domingo, 28 de julio de 2013

BRINDIS POR LA TRAVIATA EN EL AUDITORIO DE EL ESCORIAL


Festival de Verano. Teatro Auditorio San Lorenzo de El Escorial. La Traviata. Música de Giuseppe Verdi con libreto de Francesco María Piave, basado en La dama de las camelias, de Alexandre Dumas hijo. Intérpretes: Violetta Valéry: Désirée Rancatore. Alfredo Germont: José Bros. Giorgio Germont: Angel Ódena. Flora Bervois: Pilar Vázquez. Annina: María Ubieta. Doctor Grenvil: Miguel Angel Zapater y elenco. Directora de escena: Susana Gómez. Director del Coro: Pietro Rizzo. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Viernes 26 de julio, 2013.
Podría haber sido más brillante, claro, esta versión de Traviata estival, que reunió un buen cast de cantantes y músicos, en el Festival de Verano. Siempre se pueden hacer mejor las cosas, pero fue una representación digna, muy aplaudida y disfrutada por un público que llenó completamente el aforo del teatro escurialense.


Es posible que esta ópera, basada en la novela de Dumas hijo de 1852, de Verdi, con libreto de Piave, sea una de las más conocidas y más representadas del compositor. Sin embargo, no tuvo éxito en el estreno en La Fenice en Venecia en 1853, defendida de forma irregular por la soprano Fanny Salvini-Donatelli cuyas características físicas y de edad parecían no adaptarse  demasiado al papel.
Se volvió a representar en Venecia después de algunos retoques y fue bien, hasta que el 25 de octubre de 1855 debutó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Antes de 1860 había debutado en Londres y en Nueva York.

Hay mucho de las propias frustraciones del maestro de Busseto en Traviata, si tenemos en cuenta la imagen que se tenía en su época de la moralidad que debía mantener a toda costa la mujer. Su segunda esposa, Giuseppina Streponi, tuvo hijos fuera del matrimonio y había sido cantante de ópera, con lo cual, lejos quedaba de la figura etérea y virginal que un hombre tradicional de su tiempo, un vero contadino como Verdi, deseaba como señora de su casa.
Hay quien comenta además que la novela de Dumas representa un pasaje doloroso de la propia historia personal del escritor y en todo caso, la segunda mitad del siglo XIX (en realidad todo el siglo, después del trauma del Terror y los episodios de la Revolución de 1789) redefinía en Francia sobre todo, el amor desmedido a la vida y al goce, fueran las que fueran las circunstancias y costara lo que costara.

Quedan muy lejos estas vivencias francesas de una adaptación de La dama de las camelias a los años cuarenta  de la España franquista. Por favor, nada más lejos del disfrute, la sangre que corrió a raudales y el horror fratricida que impregnaban todavía todas las regiones de la piel de toro. Pero siempre barriendo para casa, cueste lo que cueste, ¡ay!
Muy de moda están hoy en día estos cambios copernicanos en los vestuarios y las escenografías que alejan muchísimo (no hay más límites que la imaginación de los directores de escena) las obras originales de sus puestas al día actuales.
En el caso de La Traviata de El Escorial, su responsable escénica, Susana Gómez escribe: “Se trata de un periodo de hambre y miseria en el que, paradójicamente, se forjan algunas de las grandes fortunas de la dictadura”. No hace falta que nos lo recuerde: los hijos y los nietos de estos vencedores de la contienda nos siguen gobernando hasta hoy, desde el mundo de las finanzas, los corrillos de relaciones y amistades o desde los mismos gobiernos.

Afortunadamente, la bellísima partitura de Verdi puede hasta con una regia claustrofóbica y extemporánea, con un vestuario plano, por momentos casi vulgar. Ahí están como prueba los dulces pasajes de “Un di felice, etérea…” o “Ah, fors´è lui…”, sin olvidar el “Sempre libera” incandescente de Violetta, un verdadero himno a la independencia femenina aún en tiempos patriarcales como aquellos (¿como éstos?). “De miei bollenti spiriti…”, “Pura siccome un angelo…” de Germont padre o la contestación de la prima donna: “Dite alla giovine…”. Y cómo no, los inefables “Di Provenza il mar…” que recuerda el padre y el inigualable “Amami Alfredo” de la cortesana. Traviata es un homenaje al canto y a la música. Y a la vida. No tiene desperdicio.
Estuvo bien la dirección de orquesta y el coro, enérgicos y entregados. La Violetta de Désirée Rancatore, que tanto deseaba, según me confesó personalmente hacer esta ópera, tuvo un punto de hidalguía y dedicación emocionante, aunque todavía puede afianzar más su ejecución vocal y su actuación teatral (se trata de un rol complicado, que no tiene límites de desarrollo, siempre se puede seguir ahondando). Muy seguro y solvente como suele (tiene una hermosa voz, abundante y cálida) José Bros en un Alfredo tierno y dispuesto, amantísimo. Una sorpresa muy agradable el Giorgio Germont de Ángel  Ódena. Tiene un chorro de voz que enamora y compone su personaje como es: la representación del decoro y la ley al uso para seguridad y ejercicio de las “gentes decentes”.
Muy ajustados María Ubieta en Annina, Pilar Vázquez como Flora y el resto de los secundarios que aportaron su apoyo a los cantantes principales. Todos fueron muy reconocidos y aplaudidos. Hoy domingo, la segunda representación de Traviata  y la última. Una lástima. A nadie le hubiera importado seguir viéndola algunas funciones más y acompañar, muy sottovoce a todo el elenco: “Libiamo ne´lieti calici”…

  Alicia Perris

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