Circe, ópera en tres actos, versión concierto. Música de Ruperto Chapí. Libreto Miguel Ramos Carrión, basado en El mayor encanto, amor, de Pedro Calderón de la Barca y en La Odisea de Homero. Teatro de La Zarzuela, 10 de septiembre de 2021.
Estrenada en la inauguración del Teatro Lírico de Madrid, el 7 de
mayo de 1902 y posteriormente en el Teatro Colón de Buenos Aires.
ÍTACA
“…Ten siempre a
Ítaca en la mente.
Llegar allí es tu
destino.
Pero en ningún modo
apresures el viaje.
Mejor dejar que dure
muchos años,
para que llegues,
viejo ya, a la isla,
rico con todo lo que
has ganado en el camino,…”
Konstantin Kavafis,
Obra escogida, Editorial Fontana (en griego Κωνσταντίνος Πέτρου Καβάφης,
Konstantinos Petrou Kavafis. Alejandría, Egipto; 29 de abril de 1863 – 29 de
abril de 1933)
Ficha artística
Dirección musical, Guillermo García Calvo
Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro de la
Zarzuela
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, Director Antonio Fauró
Reparto
Saioa Hernández, Circe, maga
Alejandro Roy, Ulises
Rubén Amoretti, Arsidas
Marina Pinchuk, Voz de Juno y sombra de Aquiles
Paula Alonso,* Elena Miró,*
Miriam Valado,* Alicia Martínez*
Milagros Poblador,*Elena Salvatierra,* Patricia Illera*, Ricardo
Rubio,* Alberto Camón,*
Daniel Huerta,* Rodrigo Álvarez,*, Mario Villoria,* Antonio
González,*, Graciela Moncloa*. Ninfas, Sirenas, Voces.
*Miembro del Coro Titular del T. de la zarzuela
Más de un siglo después de que un público la escuchara por última
vez, el madrileño Teatro de La Zarzuela recupera la ópera Circe de Chapí,
conocido habitualmente por su producción de género lírico español. Con una
partitura enormemente exigente, a pesar de que en el estreno de 1902 muchos
consideraron la ópera como “cimiento y base de la opera española”, cayó en el
olvido. No volvió a ser programada y no se volvió a escuchar.
En 2022 se celebrarán 120 del estreno de ‘Circe’, la grandiosa
ópera de Ruperto Chapí que en 1902 inauguró con más de veinte funciones el
desaparecido Teatro Lírico, el más grande recinto en su tipo de Madrid. Diez
años después, ‘Circe’ viajó a Buenos Aires para conquistar asimismo al público
del Teatro Colón; suerte inmensa –cuyo verdadero alcance todos ignoraban– la de
los espectadores de una y otra orilla que tuvieron la ocasión de asistir a
alguna de esas representaciones.
De esta manera el coliseo de la calle Jovellanos cumple una vez más
con las exigencias irrenunciables recogidas en sus estatutos como son la
preservación, la recuperación, la revisión y la difusión de nuestro patrimonio
lírico. Estos son los obligados cometidos que el Teatro cumple minuciosamente
cada temporada al menos por partida doble.
‘Circe’, con libreto de
Miguel Ramos Carrión, se estrenó en el Teatro Lirico de Madrid el 7 de mayo de
1902, y como indica el musicólogo Emilio
Casares Rodicio** en sus excelentes notas al programa de mano, uno no puede acercarse a ella con el mismo
espíritu con que se acude a un oír ‘La traviata’ o ‘Doña Francisquita’. “Más
bien hay que pensar en cualquiera de los dramas de Wagner o en el ‘Pelléas et
Mélisande’ de Debussy”, afirma el experto, quien explica que ‘Circe’ no se define por las grandes arias, dúos o
números concertantes —no tiene números—, “sino como un drama musical continuo,
donde música, texto, y visualidad actúan en conjunto”. Como un todo absoluto.
