LAS VOCES DEL REAL. ¡VIVA VIVALDI!
Teatro Real, lunes 5 de octubre, 19 horas
Arias y extractos de
obras de Antonio Vivaldi (1768-1741)
Philippe Jaroussky, contratenor
Emóke Baráth, soprano
Lucile Richardot, contralto
Emiliano González
Toro, tenor
Julien Chauvin,
violinista y director musical de Le Concert de la Loge
Programa
Arias y extractos de
óperas de Antonio Vivaldi
La Fida Ninfa
2.- Non tempesta che gl'alberi sfronda
Andromeda liberata
3.- Sovente il sole (+ violín solo)
Lucile Richardot
Juditha Triumphans,
Segunda parte
4.- Armatae face et anguibus
Emóke Baráth
Il Giustino
5.- Vedrò con mio diletto
Philippe Jaroussky
6.- Il piacer della vendetta
Emiliano González Toro
Ottone in villa
9 .- Frema pur
Lucile Richardot
La Griselda
10.- Aria Tu vorresti col tuo pianto
Emiliano González
Toro
La Fida Ninfa
11.- Alma oppressa da sorte crudele
Emóke Baráth
Il Farnace
12.- Aria Gelido in ogni vena
Philippe Jaroussky
Ottone in villa
13.- Come l’onda con voragine
orrenda e profonda
Lucile Richardot
La Griselda
14.- Vede orgogliosa l'onda
Emóke Baráth
Orlando finto pazzo
15.- Se in ogni guardo
Philippe Jaroussky es tal vez, una de
las voces más bellas en el firmamento vocal internacional. Contratenor, su
técnica depurada y exquisita le prestan una extensión, una expresividad y una
musicalidad poco frecuentes en el panorama actual. El cantante (1978) ha
explorado un vasto repertorio barroco, desde el refinamiento del Seicento
italiano con Monteverdi, hasta la asombrosa brillantez de las arias de Händel y
Vivaldi, Steffani, Porpora, Caldara, Bach o Telemann. Colaboró y lo sigue haciendo con reconocidas
orquestas de instrumentos de época como Les Arts Florissants, Les Musiciens du
Louvre, Le Concert d’Astrée, y con directores como William Christie, Marc
Minkowski y René Jacobs. Lo acompañó en esta ocasión Le Concert de la Loge,
fundada en 2015 con la ambición de revivir un vínculo con la historia musical
francesa, el Concierto de la Logia Olímpica de 1783.
Jaroussky se ha establecido como uno de los contratenores más admirados de su generación, como confirman los premios franceses ‘Victoires de la Musique’, que el cantante recibió en 2004, como Artista lírico revelación, 2007 y 2010, como Artista lírico del año, y en 2009, como el mejor trabajo discográfico del año. También en Alemania se ha reconocido su carrera con múltiples galardones como Echo Klassik, entregados en 2005, 2008, 2011-12, y 2015.
Abordó también un
repertorio muy diferente,
centrado en melodías
francesas junto al
pianista Jérôme Ducros y textos de Paul Verlaine, un poeta
fundacional que compartimos ambos en las geografías de nuestra infancia. Sus
discos Opium y Green, llevados a la escena, crearon una atmósfera onírica e
irreal, mágica, que no se había conocido en el mundo del canto y menos en su
tesitura, la del proceloso universo de los castrati, de los que se ha dicho y
escrito, casi todo.
Enriqueció sus prestaciones con ‘Les Nuits
d’Été’ (Berlioz) y ha
incrementado su interés por
las obras contemporáneas, interpretando un
ciclo de obras
compuestas por Marc
André Dalbavie sobre
los sonetos de
Louise Labbé. Estrenó en el Real (2018) la ópera
‘Only the sound
remains’ (Kaija Saariaho),
compuesta específicamente para
su instrumento, en la
Nederlandse Opera Ballet
de Ámsterdam en
marzo de 2016
y en la
Ópera de París
en febrero de
2018, con la que encandiló al coliseo madrileño.
En 2002 fundó el Ensemble Artaserse, con el que actúa regularmente por toda Europa. Y ha grabado en exclusiva para el sello Erato-Warner Classics durante muchos años.
Hace un tiempo,
comienza a afianzarse
uno de sus
proyectos más personales:
la Academie de Philippe Jaroussky, para transmitir su técnica y sus
conocimientos como cantante y como músico, en el edifico de la Seine Musicale
de Boulogne- Billancourt, en París. La
Academia forma a jóvenes
músicos que sufren
aislamiento cultural, a
través de una
enseñanza original, extensa
y exigente. En
2009, fue nombrado
‘Chevalier de l’ordre
des arts et
des lettres’ por
el gobierno francés.
