Nos encontramos con el cantante en el Circo Price, el “lugar del crimen”, escenario de otras entrevistas y de unos buenos conciertos en el cercano verano que no acaba de terminar en la ciudad. La noche del encuentro, el recital de Hugh Laurie, el Doctor House, que quedará para siempre asociado a la voz esplendorosa y transparente de Alfredo.
Las primeras palabras del encuentro son para el
susto del artista, que se sorprende por la cantidad de preguntas que adivina
tiene que contestar esa tarde.
Comentamos el cierre de algunas revistas de
música y el hecho de que el futuro de muchas publicaciones está en el ámbito
digital y no en el papel y de algunas de diferentes disciplinas y el
reordenamiento de otras, que nos dejan más desamparados si cabe en este nuevo panorama
de la cultura que se dibuja en España, más empobrecido y más escaso.
Pero Alfredo no se ve aparentemente afectado por
esa oleada de ausencias, porque está trabajando mucho y bien y le esperan
varias convocatorias la temporada que comenzará para él a finales de agosto en
Estados Unidos.
A Alfredo le gusta cómo escribo y le llama la
atención que hubiera sido alumna de coro del maestro Carlos Guastavino, en un
conservatorio mítico que hace décadas ya cambió de sede. El territorio perdido
de la infancia, el piano y el Teatro Colón envuelto en los días de la niñez y
la calidez de las viejas partituras. Y entonces comenta:
A.G. A mí en una época me dio por las obras de Guastavino y estando en Buenos Aires (por entonces yo estaba en la Escuela de Canto antes de irme a Viena), conseguí su teléfono y estuve hablando mucho tiempo con él. Era un señor encantador.
A.G. A mí en una época me dio por las obras de Guastavino y estando en Buenos Aires (por entonces yo estaba en la Escuela de Canto antes de irme a Viena), conseguí su teléfono y estuve hablando mucho tiempo con él. Era un señor encantador.
A.P. Y en aquellos tiempos los profesores se
vestían tan bien, eran tan elegantes (sé que es un comentario reaccionario,
pero era así). Cuando vine a España (Alfredo me pregunta al comienzo de la
entrevista si soy argentina y le digo que sí, que de la capital) estuve en
numerosas ocasiones diciéndole a la gente que me encontraba que “Se equivocó la
paloma” no era de Serrat, aunque él la cantara, sino de mi maestro, de
Guastavino. Tenía unas manos largas, maravillosas, cuidadas y se enfadaba de
verdad cuando desafinábamos.
Primer cambio de mesa. Amenaza lluvia, la gente
empieza a dar vueltas por la cafetería y Alfredo me expresa la admiración y el interés
que tiene también por Hugh Laurie, que ya se está haciendo presente en el
público que empieza a rondar por el Price.
Le cuento a Alfredo al que descubrí en el papel
de Don Quijote en El Escorial, que trabajé en la Mancha hace años y que para mí
esas tierras tienen un significado especial. Me empiezo a dar cuenta, con
preocupación, que esta es la historia del cazador cazado, que la periodista es
casi la que más cosas cuenta, pero Alfredo se sonríe, se sorprende y se ríe
casi continuamente y eso está también y es muy reconfortante.
A.G. Estos días me quedaré por aquí porque muy
pronto salgo para Boston, para el Festival de Tanglewood.
A.P. El espectáculo del Quijote en El Escorial
salió redondo-le comento-. Con esa escenografía clásica y ese vestuario, se
agradece de verdad.
A.G. ¿Ah sí? Está bien que alguien lo diga
porque desde dentro no se aprecia. La verdad que los personajes clásicos de la
literatura aguantan mal los planteamientos contemporáneos. Además Guillermo
Heras, el director de escena, hizo un trabajo fantástico, igual que el
responsable musical, José Luis Castillo, que vive en Mexico.
A.P. Tengo aquí unas preguntas… ¿Cómo se desliza
uno entre Don Quijote y Don Juan?
