Un momento de la representación de la ópera 'La
mujer serpiente'.
Enviada especial Martina Franca
Allá por 1975 a un grupo de chiflados maravillosos se les ocurrió una idea tan sofisticada como extravagante: consagrar un festival en la recoleta localidad barroca de Martina Franca, en la región italiana de Puglia, a recuperar algunas de esos cientos de óperas que desde hace años crían telarañas en el cajón de los olvidos, a desempolvarlas primorosamente y proponerlas a un público contemporáneo. Aquella excentricidad funcionó, y hoy ese festival celebra por todo lo alto nada menos que sus 39 años de existencia.
Se cuentan por centenares las óperas creadas desde que a finales del siglo XVI y XVII surgiera ese género teatral/musical. Aunque nadie lo diría, visto que la inmensa mayoría de los teatros líricos del mundo se empeñan en representar la enésima 'Traviata', la enésima 'Aida', el enésimo 'Rigoletto', reduciendo de ese modo la lírica a una especie de museo de cera. Pero en Martina Franca sucede lo contrario: aquí uno se adentra en tierras desconocidas, en lugares no explorados...
La edición de este año, por ejemplo, se inauguró este mes con 'La mujer serpiente', una deliciosa ópera fruto de una de las mentes musicales más admiradas del siglo XX italiano, Alfredo Casella, un compositor respetado entre otros por Stravinsky o Bartòk. Esa ópera se estrenó en Roma en 1932 y desde entonces no se llevaba a escena. Es tan rara y desconocida que hasta Paolo Isotta, el respetadísimo crítico de música clásica del 'Corriere della Sera' y uno de los grandes eruditos mundiales en lo que a lírica se refiere, nos confiesa abiertamente que ha sido en Martina Franca donde la ha escuchado por primera vez.
Y eso ha sido sólo el principio. En el fantástico patio del Palacio Ducal de Martina Franca, donde se llevan a escena las obras más importantes, también se representará este año 'Armida', de Tomasso Traetta, un compositor italiano del siglo XVIII. Vendrá después 'Hércules', una ópera de 1689 jamás representada en los tiempos modernos. Y culminará con 'Orfeo y Eurícide', la ópera de Christoph Willibald Gluck fechada en 1762 y cuya versión en francés inauguró el festival de Martina Franca hace 39 años, en 1975.
"Este es un festival que hace un importante trabajo de investigación porque su propuesta cultural consiste en excavar en el pasado para escudriñar entre los trabajos que han sido olvidados y aquellos que nunca han salido del repertorio, o que nunca han entrado. Creo que ese es el gran valor de este festival, el poder extraer esas óperas y proponerlas de nuevo hoy en día, acercándolas al gusto actual, a los valores de hoy. Todo eso en un mundo donde todo está globalizado, donde las grandes escenarios, sobre todo italianos, se concentran en propuestas culturales cada vez más descontadas por terror a no tener público, sin ser conscientes de que éste acabará por aburrirse de las propuestas siempre iguales, de los mismos títulos y autores", asegura Alberto Triola, director musical del Festival de Martina Franca.
Arriesgar siempre
"Si hoy a Martina Franca llega público de toda Europa y de todo el mundo es sólo porque en nuestro festival encuentran algo que los distingue de tantos otros", añade Triola. Ese algo diverso es lo que por ejemplo buscaba ese profesor de la Universidad de Nueva York que durante 11 años fue siempre el primero en comprar las entradas de este festival en cuanto salían a la venta.
La idea de poner en marcha esta maravillosa locura nació en 1975 por iniciativa de un grupo de apasionados de la música capitaneados por Alessandro Caroli, primer presidente del festival; el respaldo determinante de Franco Punzi, entonces alcalde de Martina Franca, y el apoyo incondicional de Paolo Grassi, por aquel entonces superintendente de La Scala de Milán, posteriormente presidente de la RAI (la televisión pública italiana) y uno de los responsables de que el festival superara los confines locales. Y una constante: arriesgar siempre.
Porque si ya de por sí era una absoluta osadía poner en pie un festival dedicado a recuperar óperas olvidadas, la intrepidez de Martina Franca no se ha parado ahí. Rodolfo Celleti, uno de los mayores expertos en voces que ha dado Italia y director artístico del festival desde 1980 hasta 1993, fue absolutamente audaz el 12 de agosto 1977, cuando en el patio del Palacio Ducal de Martina Franca se representó, por primera vez en la época moderna, la edición de 1831 de la 'Norma' de Bellini. El compositor italiano había concebido la ópera para dos sopranos, pero con el pasar del tiempo se había instaurado la costumbre de confiar el papel de Adalgisa a mezzosopranos. Pero aquella noche se reescribió la historia y, en pleno respeto con la voluntad del compositor, 'Norma' subió a escena como en sus orígenes: con dos sopranos al frente. La gran Grace Bumbry dio vida a Norma y la entonces jovencita Lella Cuberli hizo de Adalgisa.
Otra de esas maravillosas locuras tuvo lugar en 1980, cuando el Festival de Martina Franca se inauguró llevando a escena 'Capuletos y Montescos', una ópera compuesta por Vincenzo Bellini en 1829. Con la particularidad de que el espectáculo se basaba en la versión que Bellini hizo para el Teatro alla Scala y en la que algunos papeles, incluido el del joven Romeo, eran interpretados por mujeres que hacían de hombres, concretamente. Celletti, con su genialidad habitual, rescató esa particularidad y dio a dos sopranos los papeles principales: Patrizia Ciofi hizo de Julieta y Clara Polito de Romeo.
"El festival de Martina Franca, por la combinación de interés musical con la belleza del lugar y la hospitalidad de los habitantes, es para mí la cita más agradable del año, nada que ver con Salzburgo, Bayreuth o Aix", asegura Paolo Isotta. "Con el pasar de los años he visto en Martina Franca muchos espectáculos importantes para mi formación, del 'Paisiello' francés a 'Hipólito y Aricia' de Tommaso Traetta, pasando por Massenet, que considero un genio y que sólo los musicólogos que quieren hacerse pasar por inteligentes lo desprecian".
http://www.elmundo.es/cultura/2014/07/29/53d6bc50268e3eb1038b456b.html