Una escena de 'Orlando ou
l'impatience', por Olivier Py para el Festival de Aviñón. / BERTRAND LANGLOIS (AFP)
Terminó por arrancar, aunque con un día de retraso
y el escenario transformado en ring del combate que enfrenta
al teatro con el poder. Tras la anulación de la apertura forzada por la huelga de los trabajadores eventuales, el Festival de Aviñón consiguió
levantar el telón durante el fin de semana. Las luces se apagaron y los actores
subieron a escena. Pero lo hicieron luciendo un pequeño cuadrado rojo en la
solapa, símbolo de los llamados intermitentes, que se oponen a la reforma
acordada por la patronal francesa y la mayoría de sindicatos, con el tibio
beneplácito del Gobierno socialista, para reducir el coste de las prestaciones
de las que se benefician, como cobrar el paro entre un trabajo y el siguiente.
La intención es reducir el déficit provocado
asociado al régimen fiscal de los eventuales, que se eleva a 1.000 millones de
euros anuales según el Tribunal de Cuentas. El colectivo hace valer sus
derechos y se opone a la monetización de la cultura que impone esta reforma.
"Su proyecto de sociedad nunca será el nuestro. Esta noche salimos a
actuar. El nuestro es un acto poético y político", proclamaron técnicos y
actores de la obra inaugural, una nueva puesta en escena de El príncipe de Homburg de Kleist,
a cargo del italiano Giorgio Barberio Corsetti. La compañía invadió la escena
antes del inicio de la representación para demostrar que, si bien la huelga
había terminado, la movilización seguía estando despierta.
Cuatro horas antes, empezaba otra
de las obras más esperadas del fin de semana, Orlando ou l'impatience,comedia escrita y dirigida por el responsable del
festival, Olivier Py, que se enfrenta a su primera edición como
director artístico con un contexto complicado que se ha acabado infiltrando en
la escena. En la fachada de La Fábrica, una de las nuevas sedes del certamen,
los intermitentes habían colgado una gran pancarta en la que se leía una de las
frases que François Hollande pronunció en su camino hacia el Eliseo: "Mi
enemigo es la finanza". Acto seguido, los actores también ocuparon la
escena y observaron al público en silencio, mientras se escuchaba por megafonía
una pertinente voz en off: el discurso pronunciado por Victor
Hugo ante la Asamblea Nacional en 1848, cuando se enfrentó a los recortes que
el ejecutivo pretendía aplicara la educación y "otras instituciones que
combaten la ignorancia", siempre en nombre del rigor presupuestario.
Py ya había advertido que esta no sería una
edición como las demás. "Un festival no puede ser solo un catálogo de
espectáculos. Es el lugar donde se materializa el contrato que el teatro ha
firmado con la República", aseguró. "Que un espectador pague por una
entrada ya es una forma de compromiso. Que la sala esté llena y se levante el
telón ya es una utopía realizada". En su primera edición como director
artístico, Py ha escogido obras que producen un curioso eco ante el panorama
que las envuelve. Las primeras obras representadas durante el fin de semana
retratan a personajes débiles o solitarios en busca de reconocimiento y
legitimidad, perdidos en un mundo dominado por valores en los que no se
reconocen.
El príncipe de Homburg, última obra que Kleist firmó
antes de suicidarse a los 34 años, está escrita en 1811, tiempo marcado por las
desilusiones sobre la torcida empresa napoleónica. Kleist, quien lo había
admirado antes de considerarlo un tirano, escribió una perturbadora obra sobre
lo absurdo del tiempo que le tocó vivir, protagonizada por un militar
sonámbulo, melancólico y desobediente, condenado a muerte a causa de una ley
marcial injusta pero implacable.
"Saltarse la norma es condenable, pero la
obra se pregunta en nombre de qué debemos respetarla. De eso habla este
texto", explica una de sus protagonistas, Anne Alvaro, gran dama de la
escena francesa —esta es su séptima obra en Aviñón— y especialista en Kleist
desde que interpretó a su Pentesilea en 1981. La actriz, para quien la presente
edición marcará "un antes y un después" en la historia del certamen,
se muestra solidaria con la causa de los intermitentes, pese a que era
contraria a la huelga. "La expresión teatral es política por definición.
Para mí, interpretar significa militar", sostiene la actriz, conocida por
su papel en la película Para todos los gustos. Como admite el
propio Olivier Py, programar El príncipe de Homburg en el
Palacio de los Papas no es un gesto inocente. Le permite clamar filiación
respecto a la figura de Jean Vilar, fundador del certamen en 1947, que firmó
una recordada puesta en escena de la misma obra en un idéntico escenario.
Los trabajadores eventuales del sector amenazan con suspender todas las
obras del festival el próximo sábado
En Orlando, pieza de cuatro horas
parcialmente autobiográfica, Py explicita todavía más el conflicto entre un
individuo marginal y una despiadada estructura de poder, a través de la
historia de un joven que busca obstinadamente a su padre en círculos teatrales.
Entre los personajes sobresale un ministro de Cultura de instinto masoquista,
que dice odiar el arte y se limita a condecorar a artistas de variedades. En su
rostro uno logra reconocer una cruelísima caricatura del exministro Frédéric
Mitterrand, que destituyó a Olivier Py cuando era director del Théâtre de
l'Odéon en 2012.
Su habitual aliado Thomas Ostermeier —director del
Schaubühne de Berlín, que cerrará Aviñón con una adaptación de El
matrimonio de Maria Braun— aportaba ayer sus lúcidas reflexiones
respecto a esta crisis abierta en una sociedad decidida a "sacrificar el
arte en el altar de la rentabilidad" a través de una entrevista a Le Monde.
"El teatro es uno de los últimos espacios públicos que existen, en un
mundo donde todo espacio público se ha convertido en lugar de tránsito y
consumo", afirmaba. Anne Alvaro dice estar de acuerdo y se opone a
utilizar "el peso económico de la cultura" como paradójico argumento.
En efecto, los opositores al proyecto de reforma no dejan de recordar que la
cultura francesa genera siete veces más riqueza que la industria del automóvil.
El colectivo, relativamente silencioso durante el
fin de semana, tendría que volver a movilizarse esta semana. Las anulaciones
podrían regresar hoy a la orden del día. Y, en especial, el sábado, cuando se
aspira a generar "una jornada muerta", en palabras de los líderes del
movimiento, en la que no se represente ni una sola obra en la programación
oficial o en el festival off.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/07/actualidad/1404747688_893857.html
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