A.G. Creo que la conexión está precisamente en
que ambos son personajes clásicos y universales, que hacen que comuniquemos directamente
con ellos. Don Quijote es un clásico y es inevitable sentirse aludido. Cuando a mí me llamaron para
representarlo pensé que me iban a echar, porque no tengo ni el físico, ni la
edad, pero la maquilladora hizo maravillas. La verdad es que tuve que pensarlo
mucho, porque yo soy muy enérgico. Don Quijote también lo es pero tiene una
fragilidad especial. Ya había hecho ese personaje en Dresde con Frühbeck de Burgos
y luego con la orquesta Enigma en el Auditorio de Zaragoza, representado,
varias veces.
De Don Juan siempre se ha escrito mucho. Es uno
de los roles más complejos porque tiene muchas caras.
A.P. El que tiene un verdadero tratado sobre Don
Juan es Gregorio Marañón, que tenía también un cigarral en Toledo.
A.G. Yo he leído varios Don Juan, el de Lord
Byron, todos los que se han escrito y el que más me gustó es el de Zorrilla. Es
el que me tiene más enganchado.
A.P: Además tiene un verso muy atrayente, muy
dulce… Alfredo, ¿Qué es un barítono?
A.G. Barítono es la persona que se acomoda a
cantar determinados registros y determinados roles. Además hay muchos más tipos
de barítono que los que vienen en los libros sobre la voz. Lo peculiar del
instrumento vocal es que cada uno tiene su propia peculiaridad, su propia
extensión. Barítono es el que canta de barítono.
A.P. Dicen que es la voz más natural, ¿no?
A.G. Yo creo que depende de los países, de las
geografías, de la edad. Don Quijote casi siempre es barítono porque es un señor
mayor.
A.P. El caso de Plácido…
A.G. A mí me sorprendió haciendo de Rigoletto.
Creo que es un caso irrepetible en la historia. Cómo un tenor puede hacer
Rigoletto, así. Con los años la voz va cogiendo otro color, otra textura.
A.P. Cuando le preguntaron a Montserrat Caballé
con qué cantaba dijo que con el útero (Alfredo se ríe con ganas). Igual que
Cecilia Bartoli cuando comentó la importancia de las etapas femeninas y
hormonales en la mujer y dijo que ese tema le preocupaba.
A.G. Yo creo que a los cantantes hay que
hacernos caso relativamente.
A.P. Es un poco abrir el paraguas…
A.G. Y luego es cómo canta uno y la reflexión
que hace uno de la voz. Bartoli es apasionada, relaciona y construye su
repertorio con otras cosas. Creo que ella es muy profunda y eso no es muy
frecuente. Se agradece mucho cuando hay artistas que te aportan eso.
A.P. ¿Qué hace un barítono en una sociedad como
ésta?
A.G. ¡Qué buena pregunta! Creo que intentar
formar parte de ella de alguna manera. En mi caso no intento aportar algo a los
demás como que lo que me rodea me aporte a mí y luego cuando canto intento dar
lo que soy pero trato de absorber a nivel vocal y en otros ámbitos. Me gusta
mucho el teatro, la literatura. Me gustan muchas cosas e intento como una
aspiradora acercarme a todas ellas. Luego si sale algo de eso en la manera de
cantar, es posible, no lo sé.
A.P. ¿Qué te legaron tus maestros, como Aragall,
por ejemplo?
A.G. De todos se aprende. A veces lo que más
aprendes no es lo vocal. De Aragall tengo un recuerdo de elegancia, de integridad
personal enorme.
A.P. Aragall se retiró pronto, ¿no?
A.G. Sí, creo que con los grandes, cuando se
retiran, siempre pensamos que es demasiado pronto. Uno siempre desea que se
prolonguen, que se queden a nuestro lado. Sería difícil decir qué he aprendido
de cada profesor, pero de todos he aprendido, de todos. Incluso de los
compañeros. La actitud que uno tiene que tener en la vida es estar con los ojos
bien abiertos. Aprendo mucho de mi padre. Mis padres –los dos- me han apoyado
muchísimo. Los volví locos porque al principio quería ser guitarrista. Me
compraron una guitarra maravillosa, luego pianista y compositor, me compraron
un piano fantástico. Y finalmente, cuando les dije que quería ser cantante,
casi me matan.
A.P. Bueno, ahí ya no tenían por lo menos que
comprarte el instrumento.
A.G. Sí, ahí ya me lo habían comprado.
A.P. Tú estudias con piano.
