Levantado a la orilla
del río pretende ser un polo internacional de arte contemporáneo
Desde el miércoles, Lisboa no es igual. El paseo
de la ribera del Tajo, a la altura de Belém se obstaculiza con un nuevo
edificio en forma de almeja y piel de cerámica blanca, es el Museo de Arte, Arquitectura y
Tecnología, el MAAT, un museo que cambia el horizonte de la
ciudad desde el río, pero que también aspira a ser un centro internacional de
las nuevas tendencias artísticas.
El MAAT es vecino a la vieja central eléctrica de
la ciudad, hoy sede de la Fundación de
la empresa EDP, que se ha gastado 20 millones de euros en el
edificio, una ola sobre el Tajo. El ladrillo rojo de la antigua eléctrica
contrasta con el blanco brillante del nuevo centro cultural, levantado en un
espacio público, lo que no ha dejado de crear polémica. “Desde el primer
momento nuestra preocupación fue que el edificio no fuera una pared que
impidiera llegar al río”, explicó, durante la presentación del museo, António
Mexia, director general de EDP. “Era fundamental que hubiera una comunicación
entre el museo y las personas que pasean junto al río. El MAAT va a restaurar
la histórica conexión entre la ciudad y el agua. Más aún, los lisboetas se
trasladarán desde el centro de la ciudad para contemplar una nueva panorámica
del estuario del Tajo”.
Los 15.000 azulejos
tridimensionales reflejan las ondulaciones y diferentes tonalidades del agua
del Tajo
Efectivamente, el majestuoso río y la ciudad están
separados por las vías de tren, que el país no tiene dinero para sustituir por
servicio de metro. Esa cicatriz hace que los lisboetas vivan en paralelo y
nunca en vertical por la incomodidad de atravesar puentes y subterráneos.
La solución al problema de una nueva pared sobre
el Tajo la dio Amanda Levete, la arquitecta británica del estudio AL-A, que firma el
proyecto. El techo del elegante edificio parte del suelo y se eleva en una
suave pendiente accesible para todos hasta los 14 metros de altura y con 120
metros de largura. Todo el espacio se convierte en un mirador público, día y
noche, para capricho de skaters, los locos de la pirueta en
monopatín, si nadie lo remedia. "La primera vez que vi el espacio, en
2010", recuerda Levete, "me quedé impresionada por la luz y los
reflejos del agua; pero también vimos esa limitación de las vías del tren que
cortan el acceso por detrás".
Para ello, Levete diseñó un pasillo
elevado de acceso que parte del techo del museo, hace un giro para salvar un
árbol seco, pasa por encima de cables y trenes y llega hasta el barrio de la
Junqueira. Por ahora, el pasillo peatonal no existe, aunque se espera que en
marzo ya sí. Levete ha concebido el museo como un lugar de paso libre, de día y
de noche, por arriba, por el 0medio y por abajo, todo envuelto en una cerámica
blanca brillante, que favorece los reflejos del agua. “El agua era esencial en
el proyecto”, explica Levete, “tan importante que perseguíamos que estuviera
presente en todas las partes del edificio, fuera y dentro”.
La inauguración del Maat en Belém intenta crear un nuevo foco de atracción,
lejos del cogollo de la ciudad, del agobiante Chiado y la Baixa. En esta parte
de la ciudad, más alejada del turismo, se concentra en dos años, además del
Maat, una remozada Fundación EDP, y el museo de los Coches, que aún tiene
pendiente el puente desde su edificio hasta el río. En la misma plaza del
Império, con sus jardines, se encuentra el palacio presidencial, también con
museo. Un poco más allá se extiende el monumento más visitado de Lisboa, el
monasterio de los Jerónimos, y en un flanco el CCB, el centro cultural que
alberga la colección Berardo, la mejor colección de arte privado de Europa de
acceso gratuito, según diversas revistas especializadas.
Levete y su equipo estudió milimétricamente el
movimiento del sol para diseñar los lucernarios que filtran la luz en las salas
de exhibiciones, aunque no sus rayos. Desde dentro, el azulejo rebota el
movimiento del agua, y se adapta al color cambiante del sol. En el ocaso
otoñal, el MAAT, que luce de blanco purísimo por la mañana, se transforma en
naranja. “En un principio, pensamos la obra con un revestimiento de cobre para
dar continuidad a la vieja central eléctrica”, explica Maximiliano Arrocet,
director del estudio AL-A; "después vimos que iba a ser mucho volumen de
cobre, y nos decidimos por el azulejo, el material más portugués”. Son 15.000
azulejos de blanco pulido, aunque se ha despreciado la parte de atrás del
edificio, que da a la carretera.
El contenedor, el espectacular edificio, ya está
hecho, ahora el resto es llenarlo de contenido atractivo para que acuda el
lisboeta, bastante reacio al arte contemporáneo, y llegue el turista. Esa será
la responsabilidad de su director, Pedro Gadanho, que no va a contar con un
presupuesto como el de la arquitecta. “Queremos ser una plataforma para
conectar con la comunidad internacional del arte. No vamos a ser únicamente
unos propagadores de artistas portuguesas”, avisa Gadanho. De hecho, el MAAT se
estrena con Pynchon park, de la francesaDominique Gonzalez-Foerster que
reproduce una especie de gimnasio-guardería infantil con colchonetas y balones
de goma. El mismo Gadanho es el comisario de la instalación que llena los 1.000
metros cuadrados de la galería central del museo, y generará más de un debate.
Los espacios para exposiciones, principalmente
instalaciones, pero también pintura y últimas tecnologías deberán adaptarse al
diseño de las salas, con paredes curvilíneas, sin separaciones y en una línea
por debajo de la superficie del río, concebidas para captar la imaginación del
público, según su director Gadanho.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/04/actualidad/1475566669_856108.html
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