J. ERNESTO AYALA-DIP
Dos militares
argentinos tras el golpe de Videla en 1976. AP
La narrativa
argentina produjo obras literarias de inobjetable calidad en torno a la
siniestra junta militar comandada por el general Jorge Videla, entre 1976 y
1983. Solo mencionaré pocos títulos para introducir una novela mayor sobre este
trágico periodo histórico: Villa, de Luis Gusmán (Buenos Aires, 1944),
publicada originalmente en 1996. En 1977, Julio Cortázar publicó el libro de
cuentos Alguien que anda por ahí, prohibido por orden de la censura militar. En
ese libro había relatos sustentados en pavorosas elipsis sobre los
“desaparecidos”, así llamado el contingente de militantes, sindicalistas y
guerrilleros izquierdistas y peronistas que eran detenidos, torturados y
arrojados al Río de la Plata o enterrados en fosas comunes. En 2007, el Premio
Herralde de Narrativa consagró como ganador a Martín Kohan por su novela
Ciencias morales, metáfora del terror policiaco que invadió la sociedad
argentina durante aquellos desgraciados años. Y en 2010, el escritor Leopoldo
Brizuela se alza con el Premio Alfaguara con Una misma noche, metáfora no menos
devastadora sobre la Esma (siglas de la Escuela de Mecánica de la Armada),
centro de tortura y desaparición de los detenidos. Y cito un libro más, Doble
fondo (Tusquets, 2018), de la escritora argentina Elsa Osorio, sobre el
secuestro de los hijos de los detenidos en los centros de tortura.
Testigo mudo del horror que viene
Luis Gusmán es
autor, entre otras, de La valija de Frankenstein, un viaje por la literatura
universal y un homenaje a ese circuito secreto y atemporal que se da entre
libros y autores lejanos en el tiempo y en el espacio, y de El frasquito, un
libro de culto, publicado en 1973, después de mucho trajinar por distintas
editoriales que no veían claro su edición. La primera sale con prólogo de Ricardo
Piglia, condición sine qua non que la editorial había puesto a Gusmán para
editarla. Luego vinieron ensayos, entre los que destacan uno sobre Roland
Barthes.
Villa es el nombre
del protagonista que nos cuenta su historia. Los hechos se remontan a los meses
previos al golpe militar del 24 de marzo de 1976. Villa es médico en una
división de atención sanitaria del ominoso Ministerio de Bienestar, cuyo
ministro era López Rega, organizador de la terrorífica Triple A. El cuento de
Julio Cortázar Segunda vez coincide con Villa en la siniestra atmósfera del
momento que recrean. El doctor Villa es testigo de lo que se avecina en
Argentina. Está en el corazón de las tinieblas. Ve cosas. No sabe qué hacer con
lo que ve. ¿A quién comunicarlo? ¿Quién es el interlocutor exacto, el menos
peligroso para sobrevivir en ese infierno tan temido? Villa tiene una mujer que
es enfermera y trabaja con él. No ha visto lo que ha visto Villa, pero lo
aconseja. Solo que no sabemos hasta qué punto esos consejos son lo que necesita
Villa para ver el final del túnel. O para entrar más en él.
Leer esta
extraordinaria novela me recordó a algunos de los libros más representativos de
Juan José Saer y Ricardo Piglia. Como si la poética de Luis Gusmán funcionara
paralelamente a esas escrituras. Las palabras no indican más que lo que pueden
indicar. Están en el relato para iluminar la oscuridad. Aunque esa oscuridad es
la razón de ser de la novela que leemos.
https://elpais.com/cultura/2019/07/19/babelia/1563534716_203543.html
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