'Lo que está pasando en España es terrible'
Tras su marcha de La Scala, Berlín acoge al maestro
ROSALÍA SÁNCHEZ
Especial para EL MUNDO Berlín
Con 71
años cumplidos y un estado de forma musical envidiable, Daniel Barenboim
tiende a hacer balance y a mirar en perspectiva, a largo plazo. Apabulla
rezando el rosario de sus proyectos abiertos y tiene llena su agenda para los
próximos dos años. Berlín, la capital musical a la que finalmente ha ligado su
destino en detrimento de Milán, acaba de aclamar el estreno de 'Il trovatore',
con Plácido Domingo y Anna Netrebko, por lo que el director
rezuma satisfacción y bromea con el reducido grupo de periodistas
internacionales con los que se reunió ayer en Berlín y entre los que se
encontraba francamente cómodo, recordando anécdotas de su infancia, como las
visitas familiares a Arthur Rubinstein en París, antes de aterrizar
sobre el primero de los asuntos inevitables.
¿Cuáles
han sido los motivos de que abandone La Scala de Milán dos años antes de lo
previsto?
Llegué
a la conclusión de que no podía continuar con todo. Estamos abriendo aquí en
Berlín la Academia West-Eastern Divan y eso es algo muy importante para mí y
que requiere mucha de mi atención», explica el maestro. «Frank Gehry está
ocupándose del edificio, anexo a la Staatsoper. Tengo muchos proyectos con la
Staatskapelle [orquesta de la Staatsoper berlinesa], también proyectos
conjuntos con la West-Eastern Divan y, al mismo tiempo una nueva producción de
Oneguin para la Scala para diciembre de 2015, que íbamos a hacer con Patrice
Chéreau [recientemente fallecido] y que se ha vuelto tremendamente complicada.
Ahora creo que va a hacerlo Wim Wenders
¿Se
siente frustrado por ello?
Frustrado
es una palabra demasiado fuerte. Lo siento, pero no hablaría de frustración
porque no hay en mí una reacción emocional. No estoy dejando la Scala porque
quiera hacerlo o porque no me quieran allí, sino porque no puedo hacerlo. Han
sido años muy felices allí, les deseo lo mejor, hemos hecho cosas fantásticas;
sólo puedo decir eso y aquí estoy inmerso en grandes y muy interesantes
proyectos.
¿Ha
influido en su trabajo o en esta decisión la crisis económica y cómo está
afectando a Italia?
No
directamente, aunque hay un Toscanini por el que aposté fuerte, un proyecto en
el que creía profundamente y para el que el teatro no contaba con la suficiente
autonomía. No es tanto que no constase ahora, sino que en el futuro no contará
con la autonomía necesaria. Cada día es más difícil crear condiciones
individuales para instituciones individuales. No me entiendan mal, naturalmente
debe haber igualdad como un derecho en sociedades democráticas como la nuestra,
pero igualdad de oportunidades debe ir siempre ligada a igualdad de capacidad
para asumir responsabilidades y esta responsabilidad en la Scala, en uno de los
más grandes teatros de ópera del mundo, debe ser correspondida con un derecho
de la misma dimensión. La autonomía del teatro es una condición importante.
Y
mientras abandonaba la Scala, estaba montando una obra italiana que acaba de
estrenar en Berlín y que ha sido todo un éxito, Il trovatore, con Plácido
Domingo y Anna Netrebko.
Es una
coincidencia que me ha servido para reflexionar, es interesante. No me tomen
literalmente, por favor, pero creo que los alemanes tienen una concepción del
arte en la que éste debe ser profundo para ser tomado en serio. Y si no es
profundo es que es superficial. Ya les he dicho que no lo tomen literalmente.
