Festival de Verano.
Teatro Auditorio San Lorenzo de El Escorial. La Traviata. Música de Giuseppe
Verdi con libreto de Francesco María Piave, basado en La dama de las camelias,
de Alexandre Dumas hijo. Intérpretes: Violetta Valéry: Désirée Rancatore.
Alfredo Germont: José Bros. Giorgio Germont: Angel Ódena. Flora Bervois: Pilar
Vázquez. Annina: María Ubieta. Doctor Grenvil: Miguel Angel Zapater y elenco. Directora
de escena: Susana Gómez. Director del Coro: Pietro Rizzo. Orquesta y Coro de la
Comunidad de Madrid. Viernes 26 de julio, 2013.
Podría haber sido más
brillante, claro, esta versión de Traviata estival, que reunió un buen cast de
cantantes y músicos, en el Festival de Verano. Siempre se pueden hacer mejor
las cosas, pero fue una representación digna, muy aplaudida y disfrutada por un
público que llenó completamente el aforo del teatro escurialense.
Es posible que esta
ópera, basada en la novela de Dumas hijo de 1852, de Verdi, con libreto de Piave,
sea una de las más conocidas y más representadas del compositor. Sin embargo,
no tuvo éxito en el estreno en La Fenice en Venecia en 1853, defendida de forma
irregular por la soprano Fanny Salvini-Donatelli cuyas características físicas y
de edad parecían no adaptarse demasiado
al papel.
Se volvió a
representar en Venecia después de algunos retoques y fue bien, hasta que el 25
de octubre de 1855 debutó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Antes de
1860 había debutado en Londres y en Nueva York.
Hay mucho de las
propias frustraciones del maestro de Busseto en Traviata, si tenemos en cuenta
la imagen que se tenía en su época de la moralidad que debía mantener a toda
costa la mujer. Su segunda esposa, Giuseppina Streponi, tuvo hijos fuera del
matrimonio y había sido cantante de ópera, con lo cual, lejos quedaba de la
figura etérea y virginal que un hombre tradicional de su tiempo, un vero
contadino como Verdi, deseaba como señora de su casa.
Hay quien comenta además
que la novela de Dumas representa un pasaje doloroso de la propia historia
personal del escritor y en todo caso, la segunda mitad del siglo XIX (en
realidad todo el siglo, después del trauma del Terror y los episodios de la
Revolución de 1789) redefinía en Francia sobre todo, el amor desmedido a la
vida y al goce, fueran las que fueran las circunstancias y costara lo que
costara.
Quedan muy lejos estas
vivencias francesas de una adaptación de La dama de las camelias a los años
cuarenta de la España franquista. Por
favor, nada más lejos del disfrute, la sangre que corrió a raudales y el horror
fratricida que impregnaban todavía todas las regiones de la piel de toro. Pero
siempre barriendo para casa, cueste lo que cueste, ¡ay!
Muy de moda están hoy
en día estos cambios copernicanos en los vestuarios y las escenografías que
alejan muchísimo (no hay más límites que la imaginación de los directores de
escena) las obras originales de sus puestas al día actuales.
En el caso de La
Traviata de El Escorial, su responsable escénica, Susana Gómez escribe: “Se
trata de un periodo de hambre y miseria en el que, paradójicamente, se forjan
algunas de las grandes fortunas de la dictadura”. No hace falta que nos lo
recuerde: los hijos y los nietos de estos vencedores de la contienda nos siguen
gobernando hasta hoy, desde el mundo de las finanzas, los corrillos de
relaciones y amistades o desde los mismos gobiernos.
Afortunadamente, la
bellísima partitura de Verdi puede hasta con una regia claustrofóbica y
extemporánea, con un vestuario plano, por momentos casi vulgar. Ahí están como
prueba los dulces pasajes de “Un di felice, etérea…” o “Ah, fors´è lui…”, sin
olvidar el “Sempre libera” incandescente de Violetta, un verdadero himno a la
independencia femenina aún en tiempos patriarcales como aquellos (¿como éstos?).
“De miei bollenti spiriti…”, “Pura siccome un angelo…” de Germont padre o la
contestación de la prima donna: “Dite alla giovine…”. Y cómo no, los inefables
“Di Provenza il mar…” que recuerda el padre y el inigualable “Amami Alfredo” de
la cortesana. Traviata es un homenaje al canto y a la música. Y a la vida. No
tiene desperdicio.
Estuvo bien la
dirección de orquesta y el coro, enérgicos y entregados. La Violetta de Désirée
Rancatore, que tanto deseaba, según me confesó personalmente hacer esta ópera,
tuvo un punto de hidalguía y dedicación emocionante, aunque todavía puede
afianzar más su ejecución vocal y su actuación teatral (se trata de un rol
complicado, que no tiene límites de desarrollo, siempre se puede seguir
ahondando). Muy seguro y solvente como suele (tiene una hermosa voz, abundante
y cálida) José Bros en un Alfredo tierno y dispuesto, amantísimo. Una sorpresa
muy agradable el Giorgio Germont de Ángel
Ódena. Tiene un chorro de voz que enamora y compone su personaje como
es: la representación del decoro y la ley al uso para seguridad y ejercicio de
las “gentes decentes”.
Muy ajustados María
Ubieta en Annina, Pilar Vázquez como Flora y el resto de los secundarios que
aportaron su apoyo a los cantantes principales. Todos fueron muy reconocidos y
aplaudidos. Hoy domingo, la segunda representación de Traviata y la última. Una lástima. A nadie le hubiera
importado seguir viéndola algunas funciones más y acompañar, muy sottovoce a
todo el elenco: “Libiamo ne´lieti calici”…
Alicia Perris