domingo, 8 de diciembre de 2013

LA FILARMONICA PRESENTA A ADAM FISCHER Y MARIA JOAO PIRES EN EL AUDITORIO NACIONAL



 LA WIENER SYMPHONIKER DIRIGIDA POR ADÁM FISCHER Y A LA PIANISTA MARÍA JOÂO PIRES

PROGRAMA
I)Joseph Haydn (1732-1809). Sinfonía nº 101, en Re Mayor, “El Reloj”, Hob 1:101 (1794).
II) Ludwig van Beethoven (1770-1827), Concierto para Piano y orquesta nº 2 e en Si Bemol Mayor, Op. 19 (1795).
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III)Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1792), Sinfonía nº 41, en Do Mayor, “Júpiter”, K. 551 (1788). Miércoles, 4 de diciembre de 2013, 19.30 horas. Auditorio Nacional de Madrid, Sala Sinfónica.
Nota: María Joâo Pires escogió para este concierto un piano de cola Yamaha CFX, afinado por el Sr. Kazuto Osato.
En su 2ª temporada 2013/2014, La Filarmónica, con su habitual sensibilidad a la hora de programar su temporada en el Auditorio Nacional, escogió para esta velada una orquesta y una intérprete de campanillas.
Efectivamente, la Wiener Symphonikr es una formación que ha contado en su historia con grandes exponentes de la dirección musical como Szell, Knappertsbusch, Walter o el mismísimo Richard Strauss. En la actualidad, representa buena parte de la producción musical de la capital de Austria y se engalana con la batuta de artistas como Claudio Abbado, Lorin Maazel, Zubin Mehta, o en su día, Leonard Bernstein o Sergiu Celibidache.
Para dirigir a esta respetada formación y enriquecerse con la aportación de una pianista como María Joâo Pires, la noche del 4 de diciembre, Adám Fischer fue el encargado de llevar a buen puerto la dirección y la responsabilidad de esta orquesta.

 Nacido en Budapest, ha fundado el festival Haydn de Eisendstadt y la orquesta Austrohúngara de Haydn, con la que continúa colaborando y con la que ha grabado las sinfonías completas de este compositor. Ha llevado a cabo proyectos en común con las mejores orquestas del mundo anglosajón en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y con la NHK de Japón, la Orquesta de París o la Sinfónica de la Radio húngara, entre otras.
Por su parte, la pianista portuguesa, que nos visita a menudo, se ha convertido en una de las mejores intérpretes de su generación, por la limpieza, la integridad y la honestidad musical con que afronta un repertorio habitual pero no por eso, menos variado y actualizado.
Lisboeta, desde 1970 se ha dedicado además a la pedagogía musical y ha trasladado sus inquietudes y enseñanzas a lugares tan dispares como Brasil, Japón, Francia o Suiza. Cuenta con una presencia asidua en las salas de concierto y además, con una amplia discografía. Sus últimas grabaciones sobre Schubert y otra con el violonchelista Antonio Meneses, fueron muy apreciados por la crítica especializada y el público.
La Sinfonía “El Reloj” que se disfrutó en la velada en el Auditorio, es una de las llamadas “Londres”.  Debido al “tic-tac” de su segundo movimiento (Andante) que recuerda el sonido de un reloj, este acompañamiento pendular, sigue de cerca a las continuas presentaciones del tema principal.
Elaborada en forma sonata, el Menuetto (Alegretto), llama la atención por la parte dedicada a la flauta en el trío central. El Finale (Vivace) impregna y resume el espíritu lúdico y positivo de una música para relajar y animar a las almas afligidas.
A pesar de que Beethoven pensara que “No lo considero uno de mis mejores conciertos”, el nº 2 en Si bemol Mayor,  se trata de una hermosa partitura con una dedicación destacada también para la mano izquierda que alcanza el lucimiento de las obras tradicionalmente  pensadas para un predominio de la derecha.

Pires convierte en un lujo esta obra del músico alemán, porque tiene un estilo, una técnica y una sensibilidad fuera de lo común. Su compenetración con el director y la orquesta es total. Su ejecución brillante, pero austera, femenina y nunca vecina del desbordamiento al que algunos imprimen a la música del compositor de Bonn, fue grandemente recompensada por un público entregado, al que la artista lusa recompensó con un bis, también de Beethoven. Vestida con una de sus túnicas austeras y sencillas, la artista rezuma modestia y saber estar. Para ella lo importante es lo importante y no lo superfluo. Nada parece distraerla de su objetivo primordial: su música y su arte.
La Sinfonía “Júpiter” de Mozart fue un inmejorable colofón para una noche clásica, con un programa que parece pensado para la educación de un príncipe. Como escribe Juan Manuel Viana, en su excelente programa de mano, “cima soberbia e inalcanzable en la que Mozart alía elementos de la sonata clásica con técnicas contrapuntísticas para lograr una compleja, audaz y magistral síntesis”.
No faltó la vocación pedagógica de la Filarmónica y del propio Auditorio, que intentan con recomendaciones dobles y por escrito en el programa, que parte del público habitual de esta sala de conciertos madrileña, algo frívolo e indisciplinado, molesto,  tome estas oportunidades de disfrute musical con seriedad, dejando de hacer reiteradamente ruido, entrando y saliendo a destiempo, tosiendo sin descanso  y causando interferencias que molestan y mucho a los intérpretes y al resto de los presentes, que sí quieren gozar de una velada digna y respetable.
El director, Adám Fischer, contribuyó también a este intento de organizar y convertir a los oyentes en un grupo atento y respetuoso de su música. Envió señales y gestos de silencio, mientras dirigía la parte programada de la velada y también durante los dos bises que ofreció con generosidad y optimismo, el último de los cuales fue un vals vienés habitual de los programas de la Musikverein en el Concierto de Año Nuevo, que hizo las delicias del público. Lo aplaudieron mucho, a él y a la orquesta que lo dio todo, con un sonido y una ejecución ajustadísima y brillante. Fischer es estricto, pero rebosa calidez, sensibilidad y simpatía.
Una noche dulce, envolvente y un proyecto conseguido. Terapéutico.

Alicia Perris

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