Così fan tutte” de
Wolfang Amadeus Mozart (1756-1791). Nueva producción del Teatro Real,
coproducción con De Munt/La Monnaie de Bruselas. Director musical: Sylvain
Cambreling. Director de escena: Michael Haneke. Director del coro: Andrés
Máspero. Reparto: Fiordiligi, Anett Fritsch. Dorabella, Paola Gardina.
Guglielmo, Andreas Wolf. Ferrando, Juan francisco Gatell. Despina, Kerstin
Avemo. Don Alfonso, William Shimell. Continuo (clave), Eugène Michelangeli.
Actores, Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid. Martes 26 de febrero
de 2013.
Con ocasión de la
función de esta reseña, se habían difuminado muchos de los fuegos de artificio
que el coliseo de la capital española, su director musical, Gerard Mortier y el
muy premiado Michael Haneke , el director de escena, habían orquestado para su versión
muy personal de esta ópera de Mozart, la segunda que dirige el director nacido
en Alemania, después de su Don Giovanni.
Aún antes de recibir
cinco galardones César en Francia, su Oscar a la mejor Película Extranjera en
Hollywood y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Michael
Haneke ya era un director de culto con sus películas “La cinta blanca”, “La
pianista” o “Caché”, entre otras.
Esta nueva incursión
en Mozart tenía por lo tanto que desbordar los límites de la mera producción
musical, para convertirse sin lugar a dudas en un fenómeno mediático. De hecho,
buena parte de la magia de este proyecto se dejó vislumbrar el día del ensayo
general de Così, teniendo en cuenta que fue entonces cuando hizo su aparición
Haneke, dado que el día del estreno, 23 de febrero, ya estaba esperando en
Estados unidos su más que anunciado Oscar.
Una “hoja volandera”, como él la definió, con su firma, anunció “urbi et orbe” que se disculpaba por no poder estar presente en el estreno del Real, debido a su compromiso con el cine de Hollywood.
Una “hoja volandera”, como él la definió, con su firma, anunció “urbi et orbe” que se disculpaba por no poder estar presente en el estreno del Real, debido a su compromiso con el cine de Hollywood.
“Amour” , una historia
más que otoñal sobre la decadencia de los afectos y la propia trayectoria vital
estuvo arropada además, por los míticos actores Jean Louis Trintignant, casi
retirado y la inefable Emmanuelle Riva, que permaneció muchos años eclipsada
después de su recordada “Hiroshima mon amour” de Alain Resnais, en aquellos
años de vino y rosas del cine francés.
Así todo parecía hacer
escorar la representación hacia lo teatral, el lenguaje escénico y la aventura
del movimiento, más que hacia lo sonoro y así fue.
Resguardados por un
vestuario a mitad de camino entre lo histórico y lo contemporáneo, sus
protagonistas femeninas cantaron bien (muy alabado por todos el rol y la
ejecución de Anett Fristch en Fiordiligi), pero compusieron una performance más
exterior (basada en su grácil y actualizada apariencia y vestuario) que en un
ahondamiento interior de los sentimientos sobre la sospechada volubilidad del
espíritu femenino (subrayada por un Mozart también atenazado en esa época por
el mal de amores).
En su papel muy bien
Paola Gardina, Andreas Wolf, Kerstin Avemo y William Shimell. Preciosa la voz y
segura la técnica vocal del joven tenor argentino Juan francisco Gatell, a ratos
empañada porque al régisseur le encanta hacer producirse a los cantantes contra
una columna, o tumbados sobre el escenario más del tiempo que sería aconsejable
o detrás del escenario. Como recordó en una ocasión la talentosa fonetista
Jeannine Bouché, especialista de la lengua francesa que trabaja con figuras
como Celso Albelo, Ainhoa Arteta o Juan Diego Flórez: “¡Es una barbaridad que
los cantantes estén todo el tiempo en el suelo!”.
Difícil y compleja ópera esta de Mozart,
detrás de su aparente frivolidad hay una carga importante psicológica que bucea
sobre la calidad y la honestidad humanas, destacando la ligereza y lo efímero
de promesas, amores y otros usos y costumbres semejantes. Infieles de ambos
sexos, unos y otros, podríamos recordar la poesía de Horacio, de Garcilaso de
la Vega o del propio Pierre Ronsard, cuando escribían sobre el “carpe diem”,
porque todo se volatiliza en el aire, como nuestros sueños.
Esta nueva propuesta del Teatro Real, vivida siempre como un “must” y un desafío por Mortier y la impregnación que sabe desplegar sobre sus colaboradores, algunos muy escuchados y vistos en este foro, como el director Sylvain Cambreling o los cantantes alemanes, estadounidenses o del este que tan a menudo visitan las funciones del Teatro, en detrimento- le empieza a parecer a algunos- de otros elencos más cercanos a los autores o a las propuestas, como, sin ir más lejos, los cantantes italianos o españoles. La labor del director de orquesta fue en este caso en exceso distante y apolínea, faltó hondura y entrega y pasión también.
Esta nueva propuesta del Teatro Real, vivida siempre como un “must” y un desafío por Mortier y la impregnación que sabe desplegar sobre sus colaboradores, algunos muy escuchados y vistos en este foro, como el director Sylvain Cambreling o los cantantes alemanes, estadounidenses o del este que tan a menudo visitan las funciones del Teatro, en detrimento- le empieza a parecer a algunos- de otros elencos más cercanos a los autores o a las propuestas, como, sin ir más lejos, los cantantes italianos o españoles. La labor del director de orquesta fue en este caso en exceso distante y apolínea, faltó hondura y entrega y pasión también.
Sin embargo quedó
esto: un fogonazo largo captado entre los avatares de unos jóvenes de la alta
burguesía dieciochesca que juegan a ponerse a prueba y a engañarse. Casi como
una instantánea…
Tema más que
recurrente en la literatura, el cine y en la música este del engaño amoroso y
las falsas esperanzas que alrededor de la inflamación erótica puedan tejerse,
porque como escribí hace muchos años, en una ocasión en que también estaba muy
enamorada:
“La obra está inmersa
en un mundo de resonancias arquetípicas donde todo ya ha sido alguna vez y se
repite y sin embargo sobrecoge por un realismo escalofriante: el que combina y
trasmuta la idea del amor como origen de todas las repeticiones y todos los
castigos…El placer, la locura, el desorden se pagan porque la transgresión y la
osadía son ciertamente los abrevaderos del amor”.
Alicia Perris
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