Y añade Emilio Casares, “las
bellezas saltan a la vista pero de otra manera, con una orquestación siempre
rica, con numerosos momentos transicionales, con un magistral trabajo motívico,
o por su colorismo. No hay sitios para las grandes cadenzas, o para momentos de
fioritura”.
Por su parte, el director de las dos representaciones, el maestro
García Calvo, señala al respecto que ‘Circe’ es “una ópera histórica, europea en el estilo de la ‘Elektra’ de Strauss o
el ‘Edipo’ de Enescu e incide en la versatilidad de Chapí aludiendo y a su capacidad
creativa: “En cada obra que escribe
parece de un nuevo compositor. Qué distinta su música”. Y de acuerdo a esta
idea concluye: “El de ‘Circe’ es un Chapí absolutamente desconocido”.
La narrativa y la imaginación de Homero perfuman todo el libreto, con sus alusiones a los dioses,
Juno (diosa protectora de la casa y el matrimonio,) Plutón, que impera en los
infiernos, Júpiter, (el dios de dioses) y figuras emblemáticas como Aquiles,
jefe de los mirmidones que vencieron a Troya junto con la dinastía de los
Atridas, recordando a Odiseo sus obligaciones para con la guerra, la patria y
sus conmilitones.
Resuena por todas partes el verso dulce, sedoso y culto de Calderón
de la Barca y con él, reverbera buena parte del Barroco y del Siglo de oro, con
la Circe de Lope de Vega y otros autores. Dilema recurrido el de Ulises, que se
anuda con el de Aquiles, antes de partir (dejando los placeres, inmortal), para
morir como un valiente en la guerra de los diez años, una contienda mítica ya
fundacional.
Ecos de Jean Racine y Pierre Corneille, se filtran también desde el
siglo francés de Luis XIV, ambos clasicistas, latinista el primero, helenista
el segundo, cuyos personajes, títeres de los dioses, yacen sumergidos una y
otra vez por la obligación de tomar opciones, decidir y cumplir su destino (El
Cid, Andrómaca, Berenice), entre muchas otras dramaturgias representadas
todavía hoy.
Circe además mantiene los relampagueos de Medea, Ariadna, Dido y
las protagonistas de muchas historias de amor y de abandono, porque el amante
es vivido como el eterno “nauta”, el marinero, que siempre está de paso y termina por abandonar a su amada. Ítaca es el
espacio a donde siempre hay que volver, ya lo relata Kavafis en su poema
homónimo que presenta esta reseña, pero el recorrido intermedio entre la
partida y la llegada al hogar, también es disfrutable y lleno de aventuras.
Los tres actos de la obra podrían definirse también siguiendo la
tradición gala de “introducción, desarrollo y conclusión”, una racionalización que
aflora la iniciación de la primera escena del coro de lamentos (¡Ay de mí!), los sollozos y alaridos,
de Circe, voces y los griegos, el encuentro la escena V, nuclear, con la
advertencia de la diosa Juno, para finalizar con la última escena de la primera
parte, de Circe, con su “bienvenido a mi reino,
gran caudillo”.
El segundo acto es decididamente un “locus amoenus”, típico de
Homero, pero también de Teócrito,
Virgilio y Horacio y presente en Las metamorfosis de Ovidio y en Los milagros
de Nuestra Señora del medieval autor Gonzalo de Berceo. Hace referencia, como
en este Chapí, a un lugar fresco y riente, de árboles, prados, agua y animales
en libertad. (El Himno del cuadro II, “Vengan
todos y el Himno de natura entone ya la selva florecida”).
Este ambiente bucólico y plácido, desgraciadamente, se
distorsionará en la cacería sangrienta de los amantes, compartiendo en la
muerte, el éxtasis de una erotización desbordada. (En la escena VIII del
segundo cuadro, “¿Oís? De la animada
cacería llegan las voces hasta aquí” (Arsidas, griegos)).
