POR CARLES RULL
Tuvo varios nombres: Saruman, conde
Dooku, Scaramanga o Lord Summerisle. El suyo, el real, era Christopher Frank
Carandini Lee, pero para la mayoría del público el inglésChristopher Lee era sobre todo “Drácula”.
En 1958 la mítica productora
británica Hammer estrenaba Drácula (Horror
of Dracula), y su éxito hizo que dos años después llegara un secuela, Las
novias de Drácula (The Brides of Dracula) que a pesar de contar
con el mismo director, el no menos mítico Terence Fisher, y también
con Peter Cushing repitiendo
como el incansable cazador de vampiros Van Helsing, no cuajó entre los
espectadores. Lee se había caracterizado un año antes del estreno de Dracula
como el monstruo de La
maldición de Frankenstein (The Curse of Frankenstein, 1957),
pero mostrando su rostro y colmillos ataviado con su funesta capa se había erigido en el único sucesor de Béla Lugosi y ganado
definitivamente el favor del público.
El que no estuviera en Las novias de Drácula parece ser que
se debió a los conflictos con sus honorarios. Por la película de 1958 sólo
habría cobrado 750 libras (unos 1.037 euros) y a cambio había dado ingentes
beneficios en taquilla, con más de 25 millones de dólares (unos 22,3 millones
en euros de por entonces). Sin
embargo, la Hammer tuvo que volver a recurrir a él para que estuviera en Drácula,
príncipe de las tinieblas (Dracula: Prince of Darkness, 1966).
O eso o no había más dráculas.
Una de las notoriedades de esta
secuela es que el famoso personaje de Lee no decía ni mu en todo el metraje. Ni
una palabra (sólo una especie de chillido para comunicarse, más bien reprender,
a una de sus vampirizadas amantes). La crítica lo celebró, la actuación de Lee
se basaba únicamente en el poder de su mirada, porte y gestualidad. Todo un
hallazgo. Sin embargo, el actor llegó a decir al respecto que la razón de que
no tuviera ni una sola línea de diálogo era muy simple: “¡Leí el guión y vi los
diálogos! Y les dije a los de la Hammer, si
creéis que voy a decir alguna de estas líneas, estáis muy equivocados!”.O
sea, que le parecieron horribles, pero en el sentido de malas. El guionista Jimmy Sangster se
defendería años después en su autobiografía, Inside Hammer Wrote, asegurando que “Los vampiros no conversan.
Así que simplemente no le escribí ni una línea de diálogo. Pueden creer en la
palabar de Christopher Lee o en la mía. Pero no le escribí ni una palabra”.
El argumento y los diálogos de Drácula, principe de las tinieblas eran
bastante simples, la verdad, y más vistos hoy en día. Los diálogos sólo
cobraban fuerza cuando entraba en escena el Padre Sandor, interpretado por Andrew Keir.
Si aún se la recuerda como una de las grandes obras del fantástico es por Lee y por la dirección de Terence
Fisher,elegante, atmosférica y con un excepcional uso del color, sobre
todo del rojo de la sangre.
Del
‘porno soft’ a la segunda juventud
( Imagen vía SBS.com )
Su altura, metro y noventa y seis
centímetros, su aspecto aristocrático e imponente, poderoso y sobre todo
inquietante le convirtieron en uno de los iconos perfectos del cine de terror o
para interpretar al villano ideal. También fue el conde de Rochefort deLos Tres mosqueteros, Fu Manchú,
Sherlock Holmes y su hermano Mycroft. Se puso en la piel de Drácula en más de
una docena de ocasionesy lo convirtió
en icónico, fue venerado por legiones de fans en todo el mundo; también
aportó un mayor toque de sexualidad al mítico conde drácula.
En una entrevista de hace cuatro
años en The Telegraph aún
se hacia eco de otra curiosidad. Se
decía que había intervenido en una película de porno soft. ¿Era
cierto o una leyenda urbana? Cierto, reconocía Lee. Lo que ocurrió es que no
tenía ni idea de que estaba participando en una película erótica. Fue hacia
1970, recordaba, y en España.
