Niccolò Conforto (1718-1793). La Nitteti ø+ (1756). CICLO UNIVERSO BARROCO del CNDM en el Auditorio Nacional de Música, Sala Sinfónica. Sábado 7 de mayo, 2022.
Ópera con libreto de Pietro
Metastasio estrenada en el Teatro del Buen Retiro de Madrid por encargo de
Farinelli. ø+ Recuperación histórica, estreno en tiempos modernos
(Formación) Nereydas
Javier Ulises Illán, director
Zachary Wilder, tenor (Amasi)
María Espada, soprano (Sammete)
Ana Quintans, soprano (Beroe)
Núria Rial, soprano (Nitteti)
Lucía Caihuela, soprano (Amenofi)
Paloma Friedhoff, soprano (Bubaste)
Víctor Cruz, bajo (Noble egipcio)
"La Nitteti", de Niccolò Conforto (1718-1793) es una
ópera con libreto de Pietro Metastasio estrenada en el Teatro del Buen Retiro
de Madrid en 1756 por encargo del mítico Farinelli.
Según opina el director musical de la propuesta, Javier Ulises Illán, “Por suerte, ya no
es una extravagancia el rescate de obras dramáticas españolas del siglo XVIII.
A esa tarea se suma el conjunto Nereydas, que, pasada ya su primera década de
vida, se enfrentará a La Nitteti, una obra representada como regalo de
cumpleaños de María Bárbara a su esposo, el rey Fernando VI. La música proviene
de Niccolò Conforto, un compositor napolitano que acababa de llegar a la corte
madrileña, donde con Carlos III alcanzaría la maestría de la Capilla Real.
Murió en Aranjuez en 1793 poco antes de cumplir los setenta y cinco años”.
El compositor de esta partitura, pues, Nicola Conforto o Conforti
nacido en Nápoles fue un compositor italiano que estudió música en la ciudad
natal en el Conservatorio di Santa Maria di Loreto, donde tuvo como maestros a
Giovanni Fischietti y Francesco Mancini. Después de haber recibido la formación
adecuada, se estrenó durante el carnaval del año 1746 en Nápoles como
compositor de óperas con La finta vedova. En los años posteriores, pusieron en
escena otros trabajos suyos, tanto en Nápoles como en Roma. Por la fama
obtenida gracias a estos éxitos hizo que en el año 1750 recibiera el encargo de
representar en el Teatro de San Carlos su primera ópera seria, Antigono.
Para celebrar la onomástica del rey de España Fernando VI puso en
escena el 30 de mayo de 1752 el drama Siroe y el 23 de septiembre de 1754 para
la celebración del cumpleaños del rey de Nápoles Carlos III L'eroe cinese. Estos
dos trabajos obtuvieron numerosos aplausos en Madrid, tanto que en esta ciudad
en el año 1755 fue nombrado compositor de ópera de la corte. Posteriormente
recibió el título de maestro de capilla, pero a pesar de ello su importancia
como autor empezó a declinar y en los últimos años se dedicó siempre menos a la
actividad compositiva escribiendo sólo ocasionalmente música para conmemoraciones
especiales.
A pesar de la habitual confusión de personajes, situaciones y
géneros (sexos), líquidos, muy líquidos, no binarios, al estilo de lo que se
lleva en estos tiempos, el libreto de esta ópera lo compuso un escritor de los
más famosos del siglo XVIII.
En efecto, Pietro Antonio Domenico Bonaventura Trapassi, más
conocido como Metastasio (Roma, 3 de enero de 1698 - Viena, 12 de abril de
1782), fue un escritor y poeta italiano que nació en Roma, donde su padre,
Pietro improvisaba versos y cantaba ya de niño. En una de esas improvisaciones
en 1709 fue descubierto por el árcade Gian Vincenzo Gravina y por el crítico
Lorenzini. Gravina lo adoptó y le
proporcionó una educación esmerada. En un viaje de Gravina a Nápoles y a
Calabria confió su educación a Gregorio Caroprese, más atento a la salud y
esfuerzos de su alumno. A los doce años tradujo La Ilíada y en 1721 empezó su
carrera musical con el epitalamio Endimión, con ocasión de la boda de su
protectora, la princesa Pinelli di Sangro, con el marqués Belmonte Pignatelli.
Fue conociendo a los mayores compositores de su tiempo: Porpora, quien le dio una formación
musical, Johann Adolf Hasse, Pergolesi,
Alessandro Scarlatti, Leonardo Vinci, Leonardo Leo, Francesco Durante y
Benedetto Marcello, y no paró de escribir sus encargos. En ese mismo
cenáculo aprendió el arte del bel canto y se familiarizó con el estilo de
intérpretes como Farinelli.
