Krysztof Urbański, director. Bomsori, violín con la ONE. Sinfónico 12. 18 FEBRERO,11.30 Sala Sinfónica. Auditorio Nacional de Madrid. Obras de Bacewicz, Dvořák y Chaikovski.
PRIMERA
PARTE
Grażyna
Bacewicz (1909-1969)
Scherzo (orq.
de Krzysztof Urbański)
Piotr Ílich
Chaikovski (1840-1893)
Concierto para
violín y orquesta en Re mayor, op. 35
I. Allegro
moderato
II. Canzonetta.
Andante
III. Finale.
Allegro vivacissimo
SEGUNDA
PARTE
Antonín Dvořák
(1841-1904)
Sinfonía núm. 7
en Re menor, op. 70
I. Allegro
maestoso
II. Poco adagio
III. Scherzo.
Vivace
IV. Finale.
Allegro
Fue un concierto emocionante, por
el resultado musical, brillante, la entrega y la compenetración entre la ONE,
el director y los solistas. Estupendos también, los profesores de la formación
local, una alquimia rara que no es siempre es fácil de conseguir. Hubo
profesionalidad, buen gusto y rigor en la preparación de la matinal, con
previas repeticiones el sábado y el viernes anteriores.
El Maestro Krzysztof Urbański
regresa a la Orquesta Nacional de España con una obra de la más ilustre
compositora polaca del siglo XX Grażyna Bacewicz, el fascinante y
potente Chaikovski y Dvořák, infaltable entre los más destacados autores del
repertorio nacionalista europeo.
Discípula de Nadia Boulanger,
concertista de violín y figura clave de la música polaca entre
Szymanowski y Lutosławski, Grażyna Bacewicz se abre paso rápidamente en las
salas de conciertos gracias a la poderosa impronta de su música sinfónica. Este
Scherzo pianístico orquestado por Urbański ofrece un atisbo de su talento en
su vertiente más vital y desenfadada. Se trata de una creación que, si bien
pertenece a las concepciones más contemporáneas, bebe en las fuentes de un
clasicismo más propio del siglo XIX. La conjunción es astral y en este caso,
perfecta.
El programa se completó también
con las obras Concierto para violín y orquesta en Re mayor, op. 35 de Piotr
Ílich Chaikovski, con la actuación de la prestigiosa violinista surcoreana,
Bomsori, y la Sinfonía núm. 7 en Re menor, op. 70 de Antonín Dvořák.
Este concierto de Chaikovski fue
visionado urbi et orbi allá donde el cine francés pueda llegar en estos
tiempos, ya que, la película El concierto (director Radu Mihaileanu,
2009), de apasionada factura y argumento peculiar (se narran las vicisitudes de
músicos encarcelados en los gulags soviéticos y allí fallecidos y posteriormente,
de una orquesta apartada del ejercicio musical por posibles disidencias con la
intelligentsia soviética, que se evade a París, para tocar, exactamente el
concierto de referencia con unos artistas. Fascinados por la capital europea y
algo oxidados técnicamente. Es una maravilla y la ejecución finalmente lograda
de ese concierto ruso, una joya cinematográfica total.
En efecto, el Concierto para
violín en re Mayor, Op. 35, (1878), es una obra de la época romántica y uno de
los conciertos para violín más populares. También está considerado como uno de
los más difíciles para ese instrumento. Concebido en Clarens, lugar vacacional
de Suiza a las orillas del lago Lemán. Allí había ido Chaikovski para
recuperarse de la depresión por su desastroso matrimonio con Antonina
Miliukova, estado que le había llevado a un intento de suicidio. Chaikovski
acababa de terminar su Sinfonía n.º 4 y su ópera Eugenio Oneguin.
Se le unió allí su alumno de
composición, el violinista Iósif Kotek, y Chaikovski escribió a su patrona
Nadezhda von Meck sobre la sinfonía española antes citada de Lalo, posible
partera de su ahora escuchada partitura: “La Sinfonía española tiene mucha
frescura, ligereza, ritmos picantes y melodías hermosas excelentemente
armonizadas... Lalo, al igual que Léo Delibes y Bizet, no busca la profundidad,
pero evita cuidadosamente la rutina, busca nuevas formas y piensa más en la
belleza musical que en observar las tradiciones establecidas, como hacen los
alemanes'”. Y en estas páginas resuena ya el diseño de su futuro concierto.
Se dio el caso de solistas que lo
rechazaron por considerar que la técnica requerida para su ejecución constituía
“un atropello al instrumento” y tuvieron dificultades en adaptarse al lenguaje
directo de Chaikovski, inspirado en el gusto por el sonido brillante, las
oleadas de emoción y cierto toque rústico en la forma.
No fue el caso de Bomsori,
la artista surcoreana que defendió con altura, exquisita técnica y una enorme
capacidad expresiva y de comunicación una obra con variaciones múltiples en la
orquestación, el ritmo y la melodía misma y un movimiento final, báquico, que
cierra con broches de energía y brillo. No tuvo nada que envidiar a
interpretaciones legendarias como las de Maxim Vengerov con la Orquesta
Filarmónica de Berlín, dirigida por Claudio Abbado, la de Itzhak Perlman con la
Orquesta de Filadelfia, dirigida por Eugene Ormandy. O más cercana en el
tiempo, la de Janine Jansen con la Mahler Chamber Orchestra, a cargo de Daniel
Harding.
