miércoles, 30 de julio de 2014

ZORBA EL GRIEGO VUELVE A BAILAR

El Teatro San Carlo de Nápoles presenta el ballet de Lorca Massine
El espectáculo es una nueva y fiel reconstrucción de la obra original

Roger Salas Nápoles

ampliar foEl cuerpo de baile en la coreografía de Lorca Massine. / luciano romano

Como plato fuerte de la danza en la primera edición del San Carlo Opera Festival ha subido a escena (y volverá a verse hasta el 1 de agosto) el ballet Zorba el griego, que creara Lorca Massine en la Arena de Verona en 1988 para el mítico bailarín ruso Vladimir Vassiliev con la música de Mikis Thedorakis. En ocasiones, el propio Theodorakis llevó la batuta, como en aquellas funciones históricas en las termas romanas de Caracalla o en el Luna Park de Buenos Aires.
Calificado por Massine como su “himno a la vida”, la obra coréutica permanece viva, con toda su fuerza y su humanística, su poesía y su ideario donde el coro (el pueblo), es el verdadero protagonista de una metáfora llena de aliento, en un preciso dibujo de personajes y desarrollo de la acción dramática que cala profundamente en todos los públicos.
El origen tanto de la película (1963) como del musical (1968) y finalmente del ballet está en la novela de Nikos Kazantzakis publicada en 1946 bajo el título Vida y aventuras de Alexis Zorbas, que enseguida fue cambiado por el genérico que lo ha hecho un clásico moderno. La frase pronunciada por Anthony Quinn en la cinta de Michael Cacoyannis, “También el desastre puede ser bellísimo”, se alza como el exergo de un ballet que se aleja de las modas y reclama de sus intérpretes una entrega profunda y honesta. En esta cuidada reposición a petición del ente lírico napolitano para celebrar el cuarto de siglo de la obra coreográfica, Lorca Massine ha trabajado con el renovado cuerpo de baile, jóvenes solistas y con un invitado de excepción: el bailarín chileno Rodrigo Guzmán, que ya encarnara el papel de Zorba en Santiago de Chile en 2013 y que le valió la nominación a estrella de la compañía titular de ese país.

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El bailarín Rodrigo Guzmán en el papel de Zorba el griego. / Luciano Romano
Lorca Massine (que se llama así por una decisión de su padre, el coreógrafo ruso Leonidas Massine, en homenaje a la devota amistad que lo unió a Federico García Lorca durante la visita de los Ballets Rusos de Diaghilev a España) se muestra satisfecho de que sea precisamente en Nápoles donde se esté revisitando su creación más famosa, a pocos kilómetros de la isla Le Galli (que fue de su padre, después suya y que finalmente vendió a Nureyev): “Dejé la isla pero encontré a Zorba. La vida me dictó ese cambio, Zorba es mi isla espiritual. El día que abandoné la isla cambió mi vida. Hice Zorba el griego allí, en el estudio instalado por mi padre en la torre sarracena; llegué a componer nueve horas de coreografía y luego seleccioné lo que se ve en esos dos actos, pues esa obra cabalgaba en mi cabeza sin descanso. No es un ballet, es una realización filosófica sobre la vida y el valor moral de la existencia; lo concebí como la vida surgente del hombre: Zorba sigue adelante… ¡jamás se para!”. Esto lo dice Lorca en su castellano fluido. “En casa, de niño, eran lectura obligada Tirso y Federico García Lorca. Papá nos hacía aprendernos poemas enteros de memoria… en cierto sentido me siento un gitano del arte coreográfico. Llevo a España siempre dentro”.
Es una buena ocasión para plantear el debate que existe no sólo en los entes líricos europeos, sino en el mundo global contemporáneo de los teatros con posibles: ¿qué establece una obra como elemento de repertorio? No siempre conculcan los mismos supuestos y el asunto se hace elástico desde el gusto personal a la oportunidad de gestión. El éxito pasado no debe ser obviado, sino al contrario, resulta un factor coadyuvante a la recuperación y al mantenimiento del título; sin ser un criterio canónico, se acierta la mayoría de las veces por esta vía porque lo que gustó, con un toque de actualización, por lo general vuelve a gustar, y el ballet Zorba el griego en su día arrasó, pasando al repertorio de muchas compañías, algunas tan exóticas como el ballet de la Ópera de El Cairo, donde aún se representa.
Lorca Massine analiza esta propuesta: “El tema principal de Zorba es la vida en todas sus formas, con sus lados oscuros. Lo dionisíaco se impone. Hay un ritual que abarca lo biológico, y tras la tragedia, termina con la redención”. Para el coreógrafo, este es el eje de la permanencia.
Zorba el griego lleva un gran coro, solistas y orquesta, y es precisamente el coro de bailarines el gran protagonista de la acción cantada (y bailada). Dice Lorca: “Habitualmente el cuerpo de baile es decorativo, en vez de como aquí, que es protagonista casi absoluto”. El ballet termina con el famoso sirtaki, un tema de las cuerdas que pasa al tutti de la orquesta y regresa una y otra vez, poderoso, para quedarse en la retina y la mente del espectador: ahí el cuerpo de baile se yergue uno y triunfa con creces.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/29/actualidad/1406659275_282798.html

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