Juan Diego Flórez, tenor. Vincenzo Scalera, piano.
Obras de Christoph Willibald Gluck (1714-1787), Giulio Caccini (1551-1618), Giacomo Carissimi (1605-1674), Gioachino Rossini (1792-1868), Édouard Lalo (1823-1892), Charles Gounod (1818-1893), Gaetano Donizzetti (1797-1848), Benjamin Godard (1849-1895), Giuseppe Verdi (1813-1901) y Giacomo Puccini (1858-1924). Les Arts, 28 de mayo de 2023
Cada recital del tenor de Lima, Perú, es un acontecimiento, allí
donde se produzca. Ahora vuelve a Les
Arts doce años después de su última visita para protagonizar un nuevo
encuentro con el público de Valencia y con todos los que han acudido para
escucharlo de otras partes de España y el mundo.
De instrumento fino, elegante, especialísimo, aunque lejos de la
potencia de algunos de sus antecesores (¡cómo no pensar en Pavarotti!), la
técnica, la escuela, la capacidad de transmitir la música que tiene el cantante
habitual del belcanto, probablemente no tenga parangón en estos tiempos y en
muchos de épocas pasadas.
Aunque el natural de Lima es reconocido como un virtuoso
belcantista, en esta actuación abordará un amplio programa que explora
diferentes épocas y estilos del canto lírico: desde el Renacimiento y el
Barroco hasta el ‘bel canto’ y el verismo italiano. Efectivamente, llevará a
cabo el desafío de interpretar canciones del renacentista Giulio Caccini y el barroco Giacomo
Carissimi, además de arias de óperas de Gluck (Paride ed Elena),
Rossini (Il signor Bruschino, Semiramide), y ya en una segunda parte, Lalo (Le roi d´Ys), Gounod (Roméo et Juliette), Donizetti (La favorite), Verdi (Un ballo in maschera, Luisa
Miller) y Puccini (Le Villi).
Entre fragmento y fragmento de Flórez, Vincenzo Scalera, sería injusto llamarlo su “alter ego”, más bien
su doble simbiótico pero original, “el otro” borgiano, diferente, interpreta
partituras breves, algunas de las cuales, ponen a prueba también su arte de
interpretación y sus capacidades como solista. Ejemplos de ello son la Danse
Sibérienne, de los Péchés de vieillesse, de Rossini, la preciosa y emotiva
Berceuse, de la Jocelyn, de Godard, y el Foglio d’album, de Puccini, antes del
final oficial de la actuación.
Juntos han colaborado en las mejores salas de concierto del mundo
como las óperas de Viena y París, La Scala, el Carnegie Hall, o el propio Palau
de les Arts. Y ya no hace falta ni que
se miren para encontrarse en el universo que declinan para un público siempre
entregado, siempre preparado para pedir y recibir más.
Scalera, de origen italiano también estadounidense, se graduó en la
Manhattan School of Music, siguió estudiando en Italia y en 1980 se unió al
Teatro Scala de Milán como coach y pianista, además de ser director asistente
de maestros destacadísimos como Claudio Abbado, Riccardo Chailly, Giannandrea
Gavazzeni o Carlos Kleiber, entre otros. Participó en todos los grandes eventos musicales, acompañando también como clavecinista.
Con esta actuación del tenor peruano, culminó el último acto de ‘Les Arts és Grans Veus’, que además contó con la asistencia, más al principio de la temporada, de voces como la de la mezzosoprano Cecilia Bartoli, con un debut muy esperado en un recital semiescenificado en Les Arts el noviembre pasado. El cantante, que vive habitualmente en Viena, se presentó ya en la sala valenciana en cuatro ocasiones diferentes con anterioridad, como para recordar, la colaboración que realizó con la Orquestra de la Comunitat Valenciana (OCV) para su álbum ‘Bel Canto Spectacular’, grabado en el Auditori en 2007.
Juan Diego Flórez, de cincuenta años, parece un jovenzuelo,
habitado por un frac de un azul Klein delicioso, muy fin de siècle, camisa impoluta blanca
abierta, cuyo cuello estiraba antes de empezar a cantar. Como para dejar correr
y evolucionar el aire que sale de sus pulmones y reenvía a todos las partes de
su cuerpo capaces de hacer sonar una melodía límpida, fácil, pero trabajada.
El fiato del cantante así, tiene la amplitud de una catedral, una especie de templo antiguo, por donde se pasean los matices, el manejo de los reguladores, las mezza-voce, los sobreagudos increíbles que proyecta hacia el medio de la sala. Mientras da vueltas, se acerca al piano y con su voz de tenor ligero redondea los sonidos, con expresividad, con maestría, con arrebatado encanto y lirismo.
Flórez siempre atiende a renovar el repertorio, que aunque sea muy
antiguo, clásico, barroco o renacentista, recobra cada vez el lustre en su
garganta y deja las ensoñaciones y la nostalgia de Hispanoamérica, su tierra y
sus patrias, en general para los bises, con los que la audiencia siempre
cuenta, entre expectante y satisfecha.
Después de haber sopesado los esfuerzos, flores, saludos, gracias,
gesto generoso y amplio como él, que inunda siempre los conciertos con una
gentileza y una luz desarmantes.
Llegaron, con su guitarra, un ramillete de canciones de su América natal. Pero primero su evidente italianità con dos fragmentos napolitanos, en dialecto de Campania, Cuore ingrato, de Salvatore Cardillo, y de Ernesto de Curtis, 1915, Tu can un chiagne (come è calma la montagna stasera). Siguieron Odiame por piedad, yo te lo pido, canción peruana del poeta Federico Barreto.
A continuación La flor de la canela, de Chabuca Grande (el coliseo valenciano, donde no quedaba libre una sola localidad, vibraba y se convertí en una enorme caja de resonancia de Flórez), De domingo a domingo te vengo a ver, de varios autores, Cielito lindo, acompañado por las voces de Quirino Mendoza y Cortés: la respiración del tenor se multiplica exponencialmente, como los sobreagudos y la compenetración con el público. También un clásico de los bises del tenor. Cucurrucucú paloma, la canción mexicana de mariachis de Pedro Infante.
El tenor saluda, aquí y allá, manda besos de agradecimientos, sale
y vuelve con Scalera para atacar el que es su encore tal vez más conocido, La
donna è mobile, que canta con el guiño de siempre al comienzo para interrumpir,
luego continuar con sus gorjeos verdianos ad libitum.
No duelen los mil kilómetros recorridos para ver a Juan Diego
Flórez en les Arts. Se podrían haber hecho el doble o muchos más. Fina estampa,
caballero, caballero de fina estampa. El cantante cierra la actuación en un
gesto de baile, muy español. Como diría un napolitano, aunque no le hacen falta
al limeño los ánimos: Jamme bell’, jà! (¡vamos, chico!).
Alicia Perris
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