martes, 14 de septiembre de 2021

EL TENOR JUAN DIEGO FLÓREZ, HACE 2 SEMANAS EN MADRID, RINDIÓ A UN PÚBLICO ENTREGADO

 



Juan Diego Flórez, Tenor, Vincenzo Scalera, Piano. Selección de canciones y arias de Gioachino Rossini, Gaetano Donizetti, Giuseppe Verdi, entre otros. Teatro Real, Madrid, domingo 12 de septiembre


“Dilegua, o notte, tramontate, stelle(bis), all´alba vincerò, vincerò, vincerò” . Giacomo Puccini, Turandot.

Foto: Juan Diego Flórez, Homepage


Programa

Primera parte

Franz Schubert

"An Sylvia"

"An die Musik"

"Serenade"

Vincenzo Bellini

"Malinconia"

"Per pietà, bell'idol mio"

"La ricordanza"

Gioachino Rossini

Dans sibérienne, piece for piano n.12, de Péchés de vieillesse (piano solo)

“Deh! Tu m’assisti amore”, de Il signor Bruschino

“La speranza più soave” de Semiramide

 Segunda parte

Paolo Tosti

"Sogno"

"Seconda mattinata"

"Aprile"

Gaetano Donizetti

"Inosservato penetrava... Angelo casto e bel", de Il Duca d'Alba

Vincenzo Bellini

Largo e tema in fa minora (piano solo)

Giuseppe Verdi

"Je veux encore entendre ta voix", de Jerusalem

Giacomo Puccini

“Torna ai felici dì”, de Le Villi


Lucido y sorprendente repertorio el que escogió el tenor peruano para esta nueva presentación en la capital española. La última, anterior, probablemente en el Auditorio Nacional, donde aprovechó para colocar, debajo de los bancos del coro, a alumnos de la Escuela de Canto de Madrid con su director y alguna periodista no incluida en la lista oficial de acreditados al concierto que se hubieran quedado fuera de no ser por esta generosa ocurrencia. Pensar en los que no acceden a sus espectáculos, muchas veces por cuestiones crematísticas, también aquí, forma parte del universo Flórez, que podría aprovechar su fama, para olvidarse de los menos favorecidos, todos. No es el caso.


A pesar de actuar bajo el patrocinio de una marca de lujo, su referente planetario es la fundación en su país natal, en 2011, Sinfonía por el Perú, un proyecto de prevención e inclusión social para niños y jóvenes en situación de riesgo y vulnerabilidad.

 Juan Diego Flórez ha sido profusamente condecorado, pero en el escenario en esta velada aparece con un sencillo traje gris sport de calle, zapatos muy usados corrientes, nada de charol esta vez, chaleco breve, camisa blanca sin corbata, como su acompañante, Vincenzo Scalera, vestido de la misma manera.

Gran lleno en el coliseo capitalino. Dos filas suplementarias permiten ampliar el patio de butacas, donde muchos invitados de los sponsors, prefieren lucirse que atender al concierto, compartir una copa en el largo entreacto ad hoc y eso sí, olvidarse de ajustarse la mascarilla como es debido. Afortunadamente, Flórez sigue a su aire, con lo suyo, que es la música.

Por su parte, nacido en Nueva Jersey, Vincenzo Scalera, de origen ítalo-americano, se graduó en la Manhattan School of Music y trabajó como director asistente de la New Jersey State Opera. Siguió estudiando en Italia y en 1980 se unió al Teatro Scala de Milán como coach y pianista, además de ser director asistente de Claudio Abbado, Riccardo Chailly, Giannandrea Gavazzeni y Carlos Kleiber, entre otros. Acompañó a cantantes como Carlo Bergonzi, Montserrat Caballé, Piotr Beczala o Sandra Radvanovsky, José Carreras, y Leyla Gencer, entre muchos otros.

Grabó varios discos junto a celebridades de la lírica: Sumi Jo-La Promessa, Renata Scotto en Complete Songs of Verdi,  Carlo Bergonzi in Concerto y en Art of Bel Canto-Canzone y The Comeback Concerts of José Carreras. También grabó junto a Carlo Bergonzi el video-concierto titulado Bergonzi Celebrates Gigli, que abarca el repertorio que interpretaron juntos en un aclamado recital en 1985 en el Carnegie Hall. Es también un reconocido clavecinista, y artista de la firma Steinway e integra el staff de la Accademia d’Arti e Mestieri del Teatro alla Scala.