Tal vez sea una de las
intérpretes más prestigiosas en la actualidad por su talento musical,
reconocida y premiada internacionalmente. Debuta en esta temporada en los Proms
de la BBC, ha actuado bajo la dirección de múltiples directores como Fabio
Luisi, Marin Alsop, Vasily Petrenko, Anja Bilhmaier, Giancarlo Guerrero y con
numerosas orquestas de primer nivel como New York Philharmonic, o la NDR
Radiophilharmonie de Hannover, entre muchas otras.
Ganó el 62º Concurso Internacional de Música ARD, el Concurso Internacional Tchaikovsky, el Reina Elisabeth, el Concurso Internacional Jean Sibelius, el Joseph Joachim Hannover, el Concurso Musical Internacional de Montreal, el Concurso Internacional de Música Sendai y el 15º Concurso Internacional de Violín Henryk Wieniawski. Actúa con el violín Guarnerius del Gesù "ex-Moller", Cremona, 1725, cedido por la Fundación Samsung de Cultura de Corea y la Stradivari Society de Chicago, Illinois.
Llevaba un vestido rosa palo de organza, con un brazo al descubierto y aplicaciones de tul, etéreo y leve, que resaltaba su juventud, su frescura y las potentísimas manos a pesar de una hechura física esbelta y pequeña como la suya. Se despidió con un “encore” de la misma autora del comienzo, Grażyna Bacewicz.
El director Urbański
debuta en la actual temporada con la Symphonieorchester des Bayerischen
Rundfunks, la Orchestre de la Suisse Romande, la Orchestra Sinfonica Nazionale
della Rai y la Atlanta Symphony Orchestra, entre otros grupos orquestales y ha
actuado como director invitado con la Filarmónica de Berlín, la Staatskapelle de
Dresden, Orquesta Sinfónica de Londres, por ejemplo.
Se trata de un joven músico de
una extraña fecundidad por su capacidad por acercarse y comprender unas
partituras complicadas, muy conocidas las segunda y tercera de este programa y que,
sobre todo, saca el mejor sonido posible de la ONE, al tiempo que en
Chaikovski, compone un dúo impresionante por la delicadeza del trazo, la
emocionalidad y el talento, con la solista invitada. Como si la ONE, el maestro
y la violinista se concieran de toda la vida y hubieran pasado buena parte de
ella explorando este repertorio. Reiteramos que no es un fenómeno frecuente en
el ámbito musical, con pocos ensayos y contrataciones a veces de compromiso. No
es este el caso. Es un milagro de la programación pública del Auditorio
nacional de Madrid.
La última aportación de la ONE
por último, pero lejos de ser la menos importante, la sinfonía no.7 en re
menor. La literatura sobre Dvořák menciona con frecuencia una crisis personal:
Al parecer el compositor se debatía entre su patriotismo y su cosmopolitismo,
entre el "servicio a su país" que se esperaba de él y sus ambiciones
de éxito internacional. Otras consideraciones afirman que el carácter de la
sinfonía pudo estar influido por el agitado ambiente sociopolítico de la época.
El estreno de la obra se celebró el 22 de abril de 1885 en el St James’s Hall de Londres con la interpretación de Sociedad Filarmónica de Londres dirigida por el propio compositor. El 29 de noviembre del mismo año se interpretó en el Rudolfinum de Praga de nuevo bajo la batuta del compositor. El éxito obtenido le animó a presentarla en enero de 1886 en Nueva York y al año siguiente en Berlín. Dvořák sintió siempre cierta predilección por esta obra, cuya partitura revisó tras su estreno.
Es una obra emocionalmente
turbulenta, como lo expresa la inscripción “del tiempo tormentoso” que llevaba
en su primera publicación. El arco intelectual crece a partir de una atmósfera
de duda agonizante y al final desemboca en una expresión de firme resolución.
Es la sinfonía más típicamente romántica de Dvořák, en la línea de la Patética
de Chaikovski. Su atmósfera sombría y expresión dramática contrasta con sus dos
sinfonías vecinas (n.º 6 y n.º 8), así como con la gran mayoría de la
producción del músico. Carece de melodías de inspiración eslava, típicas del
periodo más nacionalista precedente del compositor. La idea de abandonar la
inspiración folclórica patriótica se basaba en la decisión racional de crear
una obra de gran envergadura a la escala de Beethoven o Brahms que triunfara en
la escena musical internacional
Así, toda la pieza es un ejemplo de maestría en el tratamiento temático, inventiva infalible y sentido de la arquitectura en su conjunto. Refuerza algunos de los temas y sobre todo el dramatismo típico, donde aparece un sentido del dinamismo propio de las mejores obras clásicas.
Gran demostración de coherencia y
esfuerzo, tanto la ONE y sus profesores, como el maestro Urbanski y Bomsori, la
violinista, dibujaron un paradigma de seriedad en la construcción de un
repertorio y de un concierto. La audiencia, convulsionada y en una exaltación
evidente, a pesar de varias interferencias disruptivas en la sala durante la
ejecución, les dedicó una ovación ferviente, sin cuestionamientos. Difícil de
mejorar…
Alicia Perris
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