La Traviata de Giuseppe Verdi (1813-1901).Teatro Real de Madrid.
Basada en la novela y la obra de teatro La dame aux camélias de Alexandre Dumas
hijo. Estrenada en el Teatro de La Fenice de Venecia, el 6 de marzo de 1853 y
en el Teatro Real de Madrid el 1 de febrero de 1855.
Coproducción del Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona,
La Scottish Opera de Glasgow y la Welsh National Opera de Cardiff.
8 de mayo, 2015. Primer Cast.
La locandina
Director musical, Renato Palumbo.
Director de escena, David Mc Vicar
Coréografo, Andrew George
Director del coro, Andrés Máspero
Violetta Valéry, Ermonela Jaho
Flora Bervoix, Marifé Nogales
Annina, Marta Urbieta
Alfredo Germont, Francesco Demuro
Giorgio Germont, Juan Jesús Rodríguez
Gastone, vizconde, Albert Casals
Barón Douphol, César San Martín
Marqués de Obigny, Damián del Castillo
Doctor Grenvil, Fernando Radó
Giuseppe, criado de Violetta, Alejandro González
Mensajero, Elier Muñoz
Criado de Flora, Abelardo Cárdenas
La semana del 6 al 8 de mayo ha sido completa en la capital de españa.
El Teatro Real ha convocado una serie de acontecimientos artísticos, para dar
relieve a la presentación de la Nueva Plataforma Digital Ópera Europa y a la
Conferencia ad hoc, que ha producido encuentros, audiciones, y exposiciones
teatrales entre otros eventos, entre los mayores responsables de los teatros de
buena parte del mundo.
La función del día 8 de mayo se ha retransmitido en directo,
gratuitamente, a través de Palco Digital , así como desde la Plaza de Oriente,
los museos del Prado y el Thyssen Bornemisza, el Centro de Arte Reina Sofía y
otros organismos culturales de Madrid, y también desde diferentes espacios
públicos, instituciones y teatros de toda España.
La tTaviata es un caso
especial. Se observa en Giuseppe Verdi (1813-1901) la paradoja del operista
revolucionario que no quebrantó la tradición. Tras Rigoletto (1851) e Il
trovatore (1853), el compositor italiano consolidó con La Traviata (1853)
las principales señas de un camino hacia su propia concepción del drama
musical. Si en Rigoletto y Trovatore los momentos dramáticos se
limitaban o fusionaban con la acción sin contravenir en general las
convenciones formales habituales en la ópera italiana, en Traviata se añade a todo ello un mayor realismo al tener un
argumento contemporáneo que acontece en París y está inspirado en la vida de la
famosa cortesana Marie Duplessis (1824-1847).
Esta obra pone de
manifiesto además un cambio de forma de pensar en el compositor, pues Verdi
había rechazado en 1844 una propuesta para adaptar Marion Delorme de Victor Hugo por no agradarle colocar en un
escenario a una prostituta. Lejos de su anterior postura, el compositor
confesaría estar orgulloso con el tema de su nueva ópera a su amigo De Sanctis
en 1853: “Cualquier otro compositor lo habría rechazado por el vestuario, la
época u otro escrúpulo tonto. Sin embargo, yo escribo sobre él con el mayor de
los placeres”. La mirada del compositor sobre la idiosincrasia y el rol de la
mujer en la vida privada y social y sus avatares también es propia de su época
y peculiar.
La permanencia del
maestro Verdi en París entre 1847 y 1849 fue determinante no sólo personalmente,
por consolidar su relación amorosa con Giuseppina Strepponi (su compañera el
resto de su vida), sino también para su carrera musical. En esos años el
compositor se hizo asiduo de los teatros populares parisinos, en los que se
representaban mélodrames con música
incidental que subrayaba la emotividad de ciertos momentos dramáticos.
El maestro estaba en
París en esas fechas y aunque ya conocía la novela original de Dumas hijo (pues
se había publicado en 1848), asistió a una representación de la adaptación
teatral que sería determinante en su decisión de acometer su conversión
operística.
Hay que destacar que
la decisión de componer una ópera basada en el drama de Dumas hijo para
satisfacer el encargo de La Fenice para el Carnaval de 1853 no se produjo hasta
pocos meses antes de su estreno y tras no pocas dudas y la decisión final no la
tomaría hasta octubre, con el libretista Francesco Maria Piave alojado en la
residencia del compositor en Sant’Agata. Piave redacta ese mismo mes la
“selva”, es decir, el proyecto dramático en prosa de la ópera que precede al
libreto, y Verdi comienza a esbozar ya algunos motivos de la música. El novelón
de Dumas hijo se centra en la cortesana Margarita Gautier es de todos conocido.