En esta ocasión, como solista, interpreta en la primera parte de Rossini Péchés de vieillesse (Danse Sibérienne, no. 12), con un acentuado sabor eslavo y en la segunda el Largo en Fa menor de Bellini. La compenetración de Scalera con su instrumento es nítida. Sus picados, los arpegios, la posición, la relajación que infunde al sonido, cristalino y el exquisito y respetuoso uso del pedal y la mano izquierda, potente, hacen del artista repertorista un ejemplo de saber tocar.

La representación aparece en principio imbuida de una veladura melancólica, con tres Schubert que el público aplaude indebidamente en cada entrega, interrumpiendo la concentración y el clima recogido y atento de la escucha. El tenor alza una ceja mirando a su acompañante y continúa. Hay un perfume de conservatorio antiguo y canónico en la evocación onírica de la Serenade del gran compositor para piano vienés.

Bellini le permite seguir acunando como en varias berceuses reiteradas, una cadencia interminable de suavidad y ligereza, pero a cada fragmento, aparte de sus agudos, escalofriantes y muy glosados por la prensa del foro, le dedica toda su sensibilidad y su capacidad expresiva, únicas. La verdad es que el tenor belcantista desvela una notable sabiduría y experiencia, al comenzar in crescendo con unas obras que le permiten ir calentando la voz, poco a poco, para terminar en las propinas, con un festival de melodías no por muy conocidas, menos esperadas. Mucho modo mayor, luminoso, solar, a pesar de la introspección o modos menores con resolución en mayor. Difícilmente mejorables su Signor Bruschino (“Deh! Tu m´assisti amore”y “La Speranza più soave” de la Semiramide.

Luego de la pausa, tres canciones de Paolo Tosti, deliciosas, cantadas por Bergonzi y José Carreras entre otros en su día, Il Duca d´Alba (“inosservato penetrava…Angelo casto e bel” de Donizetti, entroncando con su filiación más natural, la del bel canto y habiendo dado pruebas hasta el momento, de su facilidad para interpretar en alemán, italiano al que seguirá su Verdi en francés  (“Je veux enconcre entendre ta voix”, de Jerusalem), seria y solemne, recogida.

Foto, Julio Serrano

No fueron bises sino encore y encore los extras que el tenor dedicó al público, siete, ocho, en un recital de casi dos horas, programado en principio “para hora y 35 minutos, incluyendo una pausa” con su guitarra y de nuevo con Vincenzo Scalera.

Foto: Julio Serrano

El tenor sudamericano siempre termina sus prestaciones acompañado de su guitarra, ya más relajado y en otro nivel. Y así se fueron cosiendo Core ‘ngrato (en dialecto napolitano, muy conseguido) de Salvatore Cardillo, con texto de Riccardo Cordiferro, también conocido por las primeras palabras, “Catarì, Catarì”, y un “medley”, (según explicó el cantante) con las consagradas “María sueños”, “Fina estampa” y “La flor de la canela” de Chabuca Grande y el “Currucucú” de Tomás Méndez, fiato mágico (“que si no lo canto, me matan”). Después un inspirado “Pour quoi me réveiller” del Werther,  “La donna è mobile” de Rigoletto, con el doble comienzo tradicional, el “Nessum dorma” del Turandot pucciniano y “Una furtiva lacrima”, del Elixir.  Tutto Pavarotti.

Los presentes aplaudieron mucho, es lógico, porque un concierto de Juan Diego Flórez es un regalo que se recibe ya fantaseando cuándo volverá a repetirse. Un privilegio.

Y aparte de su inconmensurable talento, su emocionalidad y empatía cuando dice, “Sinfonía por el Perú me recuerda cada día cómo la música no solo cambió mi vida, sino la de miles de niños, ofreciéndoles un nuevo futuro lleno de esperanza”. Claro, y es muy probable que escuchándolo, desde algún rincón  de otra galaxia Luciano se congratule por esta música, por este canto, por esta belleza y sonría, como solía hacerlo, siempre escoltado y engalanado con uno de sus maravillosos pañuelos de seda.

Alicia Perris

"Encores" de música hispanoamericana (peruana y mexicana) fuera de programa del concierto de Juan Diego Flórez en Madrid, 12 de septiembre de 2021





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