viernes, 18 de junio de 2021

VERSIÓN CONCIERTO DEL ORLANDO DE VIVALDI HOLGADO Y AMABLE, CENTRA EL COMIENZO DEL FINAL DE ESTA TEMPORADA EN EL TEATRO REAL


Dramma per musica en tres actos

Música de Antonio Vivaldi (1797-1848). Libreto de Grazio Braccioli, basado en el poema épico Orlando furioso (1532) de Ludovico Ariosto.  Jueves 17 de junio, 2021. Versión concierto. Teatro Real.

Estrenada en el Teatro Sant’Angelo de Venecia el 10 de noviembre de 1727, El Orlando furioso (1532) de Ludovico Ariosto fue el espacio literario que facilitó la creación de óperas desde Lully hasta Haydn. En su caso, Il prete rosso, Antonio Vivaldi, compone uno de los triángulos amorosos que Haendel iba a tratar unos años después por separado, en Alcina (1735) y Orlando (1733, desarrollando los obstáculos interpuestos por la maga al amor de Ruggiero y Bradamante, y la ira amorosa de Orlando provocada por las relaciones de Medoro y Angelica, de la que también está prendado.

De Vivaldi solo se conservan una veintena entre obras completas, parcialmente salvadas y pastiches. Entre las que atravesaron los siglos, el Orlando Furioso, refulge como un tesoro que se despliega en una galería de personajes medievales que necesitan unas voces privilegiadas para representarlas. Las de esta noche en el Teatro Real, firman una propuesta solvente  que ha conseguido atraer a la audiencia, con un lleno total desde hace varios días y el aviso de “entradas agotadas”.

Dramma per musica en tres actos

Música de Antonio Vivaldi (1797-1848). Libreto de Grazio Braccioli, basado en el poema épico Orlando furioso (1532) de Ludovico Ariosto. Estrenada en el Teatro Sant’Angelo de Venecia el 10 de noviembre de 1727.

Estreno en el Teatro Real, en versión de concierto

Equipo artístico

Armonia Atenea

Director musical | George Petrou

Reparto

Orlando | Max Emanuel Cencic

Angelica | Julia Lezhneva

Alcina | Ruxandra Donose

Bradamante | Jess Dandy

Medoro | Philipp Mathmann

Ruggiero | David D.Q. Lee

Astolfo | Pavel Kudinov

 


“Le donne, i cavallier, l’arme, gli amori,

le cortesie, l’audaci imprese io canto,

che furo al tempo che passaro i Mori

d’Africa il mare, e in Francia nocquer tanto,

seguendo l’ire e i giovenil furori

d’Agramante lor re, che si diè vanto

di vendicar la morte di Troiano

sopra re Carlo imperator romano.

Dirò d’Orlando in un medesmo tratto

cosa non detta in prosa mai, né in rima:

che per amor venne in furore e matto,

d’uom che sì saggio era stimato prima”.

(Incipit Orlando furioso)

Basado en La chanson de Roland, poema caballeresco francés, el Cantar de Roldán, (Orlando), es un poema épico de caballería, uno de esos tratados que tanto influiría en el Quijote cervantino y en el universo operístico del barroco. El poema, amplio, generoso, se compone de cuarenta y seis cantos escritos en octavas (38.736 versos). Voltaire lo consideraba superior al Quijote y en la misma sintonía de calidad que la de los grandes clásicos grecolatinos.

Aquí se entremezclan historias del ciclo carolingio, algunos del ciclo bretón (gruta de Merlín, visita de Reinaldos de Montalbán a Inglaterra) e incluso algunos seres provenientes de la literatura clásica griega y latina. De hecho, abreva con solidez en las mismas aguas de la Odisea de Homero y el Purgatorio del Dante.

Se trataría, así, según algunos especialistas, de una continuación del “Orlando enamorado” de Matteo Maria Boiardo. Allá donde dejó éste inacabada su obra, la derrota del ejército de Carlomagno en los Pirineos por los árabes, es donde arranca Ariosto la suya.

Cuando reincorpora los personajes de su predecesor, dedica una o dos octavas a resumir las aventuras narradas por Boiardo en el “Enamorado”. A pesar del nombre que da título a la obra, Orlando (o Roldán, si se prefiere) no es el protagonista absoluto del poema, sino uno más de los roles señeros que aparecen en él: el gran libro de aventuras es un continuo entrelazarse de historias de distintos personajes que van apareciendo y desapareciendo en la narración, encontrándose y distanciándose, según le plazca a Ariosto. Es posible que esto sea una causa de desconcierto para el lector poco avezado o el habituado en nuestros días a la linealidad de las series de televisión o los telediarios. Se trata de otra narrativa, otra geografía, otro universo.

