domingo, 13 de julio de 2014

ORFEO Y EURÍDICE, LA ÓPERA DANZA CON PINA BAUSCH

El Ballet de la Ópera Nacional de París baila en el Teatro Real la ópera danzada Orfeo y Eurídice a partir este sábado. Pina Bausch es la autora de una coreografía que restaura el carácter trágico del mito. Dominque Mercy, sucesor de la coreógrafa al frente del Tanztheater, y Brigitte Lefèvre, directora de la prestigiosa formación gala, desvelan las claves de esta obra revolucionaria.
ALBERTO OJEDA

 

La mezzosoprano María Riccarda Wesseling en Orfeo y Eurídice

Con 20 años, Pina Bausch (Solingen, 1940 - Wuppertal, 2009) desembarcó en Nueva York con el objetivo de ampliar el recorrido de su formación, cuyos cimientos se habían asentado en la Folkswangschule de Kurt Jooss, el primero de sus mentores. En la Gran Manzana se enroló en la Juilliard School. Allí recibió clases de figuras como José Limón, Alfredo Corvino, Paul Taylor y Antony Tudor.

Este último tuvo una influencia capital en la carrera artística de la entonces joven bailarina. Bajo sus órdenes bailó por vez primera para el Metropolitan Opera Ballet. En esa época, abducida entre las paredes del templo lírico neoyorquino, Pina Bausch consolidó una intensa querencia por la ópera, que emergió en 1972, cuando se puso al frente del Ballet de la Ópera de Wuppertal (luego lo rebautizaría como Tanztheater). Al asumir este reto decidió fusionar la danza escénica con la ópera. Gluck fue el compositor escogido para su experimento. Primero alumbró una coreografía de su Ifigenia en Tauride y, espoleada por el éxito, se lanzó sobre Orfeo y Eurídice, que estrenó en 1975. Está última pieza es la que podrá verse en el Teatro Real en las tres funciones que brindará el Ballet de la Ópera Nacional de París: sábado, domingo y lunes (12, 13 y 14).

Pina era una mujer de un talento inmenso. Sabía poner en escena la vida y capturar la humanidad de sus bailarines” Brigitte Lefèvre"

Entre ambas óperas apenas medió poco más un año, pero Pina Bausch introdujo un cambio fundamental. Lo explica a El Cultural Dominique Mercy, el bailarín para el que la ya legendaria coreógrafa delineó el papel de Orfeo: “En Ifigenia en Tauride los cantantes estaban en los palcos, cantaban desde allí. En Orfeo y Eurídíce, en cambio, Pina decidió llevarlos al escenario. Cada papel está desdoblado, con un cantante y un bailarín que conviven simultáneamente sobre las tablas. Las fronteras de ambos géneros se desdibujan: al final es como si los bailarines cantasen y los cantantes bailasen”. Otra licencia que se tomó Pina Bausch fue restaurar la carga dramática del mito original. Gluck, que con esta partitura emancipó el género lírico de la tradición barroca, le había añadido un final feliz: Eurídice experimentaba una segunda resurrección. Ese apéndice jovial lo seccionó para que el espectáculo dejase una huella de dolor.

Mercy, que ha estado a la vera de Pina Bausch durante cuatro décadas (“¡toda una vida!”) y participó en la confección de alguna de sus coreografías, incluida la de este Orfeo con el que el Real cierra la temporada lírica, tomó las riendas del Tanztheater al morir su fundadora, en 2009. En estos años se ha esforzado para que su legado coreográfico no se desvirtuase. Un legado, por cierto, que explotan contadísimos cuerpos de baile. Pina Bausch, como casi todos los grandes coreógrafos, se lo pensaba mucho antes de ceder alguna de sus creaciones. Las garantías de rigor y altura artística debían ser plenas. Dos exigencias que cumplía a la perfección el Ballet de la Ópera Nacional de París.

Con él trabó una estrecha alianza. La figura crucial para urdir esta colaboración fue Brigitte Lefèvre, directora de la formación gala desde 1995, que explica a El Cultural cómo se fue fraguando: “La relación nunca fue ni institucional ni abstracta. Era muy humana. Yo conocía muy bien su trabajo, la vi en el Theâtre de la Ville desde la primera vez, cuando vino a representar los Siete pecados capitales y Barba azul. También conocía a algunos de sus principales bailarines. Sentía hacia ella una admiración inmensa, así que asistía a todos sus espectáculos, durante años y años”. De este modo se fue cuajando un clima de complicidad que Lefèvre aprovechó para pedirle que les confiara su versión de La consagración de la primavera. La sinergia resultante entusiasmó a Pina Bausch. “Nuestros bailarines la interpretaron con una tremenda pasión. Después, ella misma me preguntó: ¿Por qué no montas Orfeo y Eurídice? Evidentemente, era un placer añadido”, recuerda Lefèvre.

Esta
ópera danzada' (así lo acuñó Pina) entró en el repertorio del ballet parisino en 2005, una imponente formación con 154 bailarines, que en Madrid estará complementada por el Balthasar-Neumann-Ensemble & Chor, fundado y dirigido por Thomas Hengelbrock, y por un elenco vocal encabezado por la mezzo Maria Riccarda Wesseling en la piel de Orfeo. Brigitte Lefèvre describe su evolución durante su mandato: “Cuando asumí la responsabilidad de dirigirlo, encontré una compañía que estaba en forma. Podía apoyarme en los grandes ballets de Rudolf Nureyev y en el repertorio existente de la Ópera de París para, a partir de ahí, construir uno nuevo. En este tiempo hemos contado con los mejores coreógrafos actuales”. Incluida Pina Bausch, de la que asegura fue un espaldarazo en la elevación de esta disciplina: “Fue una mujer de una gran complejidad y de un talento inmenso, que transformó completamente la relación entre la danza, el teatro, la vida... Sabía poner en escena la vida y captar toda la humanidad de sus bailarines”.

Dominique Mercy lo sabe bien: “Era muy exigente pero a la vez tenía la virtud de la paciencia. Cocinaba a fuego lento sus coreografías y jamás desfallecía en su búsqueda. Era una perfeccionista extrema, completamente volcada en la danza, que para ella era una forma de vida. De cada bailarín extraía su personalidad única”. Pina Bausch afinaba hasta el más mínimo detalle: la respiración, la mirada, la gesticulación... El bailarín devenía así también en actor. Tras el plan el plan coreográfico latía siempre una dramaturgia. Win Wenders, que le dedicó un evocador documental, acertó a definir esa filosofía: “Sólo a través de su Tanztheater he aprendido a valorar movimientos, actitudes, comportamiento y lenguaje corporal. ¡La cantidad de historias que se pueden contar sin decir una sola frase!”.


http://www.elcultural.es/version_papel/ESCENARIOS/34969/Orfeo_y_Euridice_la_opera_danza_con_Pina_Bausch

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