Sones de ida y vuelta: músicas
coloniales (1492-1898)
Hasta tiempos relativamente recientes, la música en España y en los
distintos países iberoamericanos durante los siglos XVI al XIX se ha venido
estudiando de una forma aislada, presentando una visión fragmentada y
descontextualizada que no se correspondía con la realidad histórica del
momento. Lejos de este estereotipo, fomentado de forma consciente o
inconsciente por la ideología nacionalista de los respectivos estados, la nueva
historiografía viene poniendo el acento en la reconstrucción de las redes
intercontinentales de comunicación y los sustratos comunes que conformaron la
cultura musical de los virreinatos americanos y la Península Ibérica, y también
en sus marcadas diferencias, tanto prácticas como ideológicas. Aprovechando la
celebración de su XVII aniversario, el Festival propone una visión
retrospectiva de estas músicas coloniales, prestando especial atención a los
procesos de intercambio musical entre la Península Ibérica y América entre 1492
y 1898, e incluso más tarde, pues las músicas coloniales no desaparecieron con
la independencia de las últimas colonias a finales del siglo XIX, sino que se
mantuvieron vivas por vía oral o escrita –con las correspondientes adaptaciones
al nuevo orden político y social– hasta la actualidad.
Las músicas coloniales vienen teniendo presencia transversal pero
continuada en la programación del Festival de Úbeda y Baeza durante la última
década, y ya en 2005 tuvo lugar un primer hito con la programación de un
monográfico americano. El planteamiento para la presente edición es, sin
embargo, más ambicioso y la celebración de dos destacados aniversarios
relacionados con el mundo americano (el quinto centenario de llegada de Juan
Ponce de León a la Florida y del inicio de la exploración del Pacífico por
parte de Vasco Núñez de Balboa) sirven de excusa para que las músicas
coloniales, en su más amplia acepción conceptual y cronológica, pasen de la
periferia al centro y se presenten al espectador de una forma desprejuiciada e
incluyente, con toda su variedad y singularidad: desde piezas inequívocamente
peninsulares en su factura, compuestas por maestros españoles o criollos para
el servicio de las capillas catedralicias, hasta otras genuinamente americanas
(ya sean de nueva creación o readaptaciones locales de la propia música europea),
con rasgos propios fruto de un proceso de interacción intercultural, del que
dan buena cuenta los archivos misionales o parroquiales, entre otros. No
obstante, la “colonialidad” de estas músicas y su condición de arte mestizo no
se aprecia tanto en los elementos epidérmicos puramente formales (el uso de
lenguas indígenas, la composición de negrillas y guineos o la presencia de
ritmos danzarios de supuesta ascendencia africana, exagerados por la moderna
discografía), como en la propia ejecución práctica –el sonido realizado– y en
los múltiples significados que de ella se derivan. Dicho de otra forma, lo
“colonial”, concepto polisémico de amplio alcance, no tiene sólo implicaciones
formales, cronológicas o geográficas, sino sobre todo ideológicas, con todo lo
que ello implica de desigualdad e identidad racial, imposición, resistencia y
negociación de modelos organizativos y prácticas musicales.
Pese a la reducción presupuestaria, el Festival mantiene su estructura
tradicional en ciclos y no renuncia a las actividades académicas que son
inherentes al proyecto Úbeda-Baeza desde casi su misma génesis. Gracias a la
generosa colaboración del Centro Nacional de Difusión Musical (que también
coproduce tres de los conciertos), la Universidad Internacional de Andalucía
acogerá el Simposio Internacional “Sones de ida y vuelta: músicas coloniales a
debate (1492-1898)”, que pretende hacer un balance del status quaestionis
e impulsar nuevos marcos teóricos y líneas de investigación en torno a las
músicas coloniales desde diferentes perspectivas que contemplan: (1) las
metodologías, problemas historiográficos y fuentes para su estudio; (2) los
modelos de mecenazgo musical (de catedrales y misiones al salón y al teatro);
(3) los movimientos migratorios de músicos (viajes de ida y viajes de vuelta);
(4) la circulación, recepción y transformación de los repertorios importados;
(5) la exportación/importación de instrumentos musicales, modelos organológicos
y prácticas interpretativas; (6) los procesos de interinfluencia (modelos
europeos, modelos ibéricos y tradiciones autóctonas, músicas cultas vs. música
populares); (7) los discursos sobre el imperialismo/criollismo/nacionalismo y
la representación de identidades, etnicidades y minorías; (8) las pervivencias,
continuidades y cambios de las músicas coloniales a lo largo del siglo XIX; y
(9) la recuperación de las músicas coloniales desde una perspectiva
históricamente informada. Estos procesos se proyectan de forma más o menos
evidente en los distintos conciertos programados, en los que se conjugan
músicas vocales e instrumentales, religiosas y profanas, académicas y
populares, antiguas y contemporáneas, y donde tienen cabida tanto algunos de
los hits del vago canon de la música latinoamericana como estrenos
absolutos en tiempos modernos, en consonancia con la filosofía programática del
Festival.
En la modesta medida de sus posibilidades, el Festival de Úbeda y
Baeza de este año quiere contribuir a mantener vivo el recuerdo de Robert
Murrell Stevenson (1916-2012), cuya reciente desaparición –se cumplirá un año
el próximo 22 de diciembre– constituye una muy sensible pérdida para todos los
interesados en la música y la cultura hispanas. Lo que más sorprende hoy en día
es que su descomunal contribución al estudio de la música histórica de España,
Portugal y los distintos países de Hispanoamérica tuvo lugar en la era
preinformática de las fichas manuscritas y fue fruto de una investigación
personal y de primera mano en multitud de archivos y bibliotecas de todo el
mundo. Su enciclopédico legado, cuestionado por algunos desde la cómoda
distancia que otorga el paso de los años, se materializó en un influyente
contingente de publicaciones iniciado en 1947, que resultó esencial para dar a
conocer a escala internacional las culturas musicales de la Península Ibérica y
casi todas las áreas del continente americano en un momento en que apenas se
disponía de información sobre los desarrollos musicales de esos territorios.
Stevenson supuso, en definitiva, un paso de gigante en el restablecimiento de
las antiguas conexiones España-América, hoy menos perdidas e ignoradas gracias
a su inmensa y generosa labor intelectual.
Javier Marín López
Director del Festival
Director del Festival
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