Siempre es un
verdadero y grave compromiso,”poner” una Traviata en un teatro, porque han sido
tantas las versiones y los lugares donde se ha disfrutado (no siempre), que
hasta Luchino Visconti, el gran esteta y aristócrata italiano realizó una
película en su día, para deleite de los melómanos y cinéfilos.
Esta nueva aportación
se centra en una narrativa que desde el comienzo deja claro, por la ambientación
sobre todo, el ambiente de duelo. Todos saben cómo acabará la vida de la
cortesana más dulce de la literatura y la ópera. Los escenarios aquí son uno
tras de otro, un llamamiento a Tanatos más que a Eros.
Violletta aparecerá en
rojo, negro y blanco, colores simbólicos donde los haya y el vestuario del
resto del elenco no siempre casará con el de la protagonista. Es más, a veces
sentará bien con una coreografía falta de estilo que recuerda más una función
en El Moulin Rouge de tiempos de Toulouse Lautrec que la de una la casa de una
demi-mondaine con posibles.
No siempre hace falta
que el tono sea “verdadero”, como decían los críticos de estilo del teatro del
siglo XVII francés, sino “vraisemblable” (verosímil). Por esto es lícito
permitirse algunas licencias en la reggia si la ópera gana en delicadeza y
estética. En este caso, por momentos, aunque afortunadamente no a menudo,
“manca finezza”. Aún así, los bailarines están correctos y la coreografía e
iluminación igual, aunque todo pudiera ser mejorable.
Ermonela Jaho (una de
las tres, ya que hay 3 casts en esta producción donde Patricia Cioffi canceló
su participación)) compone una Violetta fresca en su juventud y enfermedad, que
tiene una elegante presencia escénica, adecuada actuación dramática y una voz
afinada, bien en los agudos y tenue sin fisuras vocales cuando es necesario.
Sale al paso con solvencia de sus dúos con el Alfredo de Francesco Demuro, el
reconocido tenor de Cerdeña, por momentos cuestionado por el público de la
velada. Sin embargo, no hubo que destacar errores y su performance fue
correcta, aunque sin fuegos de artificio. Tiene una agraciada línea de canto,
como Ermonela Jaho.
Está claro que los
espectadores y oyentes están acostumbrados no solo a ópera en vivo magistrales,
sino a grabaciones mejoradas, cuidadas, de los grandes cantantes de todos los
tiempos. Y en la comparación los esforzados artistas del directo a veces salen
perjudicados.
Noble en su dicción y
despliegue vocal, solvente en un papel difícil porque el padre de Alfredo representa
el “tener que ser” y el deber, la ley en su incuestionable geografía, compone
un personaje cabal aunque algo excesivamente contenido, mejor en el momento de
consolar que en el de reprender a Violetta.
Flora Bervoix en la
voz de Marifé Nogales y Annina defendida por Marta Ubieta cumplen bien con su
papel, tienen instrumentos nobles y entrenados, al igual que los secundarios
Albert Casals, César San Martín, Damián del Castillo y Fernando Radó como
Gastone, Douphol, Obigny y el doctor Grenvil respectivamente, del mismo modo
que el resto de los secundarios, Alejandro González, Elier Muñoz y Abelardo
Cárdenas.
El coro a las órdenes
de Máspero tan eficiente como siempre y la dirección musical de Renato Palumbo,
que visita con frecuencia Madrid, cuestionable.
¿Por qué? A partir de
la idea generalmente aceptada de que es imposible dirigir Verdi al gusto de
todos y de que con toda probabilidad el maestro Riccardo Muti, según algunos
expertos fieles, sea en estas lides uno de los mejores, siempre hay algo que
cuestionar.
El maestro de Treviso,
Renato Palumbo se desempeñó con eficiencia e hidalguía y su larga trayectoria
lo precede y acompaña con solvencia.
Fue una velada
excelente, enfundada en la algarabía que tenía por esos días la salida
internacional del Teatro Real al mundo, como una propuesta de esperanza a pesar
de los difíciles tiempos financieros y de presupuesto que se instalaron hace ya
años para todos.
Tal vez no nos
sintiéramos emocionados y conmovidos hasta las entrañas, como la protagonista
de Pretty Woman con Julia Roberts, regalada y cortejada por un Richard Gere de
fábula por entonces, pero la ópera cumplió y estuvo bien. De eso no queda
ninguna duda. Deberíamos recordar, para ser justos y realistas, que el éxtasis
es una ambrosía difícil de conseguir y muy escasa.
Alicia Perris
No hay comentarios:
Publicar un comentario