El hijo del presidente de Estados Unidos asesinado en Dallas
acumula biografías en el aniversario del accidente que acabó con su vida, que
retratan su carácter temerario y su exceso de confianza
John F. Kennedy Jr. y Carolyn Bessette. RON GALELLA WIREIMAGE
En un país sin reyes, los Kennedy eran lo más próximo en Estados
Unidos a una familia de sangre azul. Y en ese reinado, John Fitzgerald Kennedy
Jr., John John, era el príncipe llamado a hacerse con la corona de un mundo
perdido tras el asesinato de su padre. El hijo del presidente era el más
abierto del clan, muy rico, extremadamente atractivo y desbordaba confianza.
Pero era también una persona compleja, curtida por la muerte, que le persiguió
desde muy niño y le hizo creer invencible. Hasta que la avioneta que pilotaba se
precipitó frente a las costas de Martha´s Vineyard. Volaba con su mujer,
Carolyn Bessette, y su cuñada Lauren. Los tres fallecieron.
El historiador Steven Gillon publica una extensa biografía bajo el
título America´s Reluctant Prince, en la que examina su vida y trata de
recomponer las horas previas al trágico accidente el 16 de julio de 1999. La
avioneta, una Piper Saratoga que estrenó tres meses antes, despegó a las 8.38
pm local desde Nueva Jersey rumbo a la boda de una de sus primas en Hyannisport.
Pilotaba a ojo. A la hora de vuelo entró en una zona con una niebla muy densa.
Completamente desorientado, perdió el control y se precipitó al mar. Llevó dos
días encontrar sus cuerpos.
Su muerte, a los 38 años, fue otro ejemplo de la extensión de la
tragedia entre los Kennedy. Durante años circularon múltiples teorías
conspirativas sobre las circunstancias en las que se desvaneció la avioneta
aquella fatídica noche. Las hay que apuntan al sabotaje. Otros creen que John
logró desafiar a la muerte. Hay hasta camisetas en Amazon anticipando el advenimiento
en este 20 aniversario.
"Fue su error de juicio lo que llevó a su muerte, la de su
mujer y la su cuñada", sentencia Gillon en la revista People, "no hay
que darle más vueltas". "John es responsable de su imprudencia y solo
John", insiste al tiempo que admite que le crea un gran dolor ser tan
tajante. Ambos se conocieron en la Universidad de Brown en 1981. La pasión por
la historia y el frontón fue el germen de una estrecha amistad.
El valor histórico de la biografía está por encima de esa relación,
dice. El autor se adentra a explorar los múltiples traumas que John John tuvo
que afrontar en su corta vida. "Experimentó más muerte que la mayoría de
la gente", señala. Su padre fue asesinado cuando él tenía tres años de
edad. También sufrió por la muerte de su tío Robert Kennedy, convertido en su
guía, y después llegó la de Aristóteles Onassis.
"Escapó tantas veces de la muerte y el peligro", comenta,
"que siempre creyó que algo iba a salvarle". William Cohan, amigo de
la adolescencia de JFK Junior, relata algo similar en Four Friends. Conoció al
hijo del difunto presidente en la Phillips Academy. "La idea de pertenecer
a un tipo Delta Force invencible intoxicaba", relata. El joven Kennedy,
añade, era un "adicto a la adrenalina" al que le gustaba flirtear con
el peligro. Volar, dice, "era un escape físico para él".
Pero esa noche no fue así. Cohan espera que su libro se entienda
como una meditación sobre "lo frágil que es la vida". No es solo que
la presencia permanente del Servicio Secreto fuera un recordatorio constante de
esos fantasmas que revoloteaban por su vida. La atención mediática era
abrumadora y allí por donde iba estaba rodeado siempre por las cámaras. Las
expectativas eran enormes.
La imagen del saludo que John John realizó ante el féretro de su
difunto padre sigue impregnada en la memoria de los estadounidenses, como otra
en la que se le ve jugueteando a los pies del presidente en el Despacho Oval.
El asesinato de JFK era algo sobre lo que no le gustaba hablar. No entendía por
qué le fascinaba tanto a la gente lo que pasó el fatídico 22 de noviembre de 1963
en Dallas (Texas).
John no hizo nada para ser famoso más allá de ser John F. Kennedy
Jr. "Era dos personas", explica Gillon, "jugaba el papel del
hijo del presidente pero en el corazón era simplemente John". La nostalgia
por la muerte de su padre hizo que se convirtiera en un icono cultural entre
los de su generación, esperando de él que resucitara los días pasados. Carolyn,
sin embargo, tuvo especial dificultad para adaptarse a ese escrutinio constante
al que estaban acostumbrados los Kennedy.
Respecto a la que parecía idílica relación con su esposa, Carolyn
Bessette, Steven Gillon afirma que no llevaban un año casados cuando la llama
empezó a apagarse. "Ella se sentía atrapada", basándose en las
conversaciones personales que mantuvo con John y con amigos muy próximos.
Estaba anímicamente tan tocada, que pensaban que se automedicaba. Vivían en
residencias separadas.
La cadena TLC encapsula la conmemoración del 20 aniversario de su
muerte con un documental especial en el que muestra imágenes inéditas de la
boda filmadas por Billy Noonan. También recoge entrevistas con familiares y
amigos de la pareja. "Carolyn me cambió la vida de una manera que nunca
pensé sería posible", se escucha decir a John, "me ha hecho sentir
esta noche el hombre más feliz vivo".
John Jr. estaba en un proceso constante de entender quién era. El
matrimonio iba a peor, la revista que fundó –George– atravesaba problemas
financieros y su principal confidente, su primo Anthony Radziwill, se moría de
cáncer. "Las dos relaciones más importantes de su vida llegaban a su
fin", señala el documental. Los días previos a su muerte tenía el tobillo
escayolado tras un accidente saltando en
paracaídas. En cuanto el médico se la quitó, se puso a volar.
John F. Kennedy Jr. en 1984. MARIETTE PATHY ALLEN GETTY
Pese a ello, trataba de mirar al futuro en medio de la adversidad.
Quería crear una familia, a ser posible lejos de la ciudad de Nueva York. Pero
Carolyn no estaba preparada para tener hijos, como también señala la biografía
de Kathy McKeon, quien fuera asistente personal de Jackie Kennedy. "Odio
vivir en un pecera, como puedo traer a un niño a un mundo como este",
asegura que le dijo Bassette a una amiga. La situación era muy seria y la
pareja corría el riesgo de separarse.
En esa búsqueda de su persona, Gillon explica como John Jr. se
sentía más cómodo con su ambición política. No tanto por su nombre o por lo que
se esperaba de él, sino porque era algo que llevaba en los genes. Se planteó
presentarse para las elecciones de gobernador de Nueva York en 2002 y utilizar
el cargo como trampolín para algún día volver a la Casa Blanca. Pero Carolyn
era un obstáculo. Ni ellos sabían lo que iba a pasar con su relación ese
verano. La boda de su prima Rory iba a celebrarse el 17 de julio. Lauren, la
hermana de Carolyn, organizó un almuerzo el día antes del viaje en un último
esfuerzo para tratar de reconciliarlos. A ella le costó pero finalmente decidió
acompañar a su marido a aquel encuentro con el clan porque quería que las cosas
funcionaran. Nunca llegaron al destino porque, como dice Cohan, John Fitgerald
Kennedy Jr no supo ver el peligro.
https://elpais.com/elpais/2019/07/11/gente/1562865358_904671.html
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