Es un precioso regalo de onomástica el que Daniel
Barenboim y la West Eastern Divan Orchestra le ofrecieron ayer al Papa.
En el día de San Benedicto, en el entorno del
histórico Palacio Pontificio de Castelgandolfo, residencia estival de los
papas, ha “interrumpido” el descanso del Sumo Pontífice, dedicándole a él, al
presidente Giorgio Napolitano y a casi 300 invitados, un concierto sinfónico.
Después de la “Novena”, que Barenboim dirigió en La
Scala con ocasión de la visita de Benedicto XVI a Milán, el más internacional
de los maestros- nacido en Argentina de padres rusos, habiendo pasados algunos
años jóvenes en Israel y estudiado en Europa, con residencia habitual en Berlín
y siendo director también en Milán- llevó con él a profesores árabes,
israelíes, palestinos y españoles del “Diván” para ofrecer al Pontífice una
suntuosa ejecución de las Sinfonías 5 y 6 (el mismo programa se repetirá pronto
en Salzburgo, siempre de su amadísimo Beethoven).
Como se trata del obispo de Roma, hablar de amistad
tal vez sea demasiado, pero es cierto que después de la visita a La Scala hace
un mes y medio entre Benedicto XVI y Barenboim ha nacido un sentimiento
afectuoso de simpatía y de estima humana y artística: los dos creen en la
comprensión recíproca entre hebreos, cristianos y musulmanes.
Muy atento a la prestación de los jóvenes músicos
de Oriente Medio, al final del concierto el Papa dirigió a todo el mundo un
discurso muy sentido y personal, en el cual recordó que la “Quinta” y la
“Sexta”, es decir, el drama y la pacificación, nacieron a la vez y se
complementan una con la otra, tanto en la música como en la vida.
La mirada del Pontífice lleno de alegría y de
gratitud con los artistas debe ser valorada todavía más que el largo aplauso que les fue tributado.
Un evento histórico, como explicó el Presidente Napolitano que se puede glosar con las palabras del cardenal Gianfranco Ravasi.
Cuando presentó el concierto, el “ministro de la cultura” del Vaticano, dijo que
“ la mejor prueba de que no se ha cansado de querer al ser humano, es que Dios
nos deja todavía la música”.
Enrico Girardi
Il Corriere della Sera (traducción de Alicia Perris)
Jueves 12 de Julio 2012
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