Obras de L.N. Clérambault (1676-1749) y L .Marchand (1669-1723). Un viaje inolvidable a la Francia de Luis XIV. Yago Mahúgo, clave. Real Coliseo Carlos III. El Escorial. 15 de octubre, 2016.
Programa
L.N. Clérambault
Obra completa para clave
(1701)
Suite en do mayor y Suite
en do menor.
L. Marchand
Obra completa para clave
(1702)
Suite en sol menor
Suite en Re menor
Introducción, historia de
la sala
Vale la pena detenerse un
instante en la presentación del lugar, muy peculiar, del concierto. Una joya de
época esta sala, que debería utilizarse más y sobre todo recibir más público,
teniendo en cuenta también, que la
ciudad posee un Centro Integrado de formación musical y que sus alumnos
deberían beber de las fuentes directas de las grandes partituras in situ. Poco
a poco, todo se andará.
Situado en el municipio de
San Lorenzo de El Escorial (provincia de Madrid, España), fue construido en el
siglo XVIII y es el único que mantiene el aspecto original del teatro de ese
siglo, es por esa razón es uno de los más antiguos teatros cubiertos
conservados en España.
Hasta que llegaron los
Borbones la actividad teatral se había desarrollado en España en locales
improvisados, en entarimados en las plazas o en patios de casas particulares. La
corte borbónica, con una larga trayectoria desde sus comienzos en la Francia
primigenia, era muy aficionada a este entretenimiento, por lo que se decidió a dotar
a los Reales Sitios de locales destinados a teatros permanentes aptos para
recibir a las compañías de comediantes italianas y francesas.
Cuando era rey el monarca Carlos
III de España, entre los años 1770 y 1778, el arquitecto francés Jaime Marquet lleva
a cabo tres de los teatros de la Corte, los de los Reales Sitios de Aranjuez,
El Pardo y San Lorenzo de El Escorial. Se trata de un modelo estandarizado, que
parte de la concepción clásica utilizada por el teatro italiano, a su vez, inspirado
en modelos fundacionales de Vitrubio, basados en la teoría del contenedor y de
la curva óptica. El arquitecto Marquet supera el concepto de teatro como
decoración, para convertirlo en un hecho arquitectónico con toda la complejidad
estructural propia del ejercicio escénico. La construcción comienza en 1771 y
duró solo un año.
Resultó un edificio con planta
rectangular y eje axial con la sala como elemento estructurante del conjunto
teatral. Tiene forma de «U» y ella abre el amplio cuerpo del escenario, de
planta rectangular, donde se conservan los peines originales del siglo XVIII.
Posee dos niveles de palcos sobre los existentes en la planta baja y entre
estos últimos y la plataforma de la planta, hay además un nivel intermedio de
asientos corridos, los llamados “balconcillos”, desde donde esta cronista
siguió lujosamente el concierto. A la sala se accede desde un vestíbulo que
ocupa todo la fachada principal, con dos escaleras de subida a los cuerpos
superiores.
Desde fuera, el edificio
presenta un aspecto compacto, con cubiertas a tres aguas, elevándose sobre el
conjunto el cuerpo destinado a albergar la armadura del peine del escenario. A
lo largo de su existencia, sufrió varios episodios poco favorables, a partir de
los cuales es restaurado y rehabilitado en 1975. De esta manera se salvó del
derribo, teniendo lugar su inauguración en 1979.
Este trabajo de
recuperación, realizado en su interior con un criterio muy respetuoso con la
historia del edificio, se complementa con ámbitos introducidos «ex novo», tales
como el foso para la orquesta, vestuarios, camerinos y otras instalaciones
relacionadas con las funciones teatrales y un ambigú-cafetería.
En la fachada principal los
huecos centrales de la planta baja se cubren con un atrio porticado clasicista
sostenido por tres pares de columnas sobre plintos, que se remata con
balaustrada metálica. Este pórtico fue dibujado en su día y realizado bajo la
dirección del arquitecto Fernando Chueca Goitia.
Se puede leer en el un poco
exiguo programa de mano (global para todo el ciclo donde se encuadra esta
velada), que Yago Mahúgo, es uno de los mejores clavecinistas del panorama
musical actual y presenta un concierto dedicado al clave francés del siglo
XVIII, con obras de dos compositores de la época de Luis XIV, Louis N.
Clérambault y Louis Marchand, que escribieron para el clave varias suites de
danzas típicas de la época barroca (alemanas, courantes, zarabandas, gigas, minuetos,
etc.) y que muestran el inicio de uno de los periodos de mayor esplendor de la
música francesa.
Cuando pensamos en el siglo
de Luis XIV, teniendo en cuenta que el Rey Sol murió a comienzos del siglo
XVIII y gobernó largamente, pensamos más bien en compositores conocidos y muy
frecuentados como Lully o Rameau de la corte de Versalles, pero este ramillete
de obras, que emparentan en el inconsciente auditivo del oyente con la creación
de Bach por su estructura y composición cartesiana (del filósofo del siglo
anterior), estas “suites” o series con varios números habituales, nos envuelve
como una coraza sonora con la que empastan, aquí y allí, algunos pasajes de
cierto lirismo pre-pianístico.
Complicado repertorio,
denso y exhaustivo, que Yago Mahúgo ejecutó sin tomarse ni un respiro, hasta
que concluyó el programa anunciado e hilvanó “para acabar”, según expresó, la
Badine, anunciada dentro de las composiciones programadas.
Precioso instrumento lacado
en rojo y negro, orientalizante y exquisito el clave de la noche, con
elocuentes compartimentos secretos para guardar las partituras y la llave de
afinación de origen incierto, aunque reconocible en varios conciertos de
diversas salas, porque, efectivamente, se trata de un instrumento “viajero”,
que no es propiedad ni del Carlos III ni del clavecinista y que se traslada por
las ciudades donde se requiere su -algo limitada - presencia.
Buen ejercicio de dedos e
interpretación hizo el músico durante más de una hora, recreando esos universos
un tanto artificiales (el adjetivo es de Baudelaire, no mío) de la corte de
Versalles, modelo y paradigma único a la vez del absolutismo político
centralista en Europa y de una concepción artística que fue largamente imitada
y reproducida.
Parece haber habido algunos
problemas en la afinación oscilante del instrumento, pero muchos aplausos por
parte de un público atento, silencioso y entregado al disfrute de una fruta
rara en el otoño de la ciudad de El Escorial. Aquí y ahora la otoñada hace
comenzar a desmayar las hojas de los árboles, de todos los ocres y naranjas
posibles, mientras el Monasterio se yergue como un coloso severo y ciclópeo, el
que representaba ante los estados del continente, la nada parecida a la
francesa, corte española con el empaque, el proyecto político expansionista y
riguroso y la etiqueta de los Austrias Mayores.
Alicia Perris
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