El día 20 de septiembre y mientras dormía se apagó la estela de Olga Ferri, un referente indiscutible de la danza en Argentina, poco tiempo antes de alcanzar su 84 cumpleaños.
Había nacido el 20 de
septiembre de 1928 y su carrera en la escena se extendió hasta casi los 50
años. Se formó en el Instituto de Arte del Teatro Colón.
Se había formado con
Esmée Bulnes y fue protagonista en “La dama y el unicornio”, sobre una
propuesta de Jean Cocteau, en 1954 estuvo también dirigida al final de
los cincuenta por el mito cubano Alicia
Alonso en Giselle.
Actuó en los teatros
más conocidos del mundo entero con Rudolf Nureyev o José Neglia, que falleció
prematuramente en el accidente de avión donde también perdieron la vida los
bailarines del Colón Norma Fontenla, Antonio Zambrana, Carlos Santamarina,
Carlos Schiaffino, Margarita Fernández, Martha Raspante, Rubén Estanca y Sara
Boskovsky, el 10 de octubre de 1971.
Bailarines fallecidos en el accidente aéreo 1971
En esta fecha, a partir de entonces, se
conmemora en Argentina, el Día Nacional de la Danza. Muy cerca de Libertad y
Tucumán, vecina al teatro Colón, se puede contemplar desde hace años la Fuente
de los Bailarines, el monumento que recuerda la tragedia, una catástrofe para
la danza argentina e internacional. La fuente, creación del arquitecto Ezequiel
Cerrato no nos restaña las heridas de tan enorme pérdida, pero es un merecido
recuerdo.
El Teatro Colón se
convierte en un molde de creación para Olga, sobre todo desde la falta de
tantos bailarines de su misma generación que se habían perdido en el accidente
del Río de la Plata.
En 1971 Rudolf Nureyev
la elige para su versión de El cascanueces que estrenan juntos en Buenos Aires.
También bailará Romeo y Julieta (junto al desaparecido José Neglia), La
cenicienta de Skibine y La sylphide de Pierre Lacotte.
Se presenta en Nueva
York y Washington a partir de 1973 y se retira oficialmente 4 años después con
Coppelia, de Delibes. Fue maestra también del Ballet de Chile y dos veces
directora del Ballet Estable del Teatro Colón. Fue jurado internacional y se le
otorgó el Premio Konex de Platino en 1989. También consiguió el Gran Premio de
Honor Fondo Nacional de las Artes en 1977, la Orden al Mérito de los Caballeros
de San Martín de Tours en el Histórico Cabildo y fue nombrada Ciudadano Ilustre
de la Ciudad de Buenos Aires.
Recuerdo las tardes de
domingo sobre todo en Buenos Aires, ir a ver bailar a Neglia, a Fontenla y sus
compañeros y a Olga, que se deslizaba como una aparición por las maderas nobles
del suelo del escenario del Teatro Colón. El público, después de la actuación
la llamaba a saludar, “¡Ferri!, ¡Ferri!” y entonces parecía que el tiempo se
detenía y que no había nada más importante que aquel saludo extenuado de la
bailarina después de la función.
Ahora se incorpora no solo a nuestra retina, donde siempre ha estado, sino también al corazón de los porteños, junto a los queridos desaparecidos del accidente que les costó la vida. Todos juntos, en un baile sin fin, iluminarán a los que vengan para que las estrellas de la danza en el Teatro Colón sigan titilando y enamorándonos por muchos, muchos años. Como siempre lo hicieron. Norma Fontenla
Ahora se incorpora no solo a nuestra retina, donde siempre ha estado, sino también al corazón de los porteños, junto a los queridos desaparecidos del accidente que les costó la vida. Todos juntos, en un baile sin fin, iluminarán a los que vengan para que las estrellas de la danza en el Teatro Colón sigan titilando y enamorándonos por muchos, muchos años. Como siempre lo hicieron. Norma Fontenla
Alicia Perris
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