Pasando por una época no
especialmente gratificante en temas económicos aceptó la propuesta de hacer
brevemente de narrador en un filme sobre el Marqués de Sade. Así que voló hasta
España para un sólo día de trabajo. Estaba vestido con traje de etiqueta para
cenar, y detrás de él había más gente. Todos llevaban la ropa puesta, así que
no vio nada especialmente particular o extraño en el rodaje. De vuelta a
Inglaterra, llegó a olvidarse por completo de esa película, hasta que un día un
amigo le relató que le había visto en una peli,pero en una sala de un cine porno de Old Compton Street. Profundamente
desconcertado y disgustado acudió a ese cine camuflado tras unas gafas oscuras
y una bufanda, y vio que efectivamente en los títulos de crédito aparecía su
nombre y también la susodicha escena. ¡Estaba furioso!, “¡cuando dejé España
ese día toda la gente que estaba detrás de mí se quitó la ropa!”.
La película, de cuyo nombre Lee prefiere
no acordarse, era muy probablemente Eugenie
(Historia de una perversión), dirigida por Jesús Franco. Tanto Jess
como Eugenio Martínfueron dos de los cineastas españoles que
tuvieron la enorme fortuna de contar con él para sus obras. Eugenio
Martín lo compartió junto a Cushing en Pánico en
el Transiberiano (1972), pese a sus defectos y limitaciones,
una obra de culto y una pequeña joya de nuestro cine fantástico. Jess lo
dirigió también en la infumable El
castillo de Fu Manchú y El conde
Drácula (que en su momento se promocionó como la versión más
fiel del libro de Bram Stoker, y más bien era un fiasco), pero Pere Portabella aprovechó
su estancia aquí para rodar lo mejor, un documental, un making off en blanco y negro y
vanguardista sobre Christopher Lee titulado Cuadecuc,
el vampir y que a causa de la censura franquista no vio la luz
entre nosotros hasta 2008.
Una de las mejores películas en las
que intervino fue en la también británica El hombre
de mimbre (The Wicker Man, 1973) dirigida por Robin Hardy (totalmente
olvidable el remake que protagonizó Nicolas Cage en
2006). Una de las propuestas más
inclasificables, perturbadoras, eróticas y a contra corriente que ha dado el
género, y Lee encarnando a Lord Summerisle, con el cabello
revuelto, de un estilismo difícil de olvidar, dueño y señor en una remota isla
escocesa en la que sus paisanos cultivan, además de la tierra, ritos paganos
desprovistos de todo prejuicio y moralidad, regados con sangre y sexo.
Interpretando al conde Dooku en la
nueva trilogía de Star Wars de George Lucas, las
precuelas, y especialmente a Saruman en El señor de los anillos (Lee llegó a conocer al mismo Tolkien y era un
gran fan de sus novelas) vivió una
segunda “juventud” cinematográfica, aunque ya fuera octogenario. Pero
la edad, al igual que el dominio de los idiomas, nunca fue un obstáculo para
Lee. Con 90 años y su voz de barítono llegó a grabar un álbum de heavy metal
conceptual dedicado a uno de su antepasados lejanos,Carlomagno. En la vida
real, además de actor, cantante y deportista consumado, llegó a ser espía y
cazador de nazis. La misma vida de Christopher Lee sería digna de llevarse al
cine.
A su memoria me gustaría dedicarle
esta suite de la
banda sonora compuesta por James Bernard (un
músico que se hizo imprescindible en la productora Hammer) para precisamente Drácula, el príncipe de las tinieblas. Hasta el minuto 2:35 puede escucharse el tema Funeral in Carpathia, de
lo más apropiado para despedirle con todos los honores. Falleció la mañana del
pasado 7 de junio, a los 93 años, por problemas respiratorios e insuficiencia
cardíaca. Moría entonces el hombre. Empezaba la leyenda.
http://blogs.20minutos.es/cine-el-cielo-sobre-tatooine/2015/06/13/christopher-lee-principe-de-las-tinieblas/
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