Los italianos, por el contrario, no buscan la profundidad porque la consideran
pesada, piensan más bien que el arte debe ser bello, expresado en términos muy
extremos. Y en Verdi hay una levedad que puede ser tomada erróneamente como
superficialidad. Recuerdo hace muchos años, dirigiendo un concierto con Nathan
Milstein, que comencé con la batuta buscando la profundidad y él se giró hacia
mí y me espetó: «se equivoca usted, profundo no significa lento». Y en este
Verdi, donde hemos contado con un equipo de excepción, tremendamente creativo y
entusiasta, he tenido la oportunidad de volver sobre este tema. Estoy muy orgulloso
del resultado. Creo que hemos conseguido darle un nuevo acento a Verdi, que
hemos desestructurado la profundidad de la orquesta; no conozco otra orquesta
que tenga la misma capacidad de metamorfosear el sonido que ésta y hemos
trabajado muy cuidadosamente en la precisión de la producción de sonido. En
realidad este proyecto debería haberse estrenado coincidiendo con la reapertura
del teatro de la Staatsoper en Unter den Linden, pero el retraso en las obras
no lo ha permitido...
¿Cómo
marchan las obras?
Tienen
serios problemas. Bajo los cimientos han encontrado agua y una capa espesa de
madera que no sé explicarles muy bien de dónde sale. Bueno, Berlín es una
ciudad construida sobre un pantano, muy boscosa: bajo la mayoría de los
edificios hay zonas acuosas. La reapertura debería haber tenido lugar al inicio
de la presente temporada y no ha sido posible.
¿Y eso
sí que le produce frustración?
No hay
una cuestión de ineficacia, eso debe quedar claro. Los problemas técnicos que
han surgido deben ser responsablemente gestionados. Posiblemente hubo un error
de diagnóstico del problema al principio. Yo hablé personalmente con los
arquitectos y me explicaron que lo que se necesitaba ahí no era un arquitecto
sino un ingeniero especializado en proyectos submarinos. No sabía que semejante
cosas existieran hasta esa conversación. Creo que ahora las obras están en el
buen camino, pero le he prometido al coordinador del proyecto que no voy a
preguntar por la fecha en la que estarán terminadas. Trabajo sin tener esto demasiado
en cuenta.
¿Y no
piensa en algún trabajo especial o en alguna obra especial para un momento tan
especial como la reapertura, llegue cuando llegue?
No,
sigo mi programa y planeando proyectos independientemente de esa fecha porque
no sabría con cuánto tiempo cuento, es un dato incierto. Además, creo que ese
día no importará demasiado cuál será la primera obra que toquemos allí o cuál
será la segunda, sino qué somos capaces de hacer, cómo tocamos lo que
corresponda. ¿Cuándo será? Utilizaré unos términos diplomáticos: soy
moderadamente optimista. No, en serio, el proyecto tiene muy buena pinta.
Mientras
tanto, la Staatkapelle continúa con su programa en el Shiller Theater, justo en
frente de la Deutsche Oper. ¿Cuál es el secreto? Cómo consigue esta ciudad mantener
tres teatros de ópera del más alto nivel abiertos noche tras noche?
No
tengo ni idea.
Pero
¿no es un error estratégico de la gestión cultural?
A ver,
llevo aquí 22 años, llegué muy poco después de la caída del Muro y era un
momento de gran felicidad y gran expectación. Después llegaron muchas
incertidumbres financieras. El Este absorbió una gran parte del presupuesto del
Oeste y no fueron posibles ya los grandes subsidios de las dos Alemanias. Aun
así hicimos, con Harry Kupfer todos los Wagner y todo el mundo quedó encantado
con el resultado. Berlín seguía siendo un foco musical de primera. Ese nivel
artístico de primera se ha asumido como la normalidad y tras la unificación de
los teatros creo que hay unas relaciones buenas entre las intendencias de los
tres teatros, pero ese no es mi trabajo. Parece que todo el mundo lo está
haciendo bien y yo... pues tan contento. Por supuesto, hay problemas
económicos, no hay dinero suficiente para pagar tanto y tan buen nivel, y
peleamos con eso todos los días.
No ha
habido problemas de financiación, sin embargo, para la Academia Barenboim-Said.
La sede
estará en el edificio anexo a la Staatsoper, donde estaba la Intendencia. La
ciudad nos ha cedido el edificio, pero no hay dinero para la renovación
necesaria, así que eso lo tendremos que conseguir por otros medios, a través de
conciertos, y el distrito gubernamental nos ayudará con 20 millones de euros.