A.G. Sí, es lo más socorrido.
A.P. ¿Hay algo más tentador que viajar y cantar?
A.G. Muy tentador. Solo cantar es algo que me
llena y me hace muy feliz y me hace sentir un privilegiado. Es un regalo que te
da la vida, pero intento disfrutar de muchas cosas…
A.P. La voz es el nombre y el apellido de
alguien. ¿Algo más?
A.G. Los humanos queramos o no siempre tenemos
la voz tintada de nuestras emociones, de nuestro estado de ánimo, de nuestro
psiquismo y es imposible extraer todos los matices de la voz hablada. Siempre
me ha resultado algo más expresivo aunque no esté dentro de lo musical, una
riqueza de la que no siempre somos conscientes.
A.P. La verdad es que yo al menos no me puedo
relacionar con gente cuya voz me resulta desagradable. No me importa que sea
una voz bella sino una voz con la que empatizo.
A.G. Es cierto que cuando encuentro una buena
voz… por ejemplo, el que dobla al Dr. House tiene una voz que me encanta. Y
cuando hace otro personaje lo reconozco enseguida.
A.P. Es un poco redundante, pero ¿qué hace un
barítono madrileño por el mundo?
A.G. Sobre todo asombrarme y apasionarme con las
cosas que conozco. Me encanta viajar, ir a sitios nuevos, volver a lugares ya
conocidos. Observar.
A.P. ¿Has estado en Oriente, en la India por
ejemplo?
A.G No en la India, pero sí he cantado en Japón.
A.P. Bueno, Japón es un mundo aparte.
A.G. El mapa de la ópera en el mundo es el de la
economía. ¿Dónde se hace más ópera? En Estados unidos, Europa, Japón.
A.P. ¿Has cantado en el Colón?
A.G. Ya me gustaría a mí. Es un teatro
maravilloso, con una acústica perfecta y es como un Titanic que no se ha
hundido y que no se hunda jamás y está en Buenos Aires…
A.P. Ahí termina Hannibal. La gente no lo sabe
porque no lee el libro, solo ve la película. Uno de mis libros de cabecera…Cuando
huye con Clarice, la peripecia se cierra en una función en el Teatro Colón. Y
entonces estoy tentada de llamar al autor de Hannibal, Thomas Harris y decirle
si escribimos a medias otra secuela a partir del Colón, en Buenos Aires…
A.P. Haces ópera, oratorios, recitales, ¿cuándo
te expresas mayor y eres más tu mismo?
A.G. Me expreso mejor cuando no repito todo el
tiempo el mismo género. Me empiezan a faltar otras cosas. Me gusta expresarme y
acercarme a diferentes géneros musicales. El tiempo es un poco tirano. He cantado
oratorios, la Novena de Beethoven y es un regalo. Procuro el repertorio que me
viene mejor vocalmente. ¿Cómo rechazar la Novena de Beethoven? Yo la haría
gratis (y espero que no se entere mi agente).
A.P. Una beca del Ministerio de Asuntos
Exteriores. ¿te tocó la lotería?
A.G. No, no, no. Era para Viena. Esa en concreto
tuve que venir de Viena a Madrid a hacer una audición en el Auditorio con un
montón de músicos. Había un tribunal, luego te ibas y ya te avisaban. La de Juventudes
Musicales y Amigos de la Opera de Madrid me la dieron los dos, también tenía un
tribunal con Enrique Franco. Son becas que creo haber merecido con mi trabajo,
con mi esfuerzo.
A.P. ¿Cómo se lleva la responsabilidad de tantos
estrenos?
A.G. Cuando escojo un rol intento que sea lo más
honesto posible y lo más cercano a mi personalidad. Me entrego todo lo que
puedo y luego me relajo. Uno da lo que tiene y lo que no se puede perdonar es
quedarse corto en la entrega y la entrega tiene que ser absoluta. Me gusta el
contacto con el compositor e intento contrastar con el director de escena. Con
Tomás Marco tengo una excelente relación y me ha compuesto una ópera, Don Juan
Tenorio. Me encantaría hacer esa ópera.
A.P. ¿Con una agenda de infarto queda tiempo
para mucho más?