A pesar de la sempiterna recomendación de los clásicos (Aristóteles en su Poética, lo explicó muy bien y casi todos los autores que vinieron después), no existe unidad de acción y el tiempo fluye. Pero  aunque incluso un resumen comprensivo sería muy largo, pueden establecerse algunos puntos en torno a los que gira el magnífico fresco de Ariosto: el tema épico representado por la lucha entre moros y cristianos y los distintos combates que protagonizan entre sí los héroes del poema. El tema amoroso cuya figura central es Angelica y el secundario más sobresaliente, Orlando. Y el trasfondo laudatorio de exaltación de la Casa d'Este, señores de Ferrara en tiempos de Ariosto. El conjunto, por lo tanto, está dedicado por el escritor, como era habitual en tiempos de magníficos mecenas,  “allo Ilustrissimo e Reverendissimo Cardinale donno Ippolito da Este, suo signore.

“Os plegue, hercúlea prole generosa,

adorno y esplendor del siglo nuestro,

Hipólito, aceptar esto que osa

y daros sólo alcanza un siervo vuestro”. (Orlando furioso, I, 3, vv. 1–4)

Stefano Accorsi, famoso actor italiano y conocido en España por su serie “1992, 93 e 94”, nació en Bolonia en 1971 y presentó hace poco tiempo en los Teatros del Canal, su versión unipersonal del Orlando Furioso. Su expresividad, la dicción italiana, y el arrojo que le puso a su alocado enamorado, dio un ejemplo inolvidable de cómo hacer teatro. Emocionante.

Ya en 1713, en el Teatro Sant'Angelo di Venezia, se había presentado con éxito una partitura del compositor boloñés Giovanni Alberto Ristori con libro de Grazio Braccioli, titulado Orlando furioso. A Vivaldi le apasiona este tema.

 Esta ópera  se escenifica en noviembre de 1714 pero es recibida por el público con una cierta frialdad. Para mejorar esta situación, la gerencia de la sala vuelve a recuperar el proyecto de Ristori al que Vivaldi aporta algunos cambios.

Después de un alejamiento temporal mientras estuvo en Milán y Roma, en otoño de 1725, el sacerdote retoma la colaboración con el Teatro Sant'Angelo y, a partir de 1726, se presenta ya a partir de esas fechas, como su “Director de Música” ".

Un nuevo desafío para su carrera lírica, como escribe Laura Pietrantoni en el Texto tratto del programa de mano del Concierto dell'Accademia di Santa Cecilia; Roma, Auditorium Parco della Musica, 16 ottobre 2008). Desde ese momento, se sucederán, en menos de 5 meses, tres obras maestras, Dorilla in Tempe (Teatro Sant'Angelo, 9 noviembre, 1726), Ipermestra (Firenze, Teatro alla Pergola, 25 de enero, 1727) y Farnace (Teatro Sant'Angelo, carnaval 1727).

En 1727 el compositor ha pasado muchas estaciones retomando el Orlando. Entonces decide recuperar la primera versión de Braccioli, más fiel al original literario, y, como era en aquel tiempo frecuente, agregándole algún pasaje de óperas anteriores.

La mezzosoprano Lucia Lancetti, habituada a los  “ruoli en travesti", que ya había fascinado en Ipermestra., formará parte del elenco.  El papel de Alcina, rico en arias fulgurantes, se reservó para la favorita de Vivaldi (en sentido amplio), Anna Girò. Angelica estuvo a cargo de la soprano veneziana Benedetta Soresina y Maria Caterina Negri - una de las contraltos más apreciada por Haendel - firmó Bradamante. A dos jóvenes cantantes "alle prime armi", Casimiro Pignotti y Giovanni Andrea Tassi, se les confió los papeles de Medoro y Ruggiero y al bajo Gaetano Pinetti, Astolfo. En general, Vivaldi no disfrutaba excesivamente con las tesituras de castrati.

Como explica Pietrantoni, en su exhaustivo comentario, sólido y muy bien documentado, el argumento le ofrece múltiples posibilidades al compositor, dejando la rigidez estructural para crear notables efectos escénicos: utiliza sistemáticamente grandes arias (siguiendo la forma tripartita) con magnificencia: tipologías patéticas, de furia, de tempestades, virtuosísticas, a los dioses, en una mezcla de seducción melódica, vitalidad rítmica espectacular y breves ariettas “explosivas”, con un uso del recitativo, secco o accompagnato “.