Su aventura sin embargo, comenzó en la constelación de los castrati
a los que no abandona en su repertorio. Algunos melómanos - muchos- comenzaron
a conocer la geografía de los cantantes mutilados en su día, gracias a la literatura
musical y poca discografía y sobre todo, por la película “Farinelli”, de Gérard
Corbiau (1994), el mismo director que había logrado una obra maestra con “El
maestro de música”, actuado y con la voz del barítono belga José van Damm.
Farinelli representó el acceso a un mundo oscuro y espejeante en la historia de
la música que parecía perdido para siempre.
Entonces se descubrieron las posibilidades y la seducción de la voz
del contratenor. A día de hoy, famosas voces de esta tesitura como Andreas
Scholl, el español Carlos Mena o Lestyn Davies, pasean su talento por las
mejores salas de concierto.
Philippe Jaroussky, con su voz original de barítono y como
“falsetista”, “nel mezzo del camin della sua vita”, como diría el Dante, con 42
años, hace ahora una interpretación casi conventual, religiosa, ceremonial y
sobria, de Vivaldi, ya que el contratenor francés opina que “es en el barroco
donde encontramos una conexión más fuerte con la ambigüedad y la posmodernidad
de nuestra propia época”.
En esta ocasión, serio, contenido, salvo tal vez en sus dos últimas intervenciones con Orlando finto pazzo, efervescente y desenvuelta y en el cuarteto final, un “encore” perfumado con la Primavera del “prette rosso” con sus compañeros. Jaroussky se presenta como de medio luto, un poco como la Europa pandémica que no conseguimos dejar atrás, desplegando un misticismo contemplativo, casi pietista, como las ceremonias de los calvinistas del siglo XVII, impregnadas de recogimiento.
Vestido con una sobriedad que recuerda al estilo del presidente
francés Macron, traje “su misura” gris marengo con chaleco, corbatín, el bello
rostro siempre luminoso y angélico, su fiato sigue prodigioso y recuerda,
salvando las distancias, a ciertos fuegos de artificio propios de Cecilia
Bartoli. Tiene además una espléndida
línea de canto. Sabe ser tierno, comunicador y regala unos matices que
encandilan. Y una musicalidad sorprendente y trabajada. Lo suyo es un don y
también el esfuerzo, la estrategia y el estudio. El trabajo. Vive imbuido
actuando de cierto magnetismo inexplicable, hipnótico. En la entrevista que me
concedió hace dos años, en cambio, su trato era abierto y comunicativo,
familiar y cercano.
Excelentes los músicos que lo acompañan, con varios instrumentos de
época, Le concert de la Loge, con la
dirección musical y el violín, siempre pautando ritmos y cadencias, entregado a
los cantantes, de Julien Chauvin. Se trata de un grupo muy compenetrado, afinado, con un sonido bonito, que acompaña con elegancia a los cantantes.
Bien escogidos y conformando un escenario compactado y eficiente,
la hermosa voz de contralto de la también francesa de Lucile Richardot, que mostró sus agilidades y sus graves bien resueltos.
Curiosa garganta, especial, de sonido peculiar y una personalidad que conectaba
con el entorno en cada situación de salida de escena, especialmente con el director musical, Julien Chauvin.
Emiliano González
Toro, tenor nacido en
Ginebra, de origen chileno y fogueado en muchas geografías europeas, acompañó
solvente al resto del elenco y fue ganando en anchura y decisión a medida que
avanzaba el concierto.
Emöke Baráth, joven soprano
húngara sirvió sus particellas de Vivaldi con frescura y elegancia, fraseando y
luciendo un ajustado fiato. Las dos cantantes lucieron vestimenta acorde con el
imaginario barroco, elegante, con brillos y tafetanes con tules. El vestido
escotado en burdeos de Richardot, con
claras luces y reminiscencias venecianas.
Muchos aplausos y reconocimiento para todos, el teatro sin embargo
lucía bastante deshabitado, las tres primeras filas de platea y muchas otras
vacías o despobladas, como los palcos y más arriba, seguramente por las normas
de protección sanitaria frente a la enfermedad, razón que explica además, que el
contratenor y el Teatro Real, decidieran replicar la actuación en dos funciones
contiguas, a las siete y a las 9 y media de la noche, circunstancia
infrecuente.
Un cuarteto de los cantantes
fue el único bis, con el comienzo de La fida ninfa, De’ll aura al susurrar,
chispeante y con burbujas, como para una despedida adecuada.
Alicia Perris
Fotos, Javier del Real
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