión escénica en una nueva producción del Teatro Real
Equipo artístico
Dirección musical: Santiago Serrate
Dirección de escena: Àlex Serrano, Pau Palacios (Agrupación
Señor Serrano)
Escenografía e iluminación: Cube.bz
Dirección de arte: Jacobo Cayetano (Zuloark)
Vestuario: Atena Pou Clavell, Joan Ros Garrofé
Asesoría dramatúrgica: Clara Serra
Vídeo: Xavier Gibert
Dirección del coro: José Luis Basso
Reparto
Tenorio: Joan Martín-Royo
Don Luis: Juan Franciso Gatell
Doña Inés: Adriana González
La Narración: Juan Antonio Sanabria
Doña Ana: Lucía Caihuela
Lucía: Sandra Ferrández
Orquesta Titular del Teatro Real y Coro formado por
cantantes del programa Crescendo del Teatro Real. Madrigal formado por
Alejandro von Buren, Gonzalo Ruiz Domínguez, Enrique Torres, Inés Lorans,
Miriam Silva, Aida Gimeno, Pablo Puértolas, Eduardo Pomares, Manuel de Filera,
Ana Molina García, Paola Leguizamón y Yeraldin León.
Después de su estreno en concierto en Teatro Auditorio San Lorenzo de El Escorial en 2017, la partitura Tenorio de Tomás Marco se estrena en versión escénica en el Teatro Real. Basado en el Don Juan Tenorio de José Zorrilla y con adiciones de Tirso de Molina, Molière, Lord Byron, Lorenzo da Ponte, Goldoni, Zamora, Sor Juan Inés de la Cruz y otros. En una relectura de las letras clásicas que sigue la estela trazada por obras como Segismundo (2003) o El caballero de la triste figura (2004), entre otras.
Escrita entre 2008 y 2009 por encargo del Estío Musical Burgalés de 2010 –donde no pudo ser estrenada–, esta partitura vio la luz en versión de concierto en San Lorenzo de El Escorial en 2017. La obra fue dedicada a Alfredo García, que la estrenó y grabó en disco y a quien se ha echado mucho de menos esta vez en el Real.
Expone y actualiza el mito a través de
su protagonista y las figuras de doña Inés, doña Ana y Lucía, cuyo canto trata
de obtener una expresividad nueva pero comprometida con la inteligibilidad del
texto. Un pequeño coro o cuarteto de madrigalistas asume diversos personajes
ocasionales y comenta la acción, conformando junto con el grupo de cámara el
continuo vocal-instrumental sustentador de la obra.
Del consagrado personaje de la tradición histórico-literaria
hispana ( ya que no es verdaderamente un
“mito” ) Dijo Gregorio Marañón, en su revisión del anterior estudio
sobre Don Juan, 1987:
“Don Juan era el símbolo del conquistador de mujeres. A
mi entender, un símbolo falso, como otros muchos símbolos. Pero sea falso o
verdadero, ha representado una realidad: todo un juego teatral. Aventurero y
romántico, suponía la seducción de la mujer".
Don Giovanni, una de las óperas más “serias” de Mozart, la
que más y del repertorio general de la lírica, por su profundidad de
caracteres, por las situaciones, por el desenlace, brutal pero adecuado a las
fechorías del Burlador de Sevilla, encaja muy bien con los tiempos que nos toca
vivir y sobrellevar: violentos, sombríos, descorazonadores, misóginos y de
maltrato generalizado socialmente.
Personajes oscuros, sinuosos, ambiguos y multifacéticos,
cada uno desvela muchos mundos a partir de un hilo de Ariadna que siempre
tiende a volver al punto de partida: la psicopatía, la falta de respeto a los
derechos y a la sensibilidad del otro.
Aparte de Mozart, Chopin (“Variaciones para piano solo en Si
bemol mayor a partir del duo Zerlina-Don Juan, “Là ci darem la mano”),
Beethoven, Liszt (“Réminiscences de Don Juan”), Schumman, Paganini, y en el
siglo XX Nino Rota, bucearon en las profundidades de una figura que se encuadra
en el territorio cristiano, con los valores de culpa, pecado, redención o
castigo. Sin embargo, no hay Eros en Don Juan ni sensualidad, sino arrebato y
mucho Tánatos e invasión de la geografía de la mujer, que una vez seducida pasa
a formar parte de un catálogo interminable, donde con las anteriores, relucen
como trofeos.
Don Juan Tenorio es una especie de Barba Azul a gran escala,
que si no mata física o moral y socialmente él a las mujeres, también, lo hace por poderes y les arrebata no
solo el elemento de cambio de aquellos siglos en Occidente y Oriente- su
condición de permanecer intactas para el marido, asegurando la continuidad del
reino del padre y el linaje- y aún todavía en civilizaciones ultraortodoxas,
puritanas y patriarcales, sino también la libertad, la alegría y la esperanza.
