Stéphane Hessel, el nonagenario que movilizó a la juventud mundial
FEDERICO MAYOR ZARAGOZA
Le conocí a principios de la década
de los noventa, cuando yo era director general de la Unesco, y fue como una
brisa de aire fresco, como un luminoso aviso de que sí vale la pena luchar
incansablemente enfrentando los grandes desafíos que, con tanta frecuencia, con
notoria carencia de decoro, nos ocultan, omiten o disimulan.
Le recuerdo
recitando de memoria, el 10 de diciembre de 2008, al cumplirse los 60 años de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Muy joven, él contribuyó a
redactar el preámbulo de esa Declaración. El lugar era el Trocadero, en el
corazón de París, donde fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas reunida entonces en la capital francesa al no haberse concluido las
obras del edificio en la isla de Manhattan.
Era
impresionante, inolvidable, observar a aquel gigante de la comunidad internacional,
aquel ciudadano del mundo que subrayaba que los derechos humanos se
establecieron “para liberar a la humanidad del miedo”. Pero, añadía al
rememorar el segundo párrafo, que “si no se pueden ejercer sus derechos, los
seres humanos pueden verse compelidos a la rebelión”. A esta rebelión a la que
él nos convocó a todos, firmemente, pacíficamente, en su libro ¡Indignaos!, que tanto impacto tuvo a través de las
redes sociales en la conciencia popular, especialmente en la juvenil, hace dos
años. En 2008 publicó Ciudadano sin
fronteras y, a
continuación de ¡Indignaos!, ¡Comprometeos! No
dudó un instante en enviarme el prólogo que le solicité para el libroReacciona, obra de varios autores que apareció en
2011 como respuesta, precisamente, al llamamiento de Hessel.
Falleció el
martes pasado a los 95 años. Hace tan solo unos meses, me envió unas líneas de
introducción al Boletín de la Fundación Cultura de Paz. Creo que vale la pena,
para comprender en todo su valor la personalidad de Stéphane Hessel, reproducir
su introducción:
“Nuestro mundo
está en crisis. Y solo saldrá de ella gracias a la determinación, el compromiso
y el coraje de quienes proclamen alto y fuerte los valores de la democracia y
el indispensable respeto de los derechos humanos”.
“No dejemos a
las oligarquías económicas y financieras controlar, para su exclusivo provecho,
las legítimas aspiraciones de los pueblos”.
“No es
suficiente indignarse”.
“Es necesario
desarrollar juntos esta nueva cultura mundial: la Paz por la Justicia”.
De origen
alemán, Hessel adoptó la ciudadanía francesa en 1937, cuando tuvo que huir de
la Alemania nazi por su condición de judío. Durante la II Guerra Mundial fue
capturado por la Gestapo y estuvo internado, con grave riesgo de su vida, en
los campos de concentración de Buchenwald y Mittelbau-Dora. Como corresponde a
una persona fiel a sus principios en cualquier circunstancia, condenó las
acciones de Israel en relación a Palestina, especialmente los bombardeos de la
franja de Gaza.
Stéphane Hessel
tenía la visión del futuro luminoso que solo proporciona un pasado azaroso y
oscuro, superado a fuerza de ideales firmes y acciones valientes.
Su muerte debe
animarnos a todos, especialmente a los jóvenes de espíritu de cualquier edad, a
no cesar en la lucha por los impostergables cambios radicales que la dignidad
humana exige. Es imposible seguir aceptando que se inviertan diariamente miles
de millones en armas y gastos militares al tiempo que más de 60.000 personas
mueren de hambre y miles de millones viven en condiciones precariamente
humanas.
Es también
intolerable que un grupo de países poderosos —7, 8 o 20— intenten seguir
gobernando a un mundo integrado por 196 países.
Es apremiante
indignarse, implicarse, actuar para que las Naciones Unidas constituyan la
autoridad moral que se requiere para el universal ejercicio de los derechos
humanos.
La estela de
Stéphane Hessel persistirá con mayor fulgor si cabe. Sí podemos. Que no se nos
aplique, después de su advertencia, la terrible expresión de Albert Camus: “Les
desprecio porque pudiendo tanto se han atrevido a tan poco”.
Federico Mayor
Zaragoza es el presidente de la Fundación Cultura de Paz.
http://cultura.elpais.com
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