lunes, 23 de septiembre de 2024

FIDELIO SEMIESCENIFICADO ABRE CON BEETHOVEN, LA NUEVA TEMPORADA DEL AUDITORIO NACIONAL

Fidelio o El amor conyugal. Ludwig van Beethoven. Ópera en dos actos. Op. 72. Auditorio Nacional de Música. 20 de septiembre, 2024

Libreto de Joseph Sonnleithner, Stephan von Breuning y Georg Friedrich Treitschke, basado en el libreto francés de Jean-Nicolas Bouilly Léonore, ou L’amour conjugal.

Estreno de la versión definitiva en el Kärntnertortheater de Viena el 23 de mayo de 1814.

Edición de Breitkopf & Härtel, Wiesbaden.

Elenco artístico

Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE)

David Afkham, Director musical

Maximilian Schmitt, Florestan

Eleanor, Lyons Leonore

Peter Rose, Rocco

Werner Van Mechelen, Pizarro

Elena Sancho, Marzelline

Roger Padullés, Jaquino

Matthias Winckhler, Don Fernando

Joaquín Notario, Narrador

Fernando Aguilera* Prisionero 1

Federico Gallar* Prisionero 2

*Miembros del CNE

Miguel Ángel García Cañamero, Director del Coro nacional de España

Helena Pimenta, concepto escénico

Está de enhorabuena otra vez Beethoven, que cerró la anterior temporada en el Auditorio con su Missa Solemnis y abre nuevamente la sala con su única ópera. Casi al mismo tiempo, una empresa privada de las que ocupan muy a menudo el Auditorio Nacional ofrece un concierto también del compositor alemán, en estos días, pero con diferencia de precios, asistencia y oportunidades para el gran público (mayores, estudiantes, asalariados, etc.).

El inefable compositor merece ser interpretado muy especialmente ahora, por sus cualidades humanas, su preocupación por las grandes virtudes que tanto escasean en esta época turbulenta llena de violencia en todo el planeta:  humanitarismo, piedad del Otro, compasión, bondad, deseos de libertad, Derechos Humanos, lealtad y resiliencia (Boris Cyrulnik, el psiquiatra francés acuñó este término ahora excesivamente traído y llevado y utilizado fuera del contexto original), entre tantas otras.

En unas notas publicadas por el Teatro del Liceu, se condensan estas ideas de la siguiente manera, clara y concisa: “El drama francés Léonore, ou l’amour conjugal en que se basa Fidelio pertenecía a un género muy popular en los años de la Revolución francesa, la pièce à sauvetage, en que los héroes, que representan a las fuerzas del bien, triunfan en una situación de grave peligro después de una serie de avatares, con una visión optimista de los valores positivos de la justicia y la razón”.

La creación de la partitura resultó muy trabajosa para el autor, que debió realizar varias versiones hasta alcanzar el éxito. La ópera fue publicada en sus tres versiones, bajo la denominación Opus 72. Sus textos se hallan escritos en alemán, y se la considera relacionada con el singspiel. Las partes cantadas son particularmente arduas de interpretar, nunca se insiste lo suficiente, ya que requieren habilidades muy especiales y gran entrenamiento vocal, en especial los roles protagónicos de Leonora y Florestán.

Excelente la labor del director titular David Akham al frente de la ONE así como la del coro dirigido por el Maestro García Cañamero, a destacar sobre todo el fragmento de los prisioneros. Afkham estuvo cómo y certero como siempre, muy afianzado con este repertorio que conoce tan bien, con una formación que toca habitualmente bajo su batuta, detallista, elegante y ortodoxa, con pasajes para algunos solistas.

Generalmente interpretada incluso en versión ópera, con cierto estatismo muy germánico, a pesar de que la composición esté trufada de emociones y sentimientos, propios de la época romántica y de un compositor sensible a las vicisitudes de un universo sociopolítico muy cambiante, el suyo, compartido con Bonaparte, el Congreso de Viena y los seculares Habsburgos. Una Europa en constante movimiento, con ansias de cambio y a menudo revolucionaria y también retrógrada, en sentido literal.

El discurso musical tiene una evidente carga de sentimientos: notable el pasaje (Jetzt, Schätzchen, jetzt sind wir allein - "Ahora, querida, estamos solos") o (O wär ich schon mit dir vereint - "Si sólo yo estuviera ya unida a ti"), por ejemplo, después de una obertura vibrante.

Más adelante, a señalar a Marcelina, Fidelio, Rocco y Jaquino que cantan un cuarteto sobre el amor que Marcelina tiene por Fidelio (Mir ist so wunderbar - "Un maravilloso sentimiento me llena"), también conocido como el cuarteto del canon) y el toque práctico y crematístico: Rocco le dice a Fidelio que tan pronto como el alcaide se vaya a Sevilla, él y Marcelina (o Marzelline) podrán casarse. Pero sin embargo, a menos que tengan dinero, no serán felices (Hat man nicht auch Gold beineben - "Si no tenéis el dinero de vuestra parte").

