Cuando pase esta crisis tendremos que reflexionar sobre el mundo
que hemos construido y sobre cómo éste habrá de cambiar a partir de ahora
JULIO LLAMAZARES
Una persona camina cargado con la compra por plaza Catalunya donde
solo quedan las palomas. ALBERT GARCIA EL PAÍS
Cuando pase este diluvio, que pasará (“nunca llovió que no
escampara” era la frase preferida de mi madre cuando había problemas), y
salgamos a la superficie desde nuestras casas como Noé de su arca cuando dejó
de llover por fin, lo que todos tendremos que hacer es reflexionar sobre el
mundo que hemos construido y sobre cómo este habrá de cambiar a partir de
ahora. Muchos ya lo están haciendo y lo comunican a través de las redes y de
los medios de información, que de nuevo se han demostrado imprescindibles como
en otras crisis vividas anteriormente, ninguna semejante a esta. Sin medios de
información estaríamos perdidos, en una oscuridad y aislamiento prehistóricos.
La primera reflexión tiene que ser sobre el modelo de vida que
hemos llevado hasta ahora, basado en el consumo y en el individualismo, más
acusados cuanto más desarrollada sea la sociedad en la que vivimos. No seré yo
el que señale las consecuencias negativas de ese comportamiento, porque todos
las conocemos, pero sí quien advierta del riesgo de repetirlo cuando pase esta
cuarentena obligada por la enfermedad que nos ha puesto a todos frente al
espejo. Y lo que todos hemos visto en este es nuestra fragilidad como
individuos y lo absurdo del consumo en tiempos de vacas flacas como el que nos ha
sobrevenido de pronto.
La siguiente reflexión tiene que ver con los modelos ideológicos.
Enternece escuchar en estos días a políticos liberales alabar el buen sistema
sanitario que tenemos en países como España, que se está demostrando
fundamental en la lucha contra el coronavirus, después de que hayan intentado
destruirlo durante años desde el poder con el argumento de que cada uno tiene
que protegerse a sí mismo, de la misma manera en que mueve a estupor la
petición al Estado de ayudas públicas por parte de esos Gobiernos nacionalistas
que lo vilipendian cada vez que pueden. Tanto los políticos liberales como los
nacionalistas recuerdan a esos hijos que reniegan de sus padres salvo cuando
hay que pedirles dinero.
Hay muchas más reflexiones que todos tendremos que hacer cuando la
pandemia pase, pero una se vuelve fundamental. La esbozó ya Stephen Hawking
hace años cuando predijo que la humanidad no desaparecerá por una explosión
nuclear, sino por un virus, y la recordó Bill Gates en 2015 en un discurso que
ahora se ha vuelto también profético: el peligro mayor para la humanidad ya no
es una guerra, sino una pandemia vírica, y, sin embargo, el gasto en sanidad e
investigación científica es infinitamente menor que el armamentístico.
Todo eso tendremos que hacer cuando el diluvio cese. Hoy, dentro
del arca aún, como Noé, celebremos el Día de la Poesía y la llegada de la
primavera con Rimbaud: “Mana, estanque. / Rueda, espuma, sobre el puente y pasa
por encima de los bosques. / Paños negros y órganos, relámpagos y truenos,
subid y rodad. / Agua y tristezas, subid y reanimad los Diluvios. Pues desde
que se disiparon / —¡oh las piedras preciosas hundiéndose y las flores
abiertas!— ¡qué aburrimiento! / Y la Reina, la maga que alumbra su brasa en la
olla de barro, / no querrá contarnos lo que ella sabe y nosotros ignoramos /
(…) Desde entonces, la Luna oyó a los chacales gimoteando en los desiertos de
tomillo / y a las églogas en zuecos gruñendo en el vergel. / Después, en la
arboleda violeta, llena de brotes, Eucaris me dijo que era la primavera…”.
https://elpais.com/elpais/2020/03/20/opinion/1584718117_210500.html
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