Mucho
se estaba haciendo esperar el director napolitano Riccardo Muti en el
imaginario del público del Real, que contaba en un primer momento de la
programación, verlo ofrecer otra obra de Saverio Mercadante, La rappresaglia,
de la misma manera que el año pasado tuvo la batuta de su I due Figaro. Vino
para solo cuatro representaciones.
Donizetti,
sin embargo, no defraudó y es un antiguo compañero de viaje del maestro
frecuentador de la ciudad y el Festival de Ravenna. La eterna historia,
habitual sobre todo en los siglos XVII y XVIII sobre el noviazgo forzoso del
viejo y la doncella avispada, vuelve aquí de la mano de un compositor ya maduro
y extenuado, que dejó como legado más de setenta partituras.
Norina,
es un rol femenino lleno de coraje y entusiasmo, bien dibujado por Eleonora
Buratto, que tiene una voz más que agradable y acertada para este papel.
Adecuados Nicola Alaimo, un buen actor además, en un personaje poco agradecido
como es lógico (la juventud siempre triunfa, sobre todo en estos tiempos
procelosos), igual que Alessandro Luongo en Malatesta y el tenor ruso Korchak,
algo cuestionado.
El
coro dirigido por Máspero siempre permitir comprobar que sigue en un puesto de
honor en las veladas operísticas, sean cuales sean los desafíos y las
incongruencias en la escena o en la dirección musical.
Andrea
de Rosa se inspiró para la dirección escénica en los famosos cuentos del
Decamerón, de Giovanni Boccaccio y Gabriella Pescucci es muy conocida en su
entorno y su métier.
La
orquesta Cherubini suena bien y seguro podrá ir mejorando hacia la performance
que se espera y se desea de ella y extrae buenas semillas de la paleta musical
y psicológica del Don Pasquale y de su inefable director.
Así
es que Muti es un talento que siempre cumple con las expectativas que origina y
es un lujo tenerlo dirigiendo en la capital, aunque no hubo, según el departamento
de comunicación del coliseo madrileño una rueda de prensa para todos, sino,
como sucede a menudo, para los happy few (y por voluntad del propio maestro
italiano, prensa dixit).
De
modo que los cronistas que no pertenecen a los grandes rotativos o las revistas
especializadísimas, se quedaron sin poder escucharlo y disfrutarlo en vivo y
recogieron aquí y allí algunos de sus comentarios, siempre conocidos, aunque
igualmente esperados. El maestro no tiene fama de ser muy accesible ni de estar
disponible a todas horas para sus numerosos seguidores ni para los medios
informativos. Se reserva, se concentra y da lo mejor de sí mismo en las
funciones, en lugar de prodigarse por los salones del foro. Y además el
público, incondicional, siempre agradecido, aplaude, como esta vez muchísimo
las representaciones donde actúa como mago oficiante.
El
mes que viene el Wozzeck de Alban Berg alejará de nuevo al público del Real de
sus amados y reconocibles autores y artistas italianos, siempre refrescantes,
luminosos y seductores. Pero la próxima temporada estarán otra vez de vuelta.
¡Menos mal!
Alicia
Perris
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