PAN Y TOROS. Zarzuela en 3 actos. Música, Francisco Asenjo Barbieri. Libreto, José Picón.
Equipo artístico
Dirección musical, Guillermo García Calvo. Orquesta de la Comunidad de
Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela)
Dirección de escena, Juan Echanove
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, Director Antonio Fauró
Rondalla Lírica de Madrid «Manuel Gil»
Escenografía y vestuario, Ana Garay
Iluminación, Juan Gómez Cornejo (AAI)
Coreografía, Manuela Barrero
Videoescena Álvaro Luna
Reparto
DOÑA PEPITA, Yolanda
Auyanet
LA PRINCESA DE LUZÁN, Carol García
EL CAPITÁN PEÑARANDA, Borja Quiza
LA TIRANA, Milagros Martín
GOYA, Gerardo Bullón
LA DUQUESA, María Rodríguez
EL ABATE CIRUELA, Enrique Viana
EL CORREGIDOR QUIÑONES, Pedro
Mari Sánchez
PEPE-HILLO, Carlos Daza
PEDRO ROMERO, Pablo Gálvez
COSTILLARES, José Manuel Día
EL GENERAL, Pablo López
EL SANTERO, Alberto Frías
JOVELLANOS, César Sánchez
LA MADRE, Lara Chaves
EL PADRE, Sandro Cordero
EL NIÑO, Julen Alba
EL DEL PECADO MORTAL, Juan Sousa* EL MOZO DE CUERDA, Javier Alonso*
VENDEDORES, Paula Alonso*, Alberto Camón*, Patricia Castro*,
Patricia Illera*, Sonia Martínez*, Graciela Moncloa*, Ricardo Rubio* * Miembro del Coro Titular del Teatro de la
Zarzuela.
BAILARINES-FIGURANTES, Alberto Aymar, Julia Cano, Davicarome,
Teresa Garzón, Pablo Gutiérrez, Cisco Lara,
Sonia Libre, Raúl Melcón, Ana F. Melero, Úrsula Mercado, Inés Narváez,
Karel H. Neninger, Esther Ruiz, Gonzalo Simón, Fernando Trujillo.
Realización de la escenografía
Mambo Decorados, SL (Madrid)
Realización del vestuario
Maribel RH (Madrid)
Sobretitulado Noni Gilbert (traducciones),
Antonio León (edición y sincronización), Víctor Pagán (coordinación)
Pan y toros (en una alusión inconfundible con el Panen et circenses romano, esta frase se origina en Roma en la
Sátira X del poeta latino Juvenal (circa
100 A. D.)), narra la supuesta conspiración creada por unos cuantos españoles
liberales, ansiosos de conseguir que Carlos IV (de Borbón) gobernase por sí
mismo en vez de vivir sometido al valido Godoy, conocido amante de la reina
además.
La partitura consta
de 15 números musicales, casi todos de una estructura poliseccional. Se inicia
con una introducción instrumental, con los dos ambientes sobre los que se apoya
la obra: el dramático inicio con la referencia a la Marsellesa y las luchas
intestinas por el poder, y el cómico, representado por la música de carácter
popular hispano.
La obra, que pertenece a una tipología de zarzuela histórica, tiene el sistema formal de zarzuela grande, y el tema, histórico, es de gran interés, ya que representa dos bandos: por un lado, a Godoy y sus partidarios, Doña Pepita, la Duquesa, el Corregidor y el General serían el símbolo del oscurantismo, mientras que Jovellanos -que aparece como héroe salvador-, apoyado por Goya, la Princesa de Luján, Floridablanca, el Capitán Peñaranda, el Abate, manolos y manolas, toreros y pueblo, ejemplificarían el progreso y un titileo lejano de las Luces del XVIII.
Peculiar elección hizo el pueblo español, apoyando a los reyes Carlos IV (un inepto) y Fernando VII (un tirano), descendientes del francés Luis XIV, en contra del bonapartismo de José I, rey efímero, hermano de Napoléon. Los candidatos a gobernar España eran en realidad todos franceses, pero los reyes borbones fueron percibidos como castizos, legales y necesarios defensores del interés y el espíritu nacional.
