Director: Lorenzo Fratini. Soprano: Sarina Rausa.
Piano: Andrea Secchi. Con ocasión de los 80 años de la Fundación del Coro
Maggio Musicale Fiorentino. Martes 16 de julio de 2013. 19.30 horas.
En el recoleto Claustro de Ognissanti (de Todos los
Santos), abrazado el lugar por los dos hoteles con más tradición de Florencia,
el Excelsior y el Grand Hotel Saint Régis, siempre bellos, siempre acogedores
del viajero, se yergue este claustro que
inaugura espacio para ofrecer conciertos que se realizan en temporada estival
en Florencia.
La ciudad de Leonardo, de Rafael, de Miguel Ángel, de
la Farmacia de Santa maría Novella, que estuviera de moda por la filmación y el
escenario del “Hannibal” y las peripecias del médico más famoso de los últimos
años, asesino confeso, caníbal y erudito, se reviste ahora con los ropajes del
“Inferno” de Dan Brown.
En este contexto, con la apertura hace dos años del
Museo Gucci , Florencia sigue siendo una geografía de arte, de cine (todavía se
exhibe a menudo “Una habitación con vistas”, esa cinta mítica sobre la ciudad
de los Uffizi, los Médici y los Pazzi, aquellos conspiradores que acabaron mal)
y, claro, de música.
La velada comenzó con las Mirjams Siegesgesang D.
942, para soprano, coro y piano de Franz Schubert, que sonó ajustada y
equilibrada. El Coro del Maggio es potente, disciplinado y conforma una masa
vocal impresionante. El Mirjams (Canto de victoria de Miriam), compuesto
en 1828 a partir de una versión de Franz
Grillparzer, que describe la fuga de los hebreos de Egipto a través del Mar
Rojo y la destrucción del ejército del faraón, se divide en seis partes que se
continúan sólidamente implantadas en la tonalidad de do mayor. Las que son para
el coro recuerdan la amplitud de los oratorios barrocos más que una composición
camerística, mientras el piano alude a la sonoridad de una gran orquesta.
La soprano Sarina Rausa, de una voz amplia y
agradable, hace un excelente papel, nada fácil teniendo en cuenta el contexto
de ese conjunto de voces acostumbradas a cantar en teatros de ópera o de
concierto y a llevar a menudo, nunca mejor dicho, “la voz cantante”.
Muy solventes Andrea Sacchi al piano, elegante y
buen acompañante y Lorenzo Fratini, el director del Coro del Maggio, nacido en
Prato en 1973, de una trayectoria nutrida que ha trabajado junto a directores
de orquesta como Oren, Maazel, Escehnbach, Steinberg o Roberto Abbado.
A continuación se pudo escuchar los Vier Quartette
op. 92 para coro y pianoforte de Johannes Brahms, siempre con una cuidada
dicción alemana y finalmente Gioachino Rossini puso el final a una noche cálida y apacible en este rincón de
Florencia, a dos pasos del Arno.
Como escribió Elisabetta Torselli sobre los
Quartette: “La escucha habitual de Brahms reconoce en sus cuatro números, por
su pequeñez, muchos pasajes de conducción métrico-rítimico, de armonía, del
Brahms instrumental, sobre todo de cámara.
En cuanto a las composiciones de Rossini, después
del extraordinario éxito de Guillermo Tell, claramente romántico, el compositor
decidió abandonar el mundo de la ópera. Desde 1829 hasta su muerte en 1868,
continuó componiendo mucho en París, en contacto con los amigos a los que
recibía cerca de Passy. Rossini llamó a las composiciones que pudieron escucharse
en el Claustro de Ognissanti “Péchés de vieillesse “(“Pecados de vejez”): a
estos pertenece esta deliciosa narrativa musical, que pone de manifiesto la
apabullante genialidad rossiniana, incluso cuando se enmascara detrás de un
supuesto desencanto.
Muy bien conseguidos todos los números, pero
algunos vitalistas y llenos de brío, como I gondolieri (Los gondoleros), La
passegiatta (El paseo) o Il carnevale (El Carnaval), que sonó de maravilla y
resultó elegido para una propina.
Como no podía ser de otra forma, dada la
inclinación festiva de los italianos, a pesar de las crisis y a pesar de cierta
seriedad que a menudo parecen exhibir los florentinos, hubo cóctel al terminar
el concierto para festejar los 80 años, pero no nos quedamos. Las veladuras de
luz del Arno al anochecer, cuando las sombras avanzan sobre el Ponte Vecchio,
bien merecían, también, una “passeggiata” y un homenaje.
Alicia Perris
Fotos: Julio Serrano
Fotos: Julio Serrano
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