A.G. Sí, debe quedar tiempo. Si no hay tiempo
para otras cosas no habría combustible para la música. Todo el mundo debe estar
nutrido de muchas otras cosas.
Y Alfredo me cuenta que en Viena uno de sus
maestros se sorprendió de que hubiera leído a Thomas Mann, que desconocía el
resto de compañeros. Y se pregunta ¿cómo se puede representar el Quijote, si no
te has aproximado literariamente a él? Esa es una de las cosas que hace Plácido
Domingo. Indaga sobre el rol, se informa y luego se convierte en un verdadero
tifón.
A.P. ¿De Paco Rabanne se siente uno mejor
vestido y amueblado?
A.G. (Se
ríe a carcajadas). La verdad que hay un último libro de Vargas Llosa que habla
de todas estas cosas. Mientras más artes se impliquen en una ópera, aquí caben
casi todas.
A.P. ¿Se puede recomponer el mundo cantando?
A.G. Yo creo que los artistas tienen una
situación muy privilegiada, podemos darle cosas a los demás, pero el cambio que
necesita el mundo, es de todos, individualmente y a través de todas los
ciudadanos, aunque es cierto que hay personas muy luminosas. Hay que hacer
cambios también a través de la educación.
A.P. ¿Está de moda lo alemán, lo germánico? ¿Los
bárbaros han vuelto a avasallar a Roma? ¿Depende no solo de lo musical, sino
también de lo diplomático, lo financiero, lo político?
A.G. Hay veces modas, hay corrientes. Lo que es
cierto es que cuando hay un repertorio de calidad… Desde luego la música
alemana es maravillosa, pero esto va por ciclos.
A.P. ¿Cómo te mantienes informado, la radio, los
periódicos, el tam-tam?
A.G. Soy adicto a las noticias. Primero pongo la
tele, voy cambiando. Leo como cuatro periódicos: El País, El Confidencial, El
Mundo, El New York Times, a veces Clarín. Depende del tiempo que tengo. Todo en
internet. Me gusta mucho lo digital.
A.P. ¿Qué vas a hacer ahora que se acabó House?
(La serie del médico es una especie de leit-motiv en la entrevista, un especie
de eterno retorno).
A.G. Es mi serie favorita. Intentaré olvidarme
de ella y no acordarme para verla otra vez. Lo curioso es que emplea unos
términos médicos que no entiende nadie pero a todos nos engancha. Es un
personaje lleno de pliegues, que parece real. Me gusta mucho la construcción
del rol, la humanidad que tiene.
A.P. ¿Qué te atrae de Guastavino y Ginastera?
Bueno, de Guastavino, ya hablamos…
A.G. De Guastavino, la belleza de su sencillez
aparente. Lo que hay detrás. Los pianistas cuando tocan a Guastavino sudan…
Ginastera…
A.P- Ginastera murió en Ginebra, como Borges…
A.G. Lo que tiene Ginastera es una melancolía
con un color que me atrapa. Es muy moderno. La Serenata para barítono y
violonchelo con poemas de Pablo Neruda: eso me encantó, recitar. En “Estancia”
también disfruté mucho. Canté con acento argentino. Tengo a Argentina muy cerca
de mí.
A.P. Escribes muy bien, ¿Has salido cantante y
además hombre de letras?
A.G. A lo que uno termina dedicándose no es más
que una serie de coincidencias. Todo estamos hechos para tomar diferentes
decisiones vitales. En mi caso, me ha llevado a cantar pero podría haber
terminado escribiendo o siendo informático. La literatura es maravillosa y
además tenemos la lengua española…Los seres humanos tenemos que ser narrados a
través de la palabra. La música también está con la palabra.
A.P. Tú has escrito: “Los encuentros en la vida
tienen mucho que ver con las tormentas silenciosas”.
A.G. ¿Eso lo escribí yo? ¿Me lo lees otra vez?
Pues sí, todos los encuentros de cierta
importancia dejan una huella. Yo he tenido la suerte de tener gente que me ha
aportado muchísimo. Mis padres, mi hermano que me ayuda a contrastar, es
economista. He tenido la fortuna de encontrar gente que me ha ayudado mucho,
mucho…
A.P. ¿Versace o Armani?