“También llamado burlador o libertino, se trata de un
seductor imprudente y osado hasta la temeridad que no respeta ninguna ley
divina o humana. La tradición posterior lo relaciona con la figura de Miguel
de Mañara, de la Sevilla del siglo XVII, o con la figura madrileña del
siglo XVI de Jacobo de Grattis (1517-1619), más conocido como «Caballero de
Gracia».” Hasta el legendario Errol Flynn compuso uno en su época de malandrín,
identificándose sin dudas con el burlador de Sevilla.
Con los precedentes de El infamador de Juan de la Cueva
(1581) y de El Hércules de Ocaña de Luis Vélez de Guevara, el primer
ejemplo del personaje lo creó, según algunos, Tirso de Molina, en su
obra El burlador de Sevilla y convidado de piedra de 1630”
Américo Castro, José Ortega y Gasset, entre otros
pensadores españoles, dedicaron páginas a desentrañar este personaje inasible
pero seguramente fue Gregorio Marañón, emparentado con el actual
responsable del Teatro Real, el polifacético liberal, aquel “trapero del
tiempo”, que dio más pistas anteriores al psicoanálisis, como en su día había
hecho en biografías sobre Tiberio, el emperador, o El Conde Duque de Olivares,
entre otras.
En una línea freudiana, fundamental sería festonear la
relación del propio Mozart con su padre, hombre totémico, exigente, aprovechado
y castrador, que podría haber prefigurado, sin problemas, la escultura
psicológica pétrea y sin afectos del Comendador.
Retomando a Tenorio, es inevitable recordar también al
italiano Giacomo Casanova, más real y filiado que su eterno competidor
español, inmortalizado por su Autobiografía, Fellini y sus correrías por medio
mundo. Casanova tiene otro tipo de interés por su dama y a menudo, algunos
autores hilvanan la idea de que tal vez, solo tal vez, hubiera estado
interesado por el goce y la satisfacción de la mujer aparte de por el
únicamente suyo propio.
En todo caso, el Casanova veneciano, diplomático y viajero aparece como menos sombrío, más lúdico y más solar, incluso más festivo y culto que su homólogo español, desdibujado en una personalidad probablemente falto de los modelos claros y potentes de padre y madre y cercano a la homosexualidad, como tan claramente subrayó Gregorio Marañón: todo un crápula. ¡Pero qué fácil es caer rendidos a sus pies y a su relato!
Antes de centrarnos en la versión actual escénica del Tenorio
de Tomás Marco que ofrece ahora el Teatro Real, un apunte sobre una
película que recreó paradigmáticamente el Don Giovanni mozartiano, con grandes
actores y enormes voces, al mando del director norteamericano afincado en
Londres, ya olvidado pero muy talentoso, inspirador de excelente cine, Joseph
Losey.
Su Don Giovanni es de 1979 y cuenta con una duración de 169
min. Filmada en Italia en escenarios naturales, con un reparto vocal
extraordinario como Ruggero Raimondi (que vive en España), Edda Moser, Kiri Te
Kanawa, José Van Dam, Kenneth Riegel, nuestra admirada Teresa Berganza y John
Macurdy.
En esta relectura, Alex Serrano y Pau Palacios de
la Agrupación Señor Serrrano, fueron los responsables de la puesta en
escena, tal vez demasiado recargada y ostentosa para un despliegue concebido
como ópera de cámara. Imaginativa, cinematográfica y con muchas distracciones,
que tal vez eran innecesarias aquí, acostumbrados a escuchas anteriores de este
Tenorio muy minimalistas, en versión de concierto, extremadamente calibradas, donde
la voz era la estrella. Exceso de imágenes hipertrofiadas. Tal vez se trate de horror
vacui. Se contó con la colaboración ad hoc de Cristina Cubells
y el apoyo de Clara Serra.
El barítono Joan Martín- Royo encarna al seductor y
amoral personaje principal de una forma eficaz y segura. Fue un hallazgo el instrumento y actuación de
la soprano guatemalteca Adriana González, como doña Inés. La voz y la
teatralidad del Don Luis del tenor argentino Juan Francisco Gatell son elegantes
y bien servidos, posee una bella línea de canto y ejerció su rol de una
manera pulcra. También compactados y en serena conjunción con el resto
de las voces Lucía Caihuela (Doña Ana), un rol zigzagueante y Sandra
Ferrández como Lucía.
La Orquesta Titular del Real fue dirigida como en
anteriores presentaciones de esta composición por Santiago Serrate, que
la orientó con la solvencia de quien viene haciéndola desde hace tiempo.
Participó además un grupo vocal formado por cantantes del programa Crescendo
de la Fundación Amigos del Teatro Real.
Hubo aplausos y reconocimiento para la partitura de un
compositor, Tomás Marco, que sigue cosechando éxitos, diversos oficios anejos a
la música como gestor, creador, responsable, conferenciante en instituciones de
peso y alcance en la sociedad cultura española actual.
Alicia Perris
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