miércoles, 7 de octubre de 2020

CON PHILIPPE JAROUSSKY, UN RECITAL TERAPÉUTICO CON ESCOGIDOS ARTISTAS, CON VIVALDI EN EL TEATRO REAL

 

LAS VOCES DEL REAL. ¡VIVA VIVALDI!

Teatro Real, lunes 5 de octubre, 19 horas

Arias y extractos de obras de Antonio Vivaldi (1768-1741)

Philippe Jaroussky, contratenor

Emóke Baráth, soprano

Lucile Richardot, contralto

Emiliano González Toro, tenor

Julien Chauvin, violinista y director musical de Le Concert de la Loge

Programa

Arias y extractos de óperas de Antonio Vivaldi

La Fida Ninfa

2.- Non tempesta che gl'alberi sfronda

Andromeda liberata

3.- Sovente il sole (+ violín solo)

Lucile Richardot

Juditha Triumphans, Segunda parte

4.- Armatae face et anguibus

Emóke Baráth      

Il Giustino

5.- Vedrò con mio diletto  

Philippe Jaroussky                           

6.-  Il piacer della vendetta                             

Emiliano González Toro

Ottone in villa

9 .- Frema pur

Lucile Richardot

La Griselda

10.- Aria Tu vorresti col tuo pianto

Emiliano González Toro

La Fida Ninfa

11.- Alma oppressa da sorte crudele  

Emóke Baráth

Il Farnace

12.- Aria Gelido in ogni vena      

Philippe Jaroussky

Ottone in villa

13.-  Come l’onda con voragine orrenda e profonda

Lucile Richardot

La Griselda

14.- Vede orgogliosa l'onda   

Emóke Baráth

Orlando finto pazzo

15.-  Se in ogni guardo                                          

Philippe Jaroussky es tal vez, una de las voces más bellas en el firmamento vocal internacional. Contratenor, su técnica depurada y exquisita le prestan una extensión, una expresividad y una musicalidad poco frecuentes en el panorama actual. El cantante (1978) ha explorado un vasto repertorio barroco, desde el refinamiento del Seicento italiano con Monteverdi, hasta la asombrosa brillantez de las arias de Händel y Vivaldi, Steffani, Porpora, Caldara, Bach o Telemann.  Colaboró y lo sigue haciendo con reconocidas orquestas de instrumentos de época como Les Arts Florissants, Les Musiciens du Louvre, Le Concert d’Astrée, y con directores como William Christie, Marc Minkowski y René Jacobs. Lo acompañó en esta ocasión Le Concert de la Loge, fundada en 2015 con la ambición de revivir un vínculo con la historia musical francesa, el Concierto de la Logia Olímpica de 1783.

Jaroussky se ha establecido como uno de los contratenores más admirados de su generación, como confirman los premios franceses ‘Victoires de la Musique’, que el cantante recibió en 2004, como Artista lírico revelación, 2007 y 2010, como Artista lírico del año, y en 2009, como el mejor trabajo discográfico del año. También en Alemania se ha reconocido su carrera con múltiples galardones como Echo Klassik, entregados en 2005, 2008, 2011-12, y 2015.


Abordó también un  repertorio  muy  diferente,  centrado  en  melodías  francesas  junto  al  pianista  Jérôme  Ducros y textos de Paul Verlaine, un poeta fundacional que compartimos ambos en las geografías de nuestra infancia. Sus discos Opium y Green, llevados a la escena, crearon una atmósfera onírica e irreal, mágica, que no se había conocido en el mundo del canto y menos en su tesitura, la del proceloso universo de los castrati, de los que se ha dicho y escrito, casi todo. 

Enriqueció sus prestaciones con ‘Les  Nuits  d’Été’  (Berlioz) y ha incrementado su  interés  por  las  obras  contemporáneas, interpretando  un  ciclo  de  obras  compuestas  por  Marc  André  Dalbavie  sobre  los  sonetos  de  Louise  Labbé. Estrenó  en el Real (2018) la  ópera  ‘Only  the  sound  remains’  (Kaija  Saariaho),  compuesta  específicamente  para  su instrumento,  en  la  Nederlandse  Opera  Ballet  de  Ámsterdam  en  marzo  de  2016  y  en  la  Ópera  de  París  en  febrero  de  2018, con la que encandiló al coliseo madrileño.

En  2002  fundó  el  Ensemble  Artaserse,  con  el  que  actúa  regularmente  por  toda  Europa.  Y ha  grabado  en  exclusiva  para  el  sello  Erato-Warner  Classics  durante  muchos  años.