A.G. (Se ríe con ganas…). Lo importante es saber
que son grandes diseñadores pero que se puede vivir sin eso. Está bien
adornarse en la vida pero eso no es la vida.
A.P. ¿Tu rol favorito?
A.P. ¿Tu rol favorito?
A.G. Es el que estoy haciendo en ese momento.
Los roles favoritos…me gustan los antihéroes, los humanos con dobleces,
incompletos, que tienen la necesidad de ser cantados. El rol del típico guapo
termina siendo bastante aburrido.
A.P. ¿Cuáles son tus lugares favoritos en
Madrid?
A.G. ¡Uf! A mí Madrid es la ciudad que más me
gusta por la mezcla humana que tiene. Nunca he tenido un barrio. He tenido
muchas casas desde que me fui de la de mis padres con veintitantos años. Me
gusta la sensación de no pertenencia y que todos podamos ser de aquí.
A.P. ¿Vargas Llosa o García Márquez? ¿Conoces a
Manuel Mujica Láinez, el autor de Bomarzo?
A.G. Sí, te puedo decir que son dos faros, dos
gigantes. Lo que yo pueda ser en lo literario se lo debo a los dos. “El amor en
los tiempos del cólera” es una novela increíble y “La fiesta del chivo” o
“Conversaciones en la catedral” forman parte de mi equipaje.
De Mujica Láinez leí “Misteriosa Buenos Aires”,
porque le tengo mucho cariño a esa ciudad. Argentina es un país donde puede
suceder de todo. De las mejores cosas que me pasaron en Viena fue aprender a
bailar el tango con dos argentinos.
A.P. ¿Y cantaste tangos?
A.G. No, solo uno en la boda de una amiga en Bruselas.
A.P. ¿Te suicidarías o seguirías viviendo por
amor como el personaje de “The single man” de Tom Ford?
A.G. No vi esa película. No me suicidaría. Sí he
vivido el suicidio de cerca. Hay que meterse en la mente de la persona. Es una
anomalía. A mí me encanta la vida, soy muy vital y tendrían que estar las cosas
francamente mal para que me la quitase.
A.P. Freud decía que la muerte era también un
descanso…
Hablamos del Prigionero de Dallapiccola porque
Alfredo García tiene en su página web una cita muy sugerente sobre la
solidaridad y el compromiso personal del ser humano con sus semejantes que
invito a los lectores a rastrear. El barítono explica que la mujer de
Dallapiccola era judía. Cree que “los artistas no pueden no comprometerse,
aunque hay cantantes que no les gusta posicionarse porque piensan que entonces
no van a salir en la foto. Pero hay que estar del lado de los prisioneros, de
los torturados, de los desaparecidos.
A.G. Yo estuve entonces en Mauthausen. Los
cantantes deben estar ahí, tenemos la oportunidad de que alguien como tú nos
haga una entrevista y expresarnos. El arte nunca debe ser inocuo, estéril…Los
seres humanos somos contenido y podemos cambiar cosas. ¿Cómo eludir eso? El
Prigionero es un torturado por el poder y esto está sucediendo ahora mismo en
algún lugar del mundo.
Para terminar la entrevista le pregunto a
Alfredo por sus planes inmediatos. Me cuenta que cantará con un piano de 1810,
que viaja con su dueño, David Mason, que lo acompañará en el concierto en la
Semana de Música Religiosa de Madrid.
Nos despedimos. Se va Alfredo a encontrarse con
sus amigos, tranquilo, relajado, bajo la tarde que se desmaya en Madrid. Hay
gente en la vecindad de Atocha. Gente por todas partes. Una muchedumbre mestiza
que va y viene. Se arremolinan, se acercan y se cruzan. Circulan. Me voy por mi
parte al recital de Hugh Laurie, el Doctor House de sus desvelos. Parece que el
médico más conocido de la televisión abre y cierra esta historia.
A la salida del concierto, un impresionante
chaparrón ha caído sobre Madrid. Como diría Alfredo, un regalo, un premio por
el esfuerzo realizado esta tarde, por las risas, por las sonrisas, por las
frases enhebradas en la complicidad de un buen encuentro. Por todo lo que nos
contamos y lo que no. Me doy cuenta de que esta entrevista podría haber sido el
comienzo de un libro…
Alicia
Perris
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