Armonia Atenea es un proyecto de la Camerata de Atenas, fundado en 1991 en la inauguración de la sala de conciertos Megaron de Atenas, donde tiene su sede desde entonces. En otoño de 2009, inició una colaboración regular con el director de orquesta George Petrou, interpretando con instrumentos de época un amplio repertorio que va del barroco al clasicismo. Además de sus actividades habituales con instrumentos antiguos, la orquesta mantiene diversos proyectos en el ámbito de la ópera y la música contemporánea. Y su director, George Petrou está considerado como uno de los principales especialistas del barroco del mundo, sin embargo, su actividad musical es muy amplia, e incluye música del siglo XX y contemporánea.

De hecho, el grupo tiene una especial delicadeza en atender y seguir las posibilidades de canto y evoluciones de las voces. Así, el Orlando, se trata de una composición coral, donde todos los instrumentos son importantes, aunque con un lucimiento discreto, si quitamos pasajes de flauta o clave, o cuerdas y por supuesto, y sobre todo, las voces.

El director Petrou, jugó con varios pasajes de otras partituras de Vivaldi, como se hacía entonces, quitando, poniendo y retomando aquí y allá, para mayor lucimiento, comodidad de los cantantes o en aras de una mayor espectacularidad, siempre agradecida por la audiencia. 

Al texto tan musical del propio Ariosto, una melodía abracadabrante en un italiano angélico, como diría el Embajador Miguel Ángel Ochoa Brun, director de la Escuela Diplomática de Madrid, que lo hablaba y entendía muy bien, se agrega la belleza de los compases de Antonio Vivaldi, alguien naturalmente dispuesto por un entorno fantástico, de paisajes de non finito como el del Gran Canal, los palazzi y los colores, muy intensos y sobrecogedores, de Venecia. Tierras oníricas, de magos y fantasmas, pero solares.

Las voces que defiendan este chef- d´oeuvre bendecido por la inspiración y el buen gusto, aunque bastante melancólico y contemplativo a pesar de los momentos más enérgicos, tienen que ser especiales como se explicó arriba, y con un rendimiento apropiado y exigente. En esa línea, las aportaciones afortunadas de Philipp Mathmann, el contratenor alemán muy joven que dio vida a Medoro y que parecía sobrevolar la escena, más que estar con los pies en el suelo.

De su misma cuerda, el canadiense-coreano formado en la Academia de Música de Vancouver, David DQ Lee, de una prestancia escénica arropada por una vestimenta imaginativa y chic, bien servida por una emisión franca, convencida y desenvuelta.

Ravel Kudinov, con algunas dudas pero centrado luego, en el papel de Astolfo, los rusos tienen un flair especial para cantar y lo hacen como si conectaran con las profundidades telúricas de sus entrañas. Cantar forma parte de sus prebendas naturales, como es el caso de la soprano de la misma nacionalidad Julia Lezhneva, que dibujó una Angélica compleja, rica, llena de detalles, con un instrumento fresco, bien manejado, excelente fiato y línea de canto. Estudió en el Conservatorio de Moscú y tuvo como acompañantes de escena de la talla de Juan Diego Flórez, en grandes salas de concierto internacionales.

Max Emanue lCencic, el contratenor croata no deslumbró, pero la discreción también cuenta y un buen vínculo y sintonía musical con el resto del elenco. 

Perfectamente adaptadas a sus roles Ruxandra Ronose, mezzo rumana como Alcina, otra criatura fascinante en este poblado de luces y sombras que constituyen el maravilloso corpus del Ariosto, como si hubiera sido la prefiguración de los tomos por entregas de un  Alejandro Dumas del XIX, con sus mosqueteros, sus malvados, sus reyes y sus misterios y trucos, sin olvidar nunca a los dioses y el elemento mágico.

La contralto Jess Dandy es Bradamante y cierra este plantel de voces escogidas, porque la exigencia en la Ópera Barroca permite menos licencias que otras y los mínimos que hay que exhibir para dar la talla, son bastante máximos. Es reiterativo el comentario pero es nuclear.

El coliseo de la plaza de Oriente estaba prácticamente lleno. Debido a un fallo informático, hubo que recolocar algunas plazas y algunos asistentes, pero bien está lo que bien acaba. Y el público aplaudió y recompensó y la crítica seguramente también, al completo.

En caso de que la Netrebko no esté dentro de las posibilidades de asistencia de esta cronista, por razones de cupo u otras ofertas musicales bien entrados ya en periodo estival, un excelente verano para todos los que hicieron posible que la cultura conservara en parte una posibilidad de honestidad y de frescura. Lejaim y Shalom! 

Alicia Perris  

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