viernes, 9 de junio de 2023

CON MADAMA BUTTERFLY EN EL ODEÓN DEL HERODES ATTICUS, DE ATENAS

ODEON HERODES ATTICUS. ATENAS. MADAMA BUTTERFLY. GIACOMO PUCCINI. LIBRETO, GIUSEPPE GIACOSA, LUIGI ILLICA. ATHENS EPIDAURUS FESTIVAL.

 Nueva producción. 4 Junio 2023

Director, Vassilis Christopoulos

Director de escena, Olivier Py

Escenografía y vestuario, Pierre-André Weitz

Luces, Bertrand Killy

Coreografía y  movimiento, Daniel Izzo

Maestro del Coro, Agathangelos Georgakatos

Cio-Cio-San, Anna Sohn

Suzuki, Alisa Kolosova

Kate Pinkerton, Diamanti Kritsotaki

B. F. Pinkerton, Andrea Carè

Sharpless. Dionysios Sourbis

Goro, Yannis Kalyvas

Principe Yamadori / Comisionado Imperial, Haris Andrianos

Bonzo, Petros Magoulas

Yakuside, Petros Salatas

Oficial del registro, Christos Lazos

Madre de Cio-Cio-San’s, Vassiliki Petroyanni

Tía ,Vaia Kofou

Prima, Vicky Athanassiou y Niño, Theseas papathomas

Orquesta y Coros de la National Greek Opera

No se sabe muy bien cómo serían los viajes de Phileas Fogg y de su ayudante Jean Passepartout (1872) descritos en una de las novelas más dibujadas y cinematográficas de Jules Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, que relata las aventuras de un  burgués y su ayudante por el mundo. Viajar a Atenas por cuenta y riesgo no es lo mismo en el presente que el periplo de Mr. Fogg, pero no está exento de riesgos y algunas inesperadas incidencias. Atenas no tiene la vida dulce y parsimoniosa de las islas, ya que en la capital todo tiene un precio, se compra y se vende, el tiempo también.

Por estos motivos es un milagro y una oportunidad dirigirse a pie en medio del corazón arqueológico de Atenas, fronterizo con el más festivo y comercial barrio de Plaka, a escuchar una ópera de Puccini. La capital griega fue el núcleo de la civilización occidental, antes que la romana que la absorbió en gran medida, por lo que es emocionante transitar por los enormes bloques de mármol antiguo, pulido y eterno, para escuchar- y ver- paradójicamente una Butterfly, que declina una cultura completamente diferente a la griega, a la del siglo de Pericles. Occidente y oriente, reunidos en un festival estival, en el mismo lugar, el Odeón de Herodes Atticus.

Se trata de un edificio para audiciones musicales, erigido en el año 161 gracias a la gran fortuna del cónsul romano Herodes Ático, que lo hizo construir en memoria de su mujer, Apia Ania Regila, muerta el año anterior. En el mismo complejo de la Acrópolis o el Templo de Zeus y el Arco de Adriano, se emplazó junto al Teatro de Dioniso, en el extremo oeste de la pendiente sur de la Acrópolis de Atenas. Su planta es similar a la de un teatro romano, con la diferencia de que el odeón estaba cubierto, con un aforo en sus gradas para cinco mil espectadores. El Odeón fue destruido en el año 267, como consecuencia de la invasión de los Hérulos. A diferencia de otros edificios que sufrieron daños, nunca fue reconstruido hasta que fue restaurado en 1952-1953.

Desde 1957 alberga diversos espectáculos artísticos, como conciertos, teatro, óperas y espectáculos de baile. El Festival de Atenas se celebra allí cada año de mayo a septiembre y cuenta con una reputación internacional.

 

Así pues, una geisha adolescente en un teatro griego. Trágica la historia de la geisha Cio- Cio- San, mejor conocida como Madama Butterfly. Emociona todavía y siempre.

Es un relato que narra la dura lucha entre dos civilizaciones irreconocibles y que la lucidez de Claude Lévi-Strauss, el antropólogo francés, describió, con una claridad meridiana, en dos párrafos a menudo citados:

 “Son casi países conquistados, que tienen que adaptar su cultura a las formas de vida occidental. La civilización occidental tiene recursos, sucursales, soldados y misioneros instalados en todo el mundo para imponer su modelo cultural”.


Probablemente de tanto oírla, ya pasemos por alto que Butterfly desarrolla uno de los libretos más reaccionarios y terribles de la historia del género: las comparaciones que cita joven esposa con el trato dado a las “mariposas pinchadas en tableros, en ultramar”, o la conversación “de hombre a hombre” que mantienen el cónsul norteamericano con el aprovechado y hedonista Pinkerton, entre otras “joyas” discursivas, son antológicas.