Es un momento estupendo. La Orquesta West-Eastern Divan tiene ahora 15 años, su
desarrollo ha sido tremendo y ahora está a un nivel extraordinario. El
propósito inicial del proyecto, que era educar musicalmente a jóvenes
israelíes, palestinos y árabes, se ha cumplido con creces. Pero ahora nos
encontramos en la tesitura de no encontrar más miembros para la orquesta que
nos permitan mantener el nivel musical alcanzado, por lo que hay que decidir
entre seguir con menos músicos o aceptar nuevas entradas aunque la calidad
musical disminuya. Pero hemos hecho algo importante. No me siento frustrado,
por utilizar su palabra preferida, por el hecho de que no vengan ahora más
músicos... [En este momento interrumpe la entrevista el teléfono móvil del
director]
¿Cuál
es esa música que tiene como tono de llamada en el móvil?
Una
música brasileña.
¿Es su
preferida?
No, es
que venía de serie...
Nos
hablaba de israelíes y palestinos.
Ése ni
siquiera es ya un problema político; es un problema humano. La solución es
tremendamente sencilla y a la vez imposible porque pasa por el compromiso y,
para que haya un compromiso, es necesario que ambas partes reconozcan el punto
de vista de la otra. Y eso, hoy por hoy, no ha avanzado, lamentablemente. La
solución hay que buscarla a través de la educación. Estoy convencido de que la
educación musical desde el colegio es muy importante y que deberíamos
replantearnos también la educación musical en los conservatorios.
¿Se
refiere a incluir más música en el curriculum escolar?
Ese es
mi sueño. La crisis me reafirma en mi idea.
Concretamente
en España, ¿cree que está afectando la crisis al panorama musical?
Terrible,
es terrible lo que está pasando en España. La situación es desastrosa, pero no
solamente por la crisis. Tiene mucho que ver también con la falta de educación
musical. Si hubiese -y no sólo en España, sino en toda Europa, pero en España
es especialmente preocupante- un aprendizaje de la música desde el colegio,
igual que se estudia literatura y biología... Es muy necesario cambiar la forma
de entender la educación musical. No se puede pretender tener orquestas y
óperas sin dar al público una educación para escuchar esa música. Sería además
una forma a largo plazo de aliviar la financiación.
Pero
contamos con una generación excepcional de directores, compositores, músicos y
cantantes.
Sí y
todos ellos trabajando fuera. Tienen mucho talento, pero tienen que marcharse a
otros países. Bueno, ahora la Orquesta Nacional tiene un nuevo director con
muchísimo talento, David Afkham, un chico magnífico. No es español pero le
conozco mucho, está muy ilusionado y sé que va a hacer una gran labor. Mi idea
es que España ha dado tanto a la cultura del mundo, y no solo en su momento de
gran imperio, sino desde la Edad Media, en la pintura, en la filosofía y, por
supuesto, en la música... Espero que el mundo encuentre la forma de devolverle
todo eso a España.
¿Y cuál
es su opinión sobre el regreso de Plácido Domingo en la voz de barítono?
¿Por
qué me piden juicios que pueden hacer ustedes mismos? Verá usted, Plácido
Domingo es una estrella. A veces tendemos a percibir la realidad en
compartimentos estancos y eso nos limita. Domingo ha sido uno de los grandes
tenores de todos los tiempos. Luna es una de las partituras más difíciles para
un barítono, en mi opinión, y no le he visto ningún problema. Y a veces
importan más el color y la interpretación que la calidad.
¿Y cómo
ha sido volver a trabajar juntos?
Es un
gran artista y trabajar con él siempre es fácil. Todos los buenos artistas son
buenos soldados. En este mundo nuestro, sólo los mediocres tienen problemas en
el trabajo.
Usted y
Plácido Domingo tienen una edad similar.
Hay
cosas que ya no puedo hacer. Cuando tengo concierto de piano no salgo a cenar
ni trasnocho porque necesito gran concentración, pero tengo más proyectos que
nunca y creo que tengo tiempo. Eso sí, percibo que tengo detrás de mí más de lo
que hay por delante.
http://www.elmundo.es/cultura/2013/12/06/52a1372563fd3dea488b4577.html
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