Por supuesto, la
presencia del coro en la obra de Barbieri, y en esta zarzuela en concreto, es
de gran importancia y está como siempre a la altura en lo escénico y lo vocal,
a las órdenes de su director habitual, Antonio
Fauró. Muy bonita y evocadora la
Rondalla Lírica de Madrid «Manuel Gil», que actuó además amenizando la llegada del público, en la Plazuela de la calle Jovellanos.
Elegante
también y adecuada como suele, la dirección de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, en una batuta que siempre
intenta ajustar instrumentos y voces, de
Guillermo García Calvo, que sabe cómo respira el Teatro de La Zarzuela.
Un trío de ases ideal podría delinearse y se hace, con la dirección escénica de Juan Echanove, actor de larga trayectoria que ahora toma el camino de la “regia” lírica, siempre a tiempo de revelar una creativa y desconocida faceta de sus capacidades interpretativas y artísticas. Si esta es la primera ocasión que dirige, qué no podrá llevar a cabo en las próximas, que es deseable que sean muchas. Se ha adaptado como un guante a la sala, la idiosincracia del teatro de la calle Jovellanos, su historia y sus gentes, todas.
Consiguió coherencia y sensibilidad del todo teatral, luz y frescura en una producción necesariamente complicada y densa, llena de cosas y de artistas en el escenario, al límite de su capacidad.
Pan y toros tuvo influencias posteriores al estar muy comprometida con la historia, hasta el punto de que, tres años después de su estreno, Isabel II prohibió la obra. Y no solo eso, sino que también prohibió incluso que las bandas hicieran uso del célebre pasacalle de la manolería.
En esta ocasión, el día del estreno que se
reseña, fue una fiesta, abajo y arriba en el “palcoscenico”, en ambos lugares
desfilaron famosos de todas clases, políticos, socialités, críticos,
acompañantes, compositores, cantantes de visita, convirtiendo el pasillo del
patio de butacas y los propios asientos en una algarabía propia de la situación
de apertura de temporada y de producción.
La composición ha sido repuesta en ese mismo escenario en 2001 y esta temporada y el teatro celebrará los 200 años del nacimiento de Barbieri, dedicándole el palco número 5 de la platea.
El montaje cuenta,
asimismo, con la sorprendente escenografía y el vestuario fidedigno y sutil de Ana Garay, una adecuada iluminación de Juan Gómez Cornejo, la constante y
esclarecedora coreografía de Manuela
Barrero y la videoescena goyesca y soñadora de Álvaro Luna con la colaboración de Elvira Ruiz Zurita.
Serán, además, dos extensos repartos los que cantarán la obra genial de Barbieri.
El del estreno contó con la soprano Yolanda Auyanet, muy en su papel, desenvuelta, eficaz, la mezzosoprano Carol García, con una prestación segura, sólida, en el trío protagonista que se completa con el barítono Borja Quiza, siempre galán, seductor y redondo en su actuación y en el instrumento, dotado y a punto.
Muy bien la soprano Milagros Martín como la Tirana, el barítono Gerardo Bullón, en un Goya fantaseado que podría ser muy real con la historia del pintor, la mezzosoprano María Rodríguez, excelente, el tenor Enrique Viana, con una voz pequeña pero sabedor de todo lo que se refiere a las tablas de un escenario y el actor Pedro Mari Sánchez, cumplidor con creces de su corregidor.
Mención aparte merecen por su desenvoltura y defensa de unos roles que no son secundarios, sino acompañantes dignos y sensibles, los barítonos Carlos Daza, Pablo Gálvez, José Manuel Díaz (los 3 toreros) y Pablo López (el general ), el tenor-actor Alberto Frías (el Santero), el actor César Sánchez (Jovellanos), la actriz-cantante Lara Chaves (la madre) y los actores-cantantes Sandro Cordero ( el padre) y Julen Alba (el niño), así como quince bailarines-actores, todos de lujo.
Como la idea de totalidad y
equipo que tienen todos los que trabajan y crean en el teatro de La Zarzuela:
del director artístico Daniel Bianco,
con un abanico, muy apropiado a la temática de la obra y a la inquietud por el
resultado, en el estreno, a la Prensa y Comunicación de Juan Marchán, todos son un alma y un proyecto común, como los tres
mosqueteros de Alejandro Dumas (y
D´Artagnan), pero a lo grande.
Alicia Perris
Fotos, Javier del Real
E ALLA PILLOTTA, A PARMA
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