El teatro lleno, incluso las entradas laterales para esta nueva producción, era una efervescencia multicultural: diferentes proveniencias, edades diversas, vestimentas multicolores para todos los gustos, complicada la ascensión a los lugares más altos del aforo. Nadie parecía quejarse, aunque el espectáculo empezó un poquito más tarde: “el cuarto de hora académico”. La audiencia, totalmente fascinada desde el comienzo, absorta, bajo un cielo inestable, porque durante la mañana había llovido bien. Sobretítulos en inglés y en griego (alfabeto griego además, claro). Asientos compartidos, como en tiempos de Pericles, aunque ahora con un sugerente cojín ad hoc, blanco roto, como el color básico de todo el lugar. Se aplaudió muchísimo al final.

La dirección de escena fue de un comprometido artista (dignas de leer sus declaraciones en el programa de mano, muy explícito y exhaustivo en griego e inglés)  Olivier Py, con Pierre-André Weitz, que firmó vestuario y escenografía. Novedoso todo pero no estrafalario, difícil aunar griego clásico con Japón. Unos globos blancos enormes, uno de los cuales manipuló Butterfly, creaban un ambiente onírico. Colores neutros, blancos, negros, secos e inclusión en la ópera de actores butoh y una vestimenta- la única- ancestral kabuki para el tío Bonzo, alternativa absoluta del cumplimiento y el mandato de las tradiciones japonesas. Simbología profusa aquí y allá, como la daga entre las escasas pertenencias de Cio-Cio-San, con la que su padre se había suicidado. Y la localización, Nagasaki, una de las dos ciudades de la bomba atómica en la II Guerra Mundial, ¿una premonición?

Acertado el coro en voces y teatralidad, dirigido por Agathangelos Georgakatos, (complicado también moverse en ese escenario construido en diversos planos, peligrosos). El director Vassilis Christoipoulos llevó a cabo una labor eficiente con una intencionada discreción en la presencia de la orquesta y la música, muy al fondo del escenario, para dejar evolucionar a los personajes. Parecía haber una levísima amplificación en el teatro.


Alisa Kolosova como Suzuki prestó un instrumento bien timbrado y una delicadeza escénica, bien compenetrada con las circunstancias de su joven señora. Musicalmente, y por fortuna, el espectáculo ofreció una experiencia distinta.  Anna Sohn, la soprano coreana como CIo-Cio San infundió  a su criatura una emocionalidad y una sensibilidad que se hicieron palpables a flor de piel. Magnífica técnica, fraseo y fiato. E Insiste mucho Olivier Py, el director de escena, en la necesidad de que los cantantes sean de la nacionalidad o de las características físicas o raciales que narra la trama. Muy en la línea de las reivindicaciones actuales.

Andrea Carè definió un marino americano al uso, escénicamente muy creíble con un desempeño vocal eficaz y solvente. Sharpless (no pierdan de vista el significado del apellido!), Dyonysios Sourbis fue elegante, contenido, generoso dentro de lo más limitado del rol, pero eje fundamental sin embargo de la narración. Excelente en el aspecto teatral y vocal: un instrumento afinado y buena escuela.

Muy adecuada prestación de los actores y cantantes acompañantes, Yannis Kalyvas, el Principe Yamadori / Comisionado Imperial de Haris Andrianos, el tío Bonzo de Petros Magoulas, muy conseguido y otro registro, Yakuside, Petros Salatas, un Oficial del registro, Christos Lazos, la madre de Cio-Cio-San’s, Vassiliki Petroyanni, su tía ,Vaia Kofou y la prima, Vicky Athanassiou. Prácticamente todos los cantantes griegos, salvo los dos protagonistas indiscutidos.

Ya sobre el final además, ajustada la esposa americana de Pinkerton, de Diamanti Kristotaki en el tercer acto. Un espectáculo al que los extranjeros se asoman pocas veces en la vida, pero siempre con fascinación: todo lo que se disfruta está en el escenario, en los cantantes, en la partitura y muy especialmente en este caso, en el propio Odeón, mágico. Y en su entorno, y en el talento y la capacidad arquitectónica y creativa nunca igualada de la antigua Grecia (de Roma también, en este caso, por el Odéon Herodes Atticus).

Alicia Perris



photo Andreas Simopoulos

photo Haris Akriviadis

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