TOMMASO KOCH
Para alcanzar el paraíso, a
veces hay que visitar el purgatorio. Allí se pasó cuatro años Pablo Auladell,
confiando en que su obra tarde o temprano viera la luz. Todo desde que una
“pequeñísima editorial de poesía” le encargara una hazaña, recuerda por
teléfono: llevar al cómic los 10.000 versos y la complejidad de El paraíso
perdido, el poema que John Milton publicó en 1667. El proyecto se puso en
marcha, pero naufragó junto con el sello. Dos años después, otra editorial le
propuso acabar la obra y lanzarla online. “Cuando lo tenía casi terminado,
tuvieron problemas y no pudieron publicarlo”, relata el dibujante (Alicante,
1972). Meses de trabajo, 300 páginas y, de golpe, las puertas hacia los
lectores se cerraban de nuevo. Así que Auladell recurrió a Sexto Piso y El
paraíso perdido salió del limbo. Y, hoy, ha llegado incluso al Edén: recibió el
Premio Nacional de Cómic para 2016.
“Mi primera reacción fue de
sorpresa. No pensaba que tendría esta repercusión. Me provoca también la
sensación de tener que trabajar mejor. Es una responsabilidad de cara a los
compañeros de profesión y a la sociedad”, asegura Auladell. El galardón significa
además una visibilidad renovada para la obra, que se ha vendido a Francia,
Inglaterra o Corea. De hecho, hasta le han llamado de un centro artístico del
país asiático para que vaya a dar un curso, cuenta el ilustrador.
De clases, en el fondo,
sabe, ya que enseña en la AIF Summer School de Macerata (Italia). Y de estilo,
también: el jurado del galardón, que entrega el Ministerio de Cultura, destaca
el “gran valor artístico, la fuerza visual, el uso original de la iconografía y
la narrativa que consigue al mismo tiempo ser arquetípica y plenamente actual”
en la obra. El fallo subraya también “el uso del color” de un dibujante que se
caracteriza por blancos, negros y los tonos grisáceos del carboncillo. “Tal vez
llama la atención por eso: es un tebeo con pocos colores en una época de
estética relamida, mucho detallito, 3D…”, explica Auladell. Su propia web
define su estilo como “elegante, lírico y delicado pero también inquietante y
rotundo”. Aunque el dibujante aclara: “Más que inquietar hablaría de conmover
misteriosamente”.
El caso es que sus
creaciones transmiten una mezcla de desamparo y fascinación, agobio e intriga.
“Cada historia necesita su lenguaje visual. En el cómic el dibujo es una casi
una caligrafía, tiene que estar en consonancia con la obra. Para El paraíso perdido
la dificultad era hacer un tebeo de un poema. Intenté que la carga lírica de
Milton recayera en las imágenes”, defiende Auladell. De ahí que trazos solemnes
y épicos se alternen con “viñetas de poco peso” para reflexionar sobre Dios y
el sufrimiento. Tras recrear en cómic obras como La leyenda del Santo Bebedor o
Las aventuras de Tom Sawyer, el dibujante parece acostumbrado a afrontar los
clásicos: “El error de muchas adaptaciones es querer resumir el original. Las
mías son una lectura. En este caso, me planteé si El paraíso perdido es a mayor
gloria de Dios o si Milton, al dictarlo ya ciego y derrotado, no estuviera
buscando su venganza poética”.
Entre encargos y los cómics
que inventa, escribe y dibuja —“si la idea se me ocurre acompañada de un
título, seguramente funcione”—, Auladell logra vivir exclusivamente de sus
lápices. Eso sí, “no te puedes despistar ni un momento”. El autor relata las dificultades
que afronta como cualquier autónomo, aunque considera que el cómic ya no sufre
el menosprecio de antaño. Sea como fuere, él prefiere dedicarse al arte más que
a los debates. “Como decía el pintor Matías Quetglas: ‘siento que si no pinto,
no soy”, afirma.
A ello quiso dedicarse
desde siempre, por mucho que estudiara Filología Inglesa. El desliz se debió,
cuenta, al desconocimiento de “un chaval provinciano” que cultivaba la fantasía
de ser dibujante e ilustrador pero ignoraba la realidad de cómo llegar a ello.
El Premio de Cómic Injuve, en 2000, le recondujo hacia el sendero que siempre
estuvo ante sus pies. A partir de ahí llegaron más contactos, más galardones
—Premio a las Mejores Ilustraciones de Libros Infantiles y Juveniles en 2005,
entre otros— y una treintena de libros publicados. Hoy mismo, entre una y otra
entrevista, Auladell tenía que terminar una ilustración para un periódico.
Aunque, por otro lado, los 20.000 euros del reconocimiento le proporcionan un
“colchón” para el siguiente cómic. Podrá trabajar con más calma y serenidad. Un
paraíso ganado.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/27/actualidad/1477567364_043398.html
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