Hace un tiempo, comienza  a  afianzarse  uno  de  sus  proyectos  más  personales:  la  Academie de Philippe  Jaroussky, para transmitir su técnica y sus conocimientos como cantante y como músico, en el edifico de la Seine Musicale de Boulogne- Billancourt, en París. La  Academia  forma a  jóvenes  músicos  que  sufren  aislamiento  cultural,  a  través  de  una  enseñanza  original,  extensa  y  exigente.  En  2009,  fue  nombrado  ‘Chevalier  de  l’ordre  des  arts  et  des  lettres’  por  el  gobierno  francés.

Su aventura sin embargo, comenzó en la constelación de los castrati a los que no abandona en su repertorio. Algunos melómanos - muchos- comenzaron a conocer la geografía de los cantantes mutilados en su día, gracias a la literatura musical y poca discografía y sobre todo, por la película “Farinelli”, de Gérard Corbiau (1994), el mismo director que había logrado una obra maestra con “El maestro de música”, actuado y con la voz del barítono belga José van Damm. Farinelli representó el acceso a un mundo oscuro y espejeante en la historia de la música que parecía perdido para siempre.

Entonces se descubrieron las posibilidades y la seducción de la voz del contratenor. A día de hoy, famosas voces de esta tesitura como Andreas Scholl, el español Carlos Mena o Lestyn Davies, pasean su talento por las mejores salas de concierto.

Philippe Jaroussky, con su voz original de barítono y como “falsetista”, “nel mezzo del camin della sua vita”, como diría el Dante, con 42 años, hace ahora una interpretación casi conventual, religiosa, ceremonial y sobria, de Vivaldi, ya que el contratenor francés opina que “es en el barroco donde encontramos una conexión más fuerte con la ambigüedad y la posmodernidad de nuestra propia época”.

En esta ocasión, serio, contenido, salvo tal vez en sus dos últimas intervenciones con Orlando finto pazzo, efervescente y desenvuelta y en el cuarteto final, un “encore” perfumado con la Primavera del “prette rosso” con sus compañeros. Jaroussky se presenta como de medio luto, un poco como la Europa pandémica que no conseguimos dejar atrás, desplegando un misticismo contemplativo, casi pietista, como las ceremonias de los calvinistas del siglo XVII, impregnadas de recogimiento.


Vestido con una sobriedad que recuerda al estilo del presidente francés Macron, traje “su misura” gris marengo con chaleco, corbatín, el bello rostro siempre luminoso y angélico, su fiato sigue prodigioso y recuerda, salvando las distancias, a ciertos fuegos de artificio propios de Cecilia Bartoli. Tiene además  una espléndida línea de canto. Sabe ser tierno, comunicador y regala unos matices que encandilan. Y una musicalidad sorprendente y trabajada. Lo suyo es un don y también el esfuerzo, la estrategia y el estudio. El trabajo. Vive imbuido actuando de cierto magnetismo inexplicable, hipnótico. En la entrevista que me concedió hace dos años, en cambio, su trato era abierto y comunicativo, familiar y cercano.

Excelentes los músicos que lo acompañan, con varios instrumentos de época, Le concert de la Loge, con la dirección musical y el violín, siempre pautando ritmos y cadencias, entregado a los cantantes, de Julien Chauvin. Se trata de un grupo muy compenetrado, afinado, con un sonido bonito, que acompaña con elegancia a los cantantes.

Bien escogidos y conformando un escenario compactado y eficiente, la hermosa voz de contralto de la también francesa de Lucile Richardot, que mostró sus agilidades y sus graves bien resueltos. Curiosa garganta, especial, de sonido peculiar y una personalidad que conectaba con el entorno en cada situación de salida de escena, especialmente con el director musical, Julien Chauvin.

Emiliano González Toro, tenor nacido en Ginebra, de origen chileno y fogueado en muchas geografías europeas, acompañó solvente al resto del elenco y fue ganando en anchura y decisión a medida que avanzaba el concierto.

Emöke Baráth, joven soprano húngara sirvió sus particellas de Vivaldi con frescura y elegancia, fraseando y luciendo un ajustado fiato. Las dos cantantes lucieron vestimenta acorde con el imaginario barroco, elegante, con brillos y tafetanes con tules. El vestido escotado en burdeos  de Richardot, con claras luces y reminiscencias venecianas.

Muchos aplausos y reconocimiento para todos, el teatro sin embargo lucía bastante deshabitado, las tres primeras filas de platea y muchas otras vacías o despobladas, como los palcos y más arriba, seguramente por las normas de protección sanitaria frente a la enfermedad, razón que explica además, que el contratenor y el Teatro Real, decidieran replicar la actuación en dos funciones contiguas, a las siete y a las 9 y media de la noche, circunstancia infrecuente.

Un  cuarteto de los cantantes fue el único bis, con el comienzo de La fida ninfa, De’ll aura al susurrar, chispeante y con burbujas, como para una despedida adecuada.

Alicia Perris

Fotos, Javier del Real


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