'NO CREO QUE LA MÚSICA CLÁSICA SOBREVIVA'
La soprano francesa, autoexiliada
de la ópera, protagoniza el arranque del ciclo 'Voces del Real'.
DARÍO
PRIETO
La historia de la ópera está salteada de bartlebys y
retiradas dramáticas, de voces que se destruyen y jubilaciones de oro. Pero el
caso de Natalie Dessay (Lyon, 1965) es especial. Cuando en 2013, a los 48 años,
anunció que dejaba de cantar en óperas para centrarse en los recitales y probar
suerte con el teatro, el impacto en la comunidad operística no vino marcado por
la pérdida de una de las grandes voces de soprano del mundo, sino por el
cuestionamiento de los principales
dogmas del género con el que Dessay justificó su decisión. Por eso,
su actuación este martes en el Teatro Real tiene entre sus alicientes el
comprobar hasta qué punto una cantante puede seguir desarrollando su voz tras
desembarazarse de las ataduras del género operístico.
El recital, que abre el ciclo Voces del
Real de esta temporada, hilvana poemas deBaudelaire, Goethe y Víctor Hugo con piezas de Bizet, Liszt o Duparc. "Las elegí
con mi pianista, Philippe Cassard, porque me gustan, sin más. Quería cantar
Schubert y luego Mendelssohn .Y, por supuesto, algo francés, porque soy
francesa", empieza a justificar su elección del repertorio. Pero luego,
ataja: "En la ópera, tu voz te dice lo que tienes que hacer. Pero poder
dejarme llevar por las canciones y las melodías representa una libertad
fantástica".
Y esa idea de la libertad es la que sostiene su
argumentación contra las bases del credo operístico. "Ya no me interesa el
mundo de la ópera", sentencia con rapidez. "Ahora mi día a día
consiste en dar recitales y hacer teatro. Quería tener una vida y me gusta esta nueva que tengo, con mi
nuevo trabajo". Sobre su decisión de abandonar la dinámica de ensayos,
estrenos y caracterizaciones, señala: "Es como pasar página en un libro.
Ahora no quiero volver atrás. Quiero continuar mi viaje a través de la música y
las palabras, pero de otra forma. Me encantó hacer ópera, pero se acabó. Es
algo que queda ya 'detrás' de mí".
Es consciente de que su decisión le ha supuesto
una merma en sus ingresos. "Por
supuesto que necesito dinero, como cualquier otra persona, pero no es mi
meta en esta vida, no es lo que me interesa. No tengo miedo de no tener
suficiente para vivir. Mis necesidades son muy básicas", relata.
"Pero después de un tiempo en la ópera, me sentía como una prisionera. De mi voz, de mi dicción, de las
rutinas... Quería evitarlo porque me aburría y realmente detesto cuando
me aburro. Quiero seguir aprendiendo y sorprendiéndome".
La zona cómoda
En sus palabras hay implícita una crítica a las
comodidades en las que se asientan públicos y cantantes. Esa zona de confort en
la que, ni por un lado ni por otro, se desafían los límites. "Si te
mantienes en tu repertorio, no hay mayores complicaciones. El problema es que
mi repertorio se me hace muy pequeño. No quiero estar cantando lo mismo todo el
tiempo. Después de La traviata, ¿qué más puedo hacer?", se cuestiona Dessay.
También se cuestiona otras verdades de
este universo, como el de la soprano como figura de mujer empoderada que
llega incluso a convertirse en un modelo para otras mujeres. "No veo nada
de empoderamiento, porque me siento sometida a otros poderes: el del director, el de la
música, el del libreto", sonríe la cantante. "En cierto modo, somos
sirvientes", responde. "Por otra parte, ésta es una vida muy dura y
no entiendo cómo podemos convertirnos en modelos. Es un trabajo que no interesa
al gran público", se lamenta. Y se replantea otra de las verdades que se
suelen repetir: Que la música clásica es eterna y que, con las herramientas
suficientes, puede calar en la sociedad de la misma forma que las músicas populares
de éxito. "La mayoría de la gente no tiene idea de ópera o de música
clásica, por lo que vivimos en una
burbuja muy pequeña. Por eso soy bastante escéptica sobre la posibilidad
de que podamos ser importantes en esta sociedad", echa por tierra Dessay.
"No creo que la música 'clásica' sobreviva. Pero ésta no es una razón de
peso para que dejemos de hacerla", se plantea Dessay.
http://www.elmundo.es/cultura/2015/09/27/5606e9ed22601d80638b4584.html
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