Su mérito no se desvela en las intrigas convencionales, algunas
situaciones absurdas y las libertades que se toma con la verdad histórica de
algunos personajes, de hecho, el Egipto de la Nitteti podría haber sido el de
cualquier reinado de los Lágidas, aquellos reyes y reinas descendientes de
Ptolomeo, el lugarteniente del macedonio que heredó esta parte del mundo
conquistado, cuando Alejandro magno falleció prematuramente. También podrían
haber sucedido los hechos en la corte de Leónidas de Esparta, o el entorno de
Aníbal Barca o Julio César y Cleopatra. Aunque- todo hay que decirlo- las
fuentes que utilizó Metastasio para el libreto fueron serias: los estudios
histórico – geográficos de los griegos Heródoto de Halicarnaso y Diodoro de
Sicilia.
En 1770, el compositor checo Josef
Myslivecek (Praga, 1737 – Roma, 1781) compuso sobre el mismo texto en
italiano, una ópera homónima en 3 actos, cuyo estreno tuvo lugar en el Teatro
Comunale de Bolonia, el 29 de abril.
En los libretos de ópera de Metastasio se encuentra la mejor
expresión de la corriente arcádica, que predominó en la lírica neoclásica
italiana y será revisitada por compositores como Vivaldi, Haendel, Gluck, Meyerbeer, Traetta y Mozart.
Escriben los expertos que “Durante los cuarenta años que duró su
carrera original y creativa, su renombre no paró de crecer de una forma
verdaderamente formidable, casi increíble. En su biblioteca se contaban no
menos de cuarenta ediciones distintas de sus obras completas. Fueron traducidas
a numerosas lenguas: francés, inglés, alemán, español e incluso griego moderno.
Pero su estilo convenía a una cierta música, la de los virtuosos de
la vocalización, los sopranos dramáticos. Las evoluciones que afectaron al
drama musical con la llegada de Gluck y Mozart, el desarrollo de la
orquestación y la moda del estilo germánico que se expandía rápidamente
necesitaban textos de una factura distinta. Las obras del autor italiano
cayeron en un olvido que ciertamente no merecían, como no lo merecía tampoco la
música ad hoc.
Farinelli, considerado por él como un alter ego, personificaba de
alguna manera su poesía y con la desaparición de los castrati la música
apropiada a Metastasio se desvaneció”.
El archipiélago de los castrati, niños y jóvenes emasculados cuya
voz en principio podía tomar después de la operación una tonalidad particular y
angélica, aunque a menudo no era así, se descubrió para el gran público con una
película con cuya producción comienza a ponerse de moda masivamente ese tipo de
música, también el barroco, las orquestas de cámara de corte y la búsqueda de
efectos y diseños fantásticos para escenografías, trajes y todo tipo de
impedimenta, como las que a menudo enarbolaron cantantes como Philippe Jaroussky en la Ópera de
Versailles o la mezzosoprano Cecilia
Bartoli entre otros. Esos montajes, hicieron desarrollar toda una
fantasmagoría de sueños y ensueños en las audiencias, que los encuentran ahora
en parte cancelados cuando esos proyectos se reducen a una versión de
concierto. Está claro que la ópera nació para ser representada en aquella
Florencia mítica de la Camerata del
Conde di Bardi, aunque algunas salas notorias de la capital española hayan
dedicado buena parte de su temporada actual a propuestas huérfanas de
sortilegios, lujos, oropeles, plumas, terciopelos o imaginación, inmersos aquellos
siempre antes en un juego de espejos convergentes de manifiesta y expuesta
ambigüedad y de transgresión.
En cuanto a Farinelli, que entronca con esta composición de manera
sabida y documentada, le hemos puesto temperamento, rostro y voz, aunque fuera
algo ad libitum, en la película biográfica, una coproducción
italiano-belga-francesa, dirigida por Gérard
Corbiau, sobre la vida y la carrera del cantante de ópera italiano Carlo Broschi, conocido como Farinelli,
considerado el más importante castrato de todos los tiempos.
Protagonizada por Stefano
Dionisi, como un inasible Farinelli, la voz de este personaje se obtuvo
mediante la mezcla digital de las voces de Ewa
Malas-Godlewska, una soprano polaca, y de Derek Lee Ragin, un contratenor estadounidense, con el objetivo de
recrear una voz similar a la de un castrato. Aunque el relato de la película
está basada en hechos reales, hay numerosos datos que no responden a la
realidad histórica, como la descripción psicológica y musical de figuras como
Porpora, el hermano de Farinelli o el propio Haendel. Por ejemplo, se destaca la importancia del hermano de
Farinelli en perjuicio de la de Nicola Porpora.
El director musical de la cinta fue el clavecinista francés Christophe Rousset cuya grabación
musical fue realizada en la sala de conciertos del Arsenal en Metz, con la
orquesta Les Talens Lyriques.
Si no siempre hay acompañamiento escénico, como en los fulgores de aquella película y las óperas de esas épocas, queda sin embargo la música y en el caso de La Nitteti, una partitura recuperada ahora, cuyo mérito es exactamente la posibilidad de descubrir gemas perdidas en la noche de los tiempos o no tanto, pero fuera de la circulación de repertorios conocidos o fáciles de identificar por el público de los grandes teatros.