Como se comentó antes, los prisioneros, emocionados ante la posibilidad de su libertad, cantan gozosamente (O welche Lust - "Oh, qué alegría"), uno de los pasajes corales más representativos de la época referida y también, cuando los prisioneros vuelven tristemente a las celdas (Leb wohl, du warmes Sonnenlicht - "Adiós, cálida luz del sol"). Y a recordar el momento en que Leonora y Florestán salen al patio en mitad de los castigados y cantan un dúo de amor (O namenlose Freude! - "¡Oh, alegría innominada!"). Y ya al final, cuando Florestán es liberado de sus cadenas por Leonora, y la multitud le canta a ella alabanzas, la leal salvadora de su marido, resuena el gozoso y feliz (Wer ein holdes Weib errungen - "Quien tiene una buena esposa").

Siempre volviendo a la implicación por un mundo mejor del maestro alemán, el director de orquesta Toscanini dejó claro que Beethoven creía en la libertad y se oponía a tiranos como Napoleón Bonaparte y que probablemente se habría opuesto también a Adolf Hitler y Benito Mussolini.

Pero también tuvo algo que agregar, en otra orilla ideológica, el director Wilhelm Furtwängler cuando señaló en Salzburgo en 1948, no mucho después del final de la Segunda Guerra Mundial y la caída del nazismo:

"El amor conyugal de Leonora aparece, al individuo moderno armado con realismo y psicología, irremediablemente abstracto y teórico... Ahora que los acontecimientos políticos en Alemania han restaurado a los conceptos de dignidad humana y libertad su significado original, esta es la ópera que, gracias a la música de Beethoven, nos reconforta y da valor...

Verdaderamente, Fidelio no es una ópera en el sentido en que estábamos habituados, ni Beethoven es un músico para el teatro, o un dramaturgo. Es un poco más, un músico completo y más allá de eso, un santo y un visionario. Lo que nos perturba no es el efecto material, ni el hecho del "encarcelamiento" porque cualquier película puede crear el mismo efecto. No, es la música, es el propio Beethoven. Es esta "nostalgia de libertad" que siente, o mejor dicho, nos hace sentir. Esto es lo que nos conmueve hasta las lágrimas.

Su Fidelio tiene más de Misa que de ópera, los sentimientos que expresa proceden de la esfera de lo sagrado, y predican una "religión de humanidad" que nunca encontramos tan bella o necesaria como hoy, después de todo lo que hemos vivido. Aquí radica la fuerza singular de esta ópera única... Independiente de cualquier consideración histórica... el llameante mensaje de Fidelio nos afecta hondamente”. De rabiosa actualidad, otra vez, desgraciadamente.

Vinculada a fuentes como las de Haydn o Mozart, Fidelio es pues, como se dijo y pasemos a la prestación vocal, complicada para los cantantes. Los de esta versión no son la Christa Ludwig como la Leonora que versionó la ópera para EMI en 1966 bajo la dirección de Klemperer, Ni tampoco un Florestán como el tenor Gerhard Unger, que firmó también en 1966 en el Teatro Colón de Buenos Aires un Fidelio con Hildegard Hillebrecht, ni el Jon Vickers con Renate Holm como Marcelina en el mismo coliseo en 1970, pero realizan un trabajo esforzado con magníficos resultados.

Así, Max Schmitt es un tenor seguro y eficaz como Florestán, también en su dúo con Leonora. El cantante alemán despliega una técnica evidente, al igual que la soprano australiana Eleanor Lyons que debutaba el rol de Leonora. Se trata de una artista que no corre riesgos, que se mueve sobre seguro, con una buena línea de canto y fiato y una credibilidad teatral suficiente.

Todo en el marco establecido por la iluminación, un vestuario oscuro con algunos detalles en rojo y la concepción de escena de Helena Pimenta, especialista reconocida y conocida que ha dirigido más de cincuenta espectáculos. Se da así, si no una producción típicamente operística, sí la ilusión del “palcoscenico” habitual de siempre.

La propuesta contó además con un narrador, Joaquín Notario, formado en el Laboratorio de William Layton, avezado actor de cine, teatro y televisión.

De agradecer un Rocco como Peter Rose, que sabe mucho de este rol, fogueado en muy distintos papeles, el cantante de Canterbury posee un instrumento poderoso, que aclimata en una especie de vivencia rural, menos burguesa que la de los protagonistas.

A Elena Sancho se la vio suelta, fresca y cumplidora como Marcelina. Se trata de una cantante donostiarra también reconocida y premiada. Werner van Mechelen construyó un Pizarro oscuro y desagradable, muy creíble y sólido. Roger Padullés por su parte en un papel corto como el de Jaquino, estuvo eficiente, bien armado. No solo ha estudiado periodismo, sino que su formación, a partir de la Escolanía de Montserrat, le dio un punto de partido vocal apropiado.

El muniqués Mattias Wincler como Don Fernando hace gala de un bello y lustroso potencial baritonal que maneja con saber hacer y no por citarlos al final menos importantes, los integrantes del Coro Fernando Aguilera y Federico Gallar, como penados.

El público que ocupaba toda la sala acudió ya predispuesto al éxito de la producción, un lujo para el Auditorio, una idea diferente que acaba con fuegos artificiales y aplaudió convencido y enfervorecido al final. Beethoven, una vez más y como debe ser, sigue siendo un compositor para mirar atrás y recoger el legado, luminoso, amplio, generoso. Indispensable, claro.

Alicia Perris

 

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