martes, 15 de julio de 2014

DANIEL BARENBOIM, PROGRAMA DOBLE CON IBERMÚSICA EN EL AUDITORIO NACIONAL

5 de julio: Richard Strauss (1864-1949), “Don Quijote” y “Vida de Héroe”, Poemas Sinfónicos.

6 de julio: F. Schubert (1797-1828): Sinfonía Núm. 8 en Si menor, D. 759, “inacabada”, E. Elgar (1857-1934), Sinfonía Núm. 2, en Mi Bemol Mayor, Op.63. Staatskapelle Berlin. Director. Daniel Barenboim. Auditorio Nacional, 19.30 horas.

“Siempre he creído en la solución pacífica de los conflictos y también sé que el problema de Medio Oriente no tiene solución militar”.

Daniel Barenboim, 2002, en Oviedo, en la entrega del Premio Príncipe de Asturias.                                           
El maestro argentino pero universal, ha estado en Madrid, en el Auditorio Nacional, un fin de semana de campanillas, convocado por la Fundación Ibermúsica y dirigiendo la Staatskapelle de Berlín, de la que es director titular desde 1992.

En el 2000 los músicos lo eligieron como Director Vitalicio. Numerosas grabaciones en disco y VD dan prueba de la excelente calidad artística de esta agrupación, escogida en varias ocasiones como orquesta del Año por la revista Opernwelt.

 
Se trata de una de las orquestas más antiguas del mundo y desde 1742 tiene su sede en la Opera Unter den Linden. La han dirigido personalidades relevantes del universo musical, como Félix Mendelssohn-Bartholdy, Giacomo Meyerbeer, Herbert von Karajan, Richard Strauss o Wilhem Furtwängler.

Ahora que se cumplen 50 años de su debut como pianista con la Filarmónica de Berlín, el maestro de los cuatro pasaportes (israelí, español, argentino y palestino), nacido en 1942 en Buenos Aires, fundador junto a Edward Said del proyecto de hermanamiento racial y musical que se plasmó en la obra y actuaciones de la orquesta West-Eastern Diván, organizó dos veladas fantásticas de buena música en la capital madrileña.

Con estas dos noches finaliza la 44ª temporada de Ibermúsica, que cuenta con un público fiel y atento a unas programaciones que, sobre todo en los tiempos que corren, podrían considerarse de lujo, casi al límite de lo inalcanzable.

 El del sábado 5 fue el primer programa, dedicado enteramente a Richard Strauss, y ya que estamos con las celebraciones, es obvio recordar que se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento. “Don Quijote”, una reflexión musical sobre la vida del héroe español, contó con el chelo de Claudius Popp y la viola de Félix Schwartz, en las evocaciones del caballero y su sirviente respectivamente y la segunda parte, permitió un mayor lucimiento y brillantez de la formación alemana y su director, con “Vida de héroe”.

El maestro argentino optó el día 6 por la” Inacabada” de Schubert para ir preparando el clímax elgariano. Schubert está envuelto en el misterio como la interrupción de esta partitura luego de los primeros movimientos. Es posible que tuviera problemas técnicos o aún más complicado de resolver, que un enamoramiento lo hubiera sumido en la indecisión y el sufrimiento. La “Inacabada” es una obra bien aceptada, conocida, interpretada a menudo, con sus dos movimientos en compás ternario que, como dijo Riccardo Muti, hace que “hasta un guardia urbano pueda dirigirla, aunque carezca de los más rudimentarios conocimientos musicales”.

Daniel Barenboim ha estado unido a Elgar desde su juventud y hace una defensa de la creación y el estilo de este compositor. Explica el maestro: “Hay una tremenda melancolía e inseguridad, lo que me atrae no es el sentimiento de “Corona imperial” sino la soledad”.

 Nos ofreció dos veladas muy especiales, con un repertorio escogido, nada fácil ni evidente, con una orquesta donde las cuerdas suenan profundas en las texturas y los metales con mucho color, pero sin invadir el espacio sonoro, subrayando y consiguiendo una coherencia y sensibilidad musicales impecables. La Staatskapelle funciona con una corrección militar, no podría ser de otra manera y el entendimiento y el respeto  que tiene la institución con el director son profundos y evidentes.

El maestro firmó discos después del concierto, como a veces sucede en el Auditorio, como pasó con Cecilia Bartoli. La cola que lo esperaba era abundante y al día siguiente Barcelona y a seguir con los conciertos. Hay una compenetración evidente y necesaria del artista con el medio discográfico, ya que acaba de pactar con la compañía Universal para lanzar una marca propia.

Con su música imparte doctrina y apaciguamiento ideológico a partes iguales, sus frases lúcidas y comprometidas que nunca deja de hilvanar, aquí y allí entre la delicadeza de los pentagramas, caen por su propia evidencia: “Los gobiernos están haciendo una cosa elitista de algo que es de todo el mundo. La música es todo lo contrario de elitismo, es universal, sin diferencias de color de piel ni de posición política, ni nada de eso”.

Por lo visto tiene además en proyecto- se comenta- un libro en colaboración con Felipe González, otro viejo veterano de antiguas batallas, sobre coaching.

El público del Auditorio dio una sonada recompensa al maestro en aplausos y bravi, porque siempre es esperado y bien recibido en la capital madrileña, pero no hubo, como es habitual en esta formación, ninguna propina. Los espectadores lo entendieron así y se retiraron tranquilamente porque el concierto, hasta el final, fue un regalo precioso e irremplazable.

Alicia Perris

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