21 de junio de 2013
“La Música.
Y comprendí que la música es un viaje del
espíritu a través de mares de sonidos, a bordo de navíos de silencio, un viaje sin fin… Y que por la
música alcanzamos una forma peculiar de conocimiento intuitivo que va
directamente al corazón de las cosas”.
Teresa
Berganza
Un castizo diría, con las manos en jarras: “¡qué
noche más toledana!”. Lo cierto es que fue una velada emocionante donde no
faltó nada: abucheos al Ministro de Educación Wert, a quien le gritaron desde
todas las localidades del Real (más desde las altas): “¡Pública!” (escuela
pública), “dimisión”, “estáis matando la cultura!” (como protesta por la subida
del IVA para espectáculos culturales del 8 al 21%)y otros requiebros y ovación durante el final del concierto para
Teresa Berganza, la mezzosoprano madrileña que cumplió 80 años. Una
indesmayable trayectoria donde brilló en roles como los que defendió en Bizet
(su recordada Carmen), Rossini, Mozart o la zarzuela.
Aprovechando la
circunstancia de la celebración del Día de la Música, una importante selección
de artistas de varios países y nacionales,
estuvo presente en el homenaje a Berganza, entre los que se encontraban
Carlos Álvarez, Sofía Solovly, Ekaterina Siurina, Auxiliadora Toledano, María
Bayo, Serena Malfi, Renato Girolami, José Bros, David Alegret, Raúl Jiménez,
José Carlo Marino o José van Dam, entre otros. La dirección de la primera parte
del concierto fue responsabilidad del director Alejo Pérez y de la segunda, se
hizo cargo Sylvain Cambreling. La Orquesta Titular del Teatro Real y el Coro,
siempre perfecto, acompañaron bien y estuvieron a la altura.
Obras de Gioachino
Rossini, Francisco Alonso, Gerónimo Giménez, Amadeo Vives, Pablo Sorozábal y
Wolfang Amadeus Mozart, tejieron una velada que si no fue absolutamente excelsa
en la performance del canto, sí puede considerarse un éxito por el esfuerzo de
organización y ejecución que necesitó desplegarse para plasmarla.
El actor, director y
académico de la RAE José Luis Gómez, a
quien en la presentación del acto le tocó lidiar con las protestas, consideró a
la Berganza una “primus inter pares”, mientras que la cantante, en su agradecimiento
al final de la noche, expresó a la Reina que “vuestra presencia ensalza este
encuentro” y que “éste es el día más feliz de mi vida”.
Con posterioridad al
homenaje en el Real, Berganza recibiría la Gran Cruz de Alfonso el Sabio, concedida
a través de un Real Decreto, “en reconocimiento a su trayectoria internacional,
mantenida y aclamada en una carrera superior a medio siglo de actividad
profesional que la emplaza, por sus atributos extraordinarios, entre los
primeros cantantes del siglo XX”.
Teresa Berganza
representó y todavía representa una forma diferente de cantar y de presentarse
ante la partitura, la escena y el público, una alternativa de valentía y
libertad, que huye de corsés y condicionamientos como los que a menudo padece
en nuestros tiempos el mundo de la lírica.
Fue una noche de
contrastes, de emociones encontradas, que es seguro, no dejaron a nadie
indiferente. Frente al público habitual, uno ocasional curioso y atento,
ministros, representantes de la cultura en un amplio espectro, Jeannine Bouché,
la dedicada fonetista que tanto acompaña las versiones de la lírica en francés,
comentaristas “a la violeta”, escritores de siempre y acompañantes de un día y
entre los cantantes, un José van Dam delicioso que retorna al Real más lleno de
savia y de experiencia que nunca, contentísimo y encantado de formar parte de
esta noche tan especial, José Bros como siempre fenomenal y Carlos Álvarez a quien se le echaba de menos
en el teatro capitalino desde hacía tiempo.
Monsieur Mortier, el
director musical, estuvo toda la soirée en estado de máxima alerta, siguiendo
con las manos juntas, casi en oración, la actuación de unos y otras, hasta que
el aplauso final para Berganza le permitió relajarse y abandonar el patio de butacas en un suspiro.
Fuera, en la Plaza de
Oriente, bailarines de capoeira, paseantes con tiempo libre, la Banda Municipal
de Fuentidueña del Tajo que tocaba canciones de Los Beatles, turistas
orientales y un público escueto que se
organizaba con educación para esperar la salida de la Reina. Desde luego, una
experiencia nada convencional. Para que luego digan que en Madrid “nunca pasa
nada”.
Alicia
Perris
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