Esta vez en el Auditorio Nacional de Madrid, la Nitteti corre a
cargo del grupo Nereydas, “una
formación, dirigida por Javier Ulises
Illán, fundada en 2010 para investigar, recuperar, interpretar y difundir
el patrimonio musical de diferentes periodos estilísticos, desde el
Renacimiento y el Barroco hasta programas sinfónico-corales del clasicismo.
Tal y como ellos se definen, “Nereydas se organiza como una
agrupación abierta y flexible con capacidad de formar la combinación ideal para
desarrollar cada proyecto. Sus señas de identidad son el rigor de sus
interpretaciones con criterios historicistas, que se basan en el estudio de las
fuentes y el trabajo musicológico sobre cada partitura, para ofrecer la esencia
y el estilo propios de cada periodo y obra. Utiliza instrumentos originales de
época o copias fidedignas de los mismos”.
En esta ocasión Nereydas, y su director, Javier Ulises Illán, se
emplearon a fondo en una propuesta conseguida que se desarrolló en más o menos tres horas de duración, dura prueba para músicos, cantantes y el público. Mascarillas a voluntad, ya no son obligatorias.
Illán es un maestro con soltura dirigiendo con confianza en la seguridad
y compactación sonora de unos músicos que dan lo mejor de sí en una función
única exigente y agotadora. Ha realizado numerosas colaboraciones
internacionales con organismos y formaciones de nivel. Los instrumentistas,
destacan por su denuedo en la ejecución, aunque por momentos, se echa en falta
algo más de apasionamiento en la evolución interpretativa de una partitura
inspiradora y con arrebatos amorosos y otros, muy frecuentes.
Bien los vientos, las cuerdas y la viola d´amore de Valerio Losito, los timbales y
percusión de Daniel Garay, originales
en sus intervenciones, con la obligada mención al clave de David Palanca, y la cuerda pulsada de Manuel Minguillón.
Es complicado encontrar tantas sopranos para una producción con
instrumentos igualmente dotados y a punto. Y en ese sentido, admirable sobre
todo la Beroe de Ana Quintans, la
bella escultora además, acompañada por la protagonista, Nitteti de Nuria Rial, elegante fraseo y actividad
en varios teatros extranjeros.
María Espada adecuada y con claque propia que aplaudía de forma clara sus intervenciones, aunque algo destemplados algunos de sus agudos. Ajustado también el Amenofi de la soprano Lucía Caihuela y Paloma Friedhoff, de la misma cuerda en su recreación de Bubaste.
El tenor tenía toda las de ganar en una representación con
arrolladora mayoría de sopranos y voces femeninas, por contraste, Zachary Wilder consiguió convencer y
agradar en su papel de Amasi, redondeando sus intervenciones con dulzura,
excelente técnica y fiato.
Por fin, Víctor Cruz fue un equilibrado bajo como noble egipcio (con bastón egiptizante) y hay que subrayar que casi todos los cantantes llevaban vestimentas, peinados, accesorios o maquillaje (triunfó el “eye liner” acentuado en varias cantantes) que evocaban las iconografías de las tumbas de Luxor en el Valle de los Reyes o los detalles de las máscaras de las momias que descansan como pueden su sueño eterno siempre sobresaltado en el antiguo Museo de El Cairo.
No faltaron tampoco, las sandalias rojas de tacón sobreelevado o
los calcetines y el foulard de un músico del mismo color, tal vez saludando la llegada de
una primavera a Madrid que fue la causa probable de que la Sala Sinfónica solo
estuviera con su aforo a la mitad.
A la vista de la rapidez de algunas reseñas la mañana siguiente al
concierto, largas, dúctiles y profusamente documentadas, se aprecia una cierta “Sangallización”
(ver Honoré de Balzac) en la prensa especializada y otras, ya que muchas veces
algunos de sus representantes de medios locales y prestigiosos seguramente acuden a los ensayos generales o
tienen cumplida información de artistas, escenarios, las propias obras con
anticipación. Está muy bien, van abriendo caminos a lo que vienen detrás y
andan un poco perdidos ante un primer visionado o audición en sala el día de la
velada.
Hubo aplausos para todos al final por supuesto, a los valientes
resistentes y durante las arias, recitativos, dúos o el coro, que en el
cuarteto del primer acto logró conmover y enamorar a la audiencia. Como sucedió con algunas arias a cargo de
Beroe “Oh, come amor tiranno”, “Non rendono superbi” (de Amasi) o el final
conclusivo del Coro, “Temerario è ben chi vuole”, a cargo de Amenofi, Beroe,
Bubaste, Nitteti y Sammete. Como decía Plauto, autor latino de más de 130
comedias entre el siglo III y II a.C., si seguramente os gustó y la
disfrutasteis, “plaudite”.
Alicia Perris
Fotos del concierto, Elvira Megías
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