El tercer acto y final, es el anticlímax de la partida a
hurtadillas de Odiseo y la fanfarria funesta de Circe, que después de maldecir
al guerrero que se aleja, clama a los dioses y prefiere al final perecer en un
despliegue de destrucción y aniquilamiento amoroso y físico que incluye su
propio ser, sus habilidades ahora cegadas de maga y todo el escenario que la
rodea. Y así se cumple la consabida bisagra del Eros, (en griego antiguo Ἔρως) y su Tanatos (Θάνατος).
El maestro Guillermo García
Calvo al frente de la orquesta de la Comunidad de Madrid, titular en este
coliseo, ha conseguido llevar una batuta inteligente,
sensible con la masa coral dirigida por Antonio
Fauró con eficacia, y hace disfrutar, aquí y allí, de la sonoridad de las
trompas, el harpa, unas castañuelas, brillantes, como al pasar. Y está
pendiente de los solistas, que llevan una carga de responsabilidad muy
importante en la representación.
Como se ha recordado no se trata de una composición conocida y es complejo el encargo de conjugar los volúmenes sonoros de cantantes e instrumentos, los diferentes planos de color, pero lo consigue y redondea una propuesta interesante y única.
Pocas voces protagonistas en esta ópera, pero con una exigencia contundente. Saoia Hernández, soprano lírica, cumple sobradamente el papel de Circe, una maga enamorada presa al final de sus propios hechizos, cuya recreación emocional, plena de matices, le permite desplegar su línea de canto, bonita, su técnica impecable, un registro central pleno con acertados graves. Permanece casi todo el tiempo en escena y es sólida, manda y tiene buena dicción, pero tratándose de una versión concierto, todos los cantantes han priorizado la colocación de la emisión hacia la sala, para aprovechar una mejor proyección de la voz, faltando así un poco más de comunicación entre los personajes.
El tenor Alejandro Roy, que
estudió en Florencia con la mezzosoprano Fedora
Barbieri, desde su debut en el Teatro de La Zarzuela, ha cantado en la
mayoría de las salas europeas y españolas. Con muchos proyectos inmediatos,
despliega una composición teatral contenida del guerrero troyano, fiero pero
amoroso cuando toca(la mano al pecho). Posee un instrumento muy agradable, abundante, generoso y
con pulpa, al que imprime potencia y delicadeza cuando hace falta. Y le presta
la psicología plural del héroe homérico al que Circe le ofrece, atrevida e
inmisericorde salir de cacería: “¿Quieres
matar? Matemos”.
Rubén Amoretti es un bajo burgalés
fraguado en muchos repertorios. Se presenta en la actualidad en Palermo, Buenos
Aires, en Lausana y con colaboraciones cinematográficas con el Met de Nueva
York, por ejemplo. Habitual figura de la sala madrileña, su presencia en el
escenario concede al resto del reparto seguridad y firmeza.
Finalmente Marina Pinchuk sale airosa en dos presentaciones muy diferentes, como la voz de Juno y la sombra de Aquiles, figuras de la “auctoritas” griega, latina y universal, verdaderos iconos y modelos teatrales y novelescos. Complementan muy bien las ninfas, las sirenas y las voces de los diferentes miembros femeninos y masculinos del Coro Titular.
El público, numeroso en la velada, aunque con las normas de
seguridad sanitaria (siempre hay alguien que usa la mascarilla de adorno, sin
embargo, mal colocada, comprometiendo la seguridad de todos y de la propia continuidad
de la apertura del Teatro), aplaudió mucho y disfrutó, valorando como viene
siendo habitual, el privilegio de poder asistir a una velada tan conseguida y
gozosa como esta. Se desconoce si la audiencia tiene estudios universitarios,
pero, hay que ser generoso, y debido a la “Brevitate
vitae, Laudeamus igitur”.
Alicia Perris
**Su conferencia ad hoc se puede ver en los canales de Facebook y
youtube del T. de La Zarzuela
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