domingo, 2 de marzo de 2025

ROMÉO ET JULIETTE, UNA PRODUCCIÓN SENSIBLE EN EL TEATRO SAN CARLO DE NÁPOLES

“ROMÉO ET JULIETTE”. Ópera en cinco actos a partir de un libreto de Jules Barbier y Michel Carré, basado del drama homónimo de William Shakespeare. Música di Charles Gounod. Temporada de ópera y danza 2024/25, Teatro San Carlo de Nápoles, 25 de febrero, 2025. Primera representación en este teatro.


Estreno, París, Théâtre-Lyrique, 1867

Julieta, ELSA DREISIG

Romeo, JAVIER CAMARENA

Hermano Laurent, GIANLUCA BURATTO

Mercucio, ALESSIO ARDUINI

Estéfano, CATERINA PIVA

Capuleto, MARK KURMANBAYEV

Teobaldo, MARCO CIAPONI

Gertrudis, ANNUNZIATA VESTRI

El duque de Verona, YUNHO KIM

Paris, ANTIMO DELL’OMO

Benvolio, SUN TIANXUEFEI

Gregorio, MAURIZIO BOVE

Orquesta y Coro del Teatro di San Carlo. Director, Sesto Quatrini

Maestro del Coro, Fabrizio Cassi

Dirección de escena, Giorgia Guerra

Escenografía, Federica Parolini

Vestuario, Lorena Marín

Iluminación, Fiammetta Baldiserri

Videos, Imaginarium Studio

Producción del (ABAO) Teatro de Ópera de Bilbao y de la Ópera de Oviedo

L'amor che move il sole e l'altre stelle” (Paradiso, XXXIII, v. 145) è l'ultimo verso del Paradiso e della Divina Commedia di Dante Alighieri.

Esta cita en cambio se acerca más aún al tema de referencia y es de T.S. Elliot «El ser humano no verá nunca la realidad de forma más clara que lo hizo Shakespeare”.

La historia de Romeo y Julieta tiene antecedentes en la mitología y literatura griegas y en algunas leyendas medievales. Durante los siglos XV y XVI fue objeto de múltiples versiones, pero fue Shakespeare quien le infundió una pasión y un dramatismo inéditos hasta entonces y que han contribuido a mantener la leyenda en la memoria colectiva.

La mayoría de los académicos no ha podido asignar una temática específica a la obra. Existe una propuesta derivada del estudio de los personajes en la que el ser humano, sin ser completamente bueno o malo, posee rasgos de ambos aspectos. No se ha podido encontrar un tema central, hay varios temas secundarios que se enredan de manera compleja en la trama. Sus diferentes interpretaciones continúan siendo estudiadas por diversos académicos y expertos en la vida de Shakespeare. Hasta se duda- y hay tendencias importantes ad hoc- de la propia autoría del bardo inglés, y se proponen otros autores para su legado.

En ese sentido, Gounod respeta las geografías diferentes que habitan la obra original. El amor intemporal es uno de los elementos representativos de Romeo y Julieta. También es posible que funcione como una ecuación del amor y el sexo con la muerte. A lo largo de la tragedia, tanto él como ella (junto con otros personajes secundarios) fantasean con esta "igualdad fulminante", normalmente atribuida a un amante. Por ejemplo, el señor Capuleto es quien se percata primero de la "muerte" de Julieta, comparando este factor con la pérdida de la virginidad de su hija. Además, un poco más adelante esta compara, eróticamente, a Romeo con la muerte. Justo antes de suicidarse, decide emplear la daga de este, diciendo, "¡Oh, feliz daga! Este es tu filo. Corróeme entonces, y déjame morir". Todo el texto y la música que lo acompañan, están atravesados de dobleces y ambigüedades que enriquecen el proceso dramático, aunque se trate de un final conocido o intuido ab initio.

El destino y el azar están además presentes. En los argumentos a favor de la importancia del destino se suele describir a Romeo y Julieta con el término Star-crossed lovers. Los conceptos de luz y oscuridad se alternan también en la partitura que acompaña fidedignamente a un texto conocido por todos los públicos. Grandes actores ingleses como Laurence Olivier defendieron varios roles de la tragedia shakesperiana y la película de Franco Zeffirelli, filmada con adolescentes, quedó una impronta indeleble en la historia del Cine.

La percepción del tiempo juega un papel importante en el lenguaje y la trama de la obra y también la precipitación. Al final, la única manera perceptible en la que ellos pueden vencer al tiempo es con un final apoteósico y autodestructivo, aspecto que los vuelve inmortales a través del arte.​ Y dejamos las derivaciones psicoanalíticas y feministas de antes y de última hora para otro foro. Ya se ha dicho y escrito casi todo de Shakespeare y de las composiciones en ópera, ballet, cine y teatro que han existido y continuarán. Porque el escritor inglés roza la inmortalidad.

Sutherland Edwards, crítico musical de la St. James's Gazette, escribió lo siguiente sobre la ópera después de su estreno en Londres en 1867: “Roméo et Juliette de Gounod, en la que el compositor siempre es ameno, aunque pocas veces impresiona, puede describirse como el poderoso drama de Romeo and Juliet reducido a las proporciones de una égloga para ellos. Se los recuerda como una serie de muy bellos dúos, alternados por un aria del vals chispeante para Julieta, en la que Madame Patti demuestra que el genio trágico, que igualmente le pertenece, con la más alta capacidad para la comedia. Romeo e Giulietta es una ópera admirable para Giulietta en la que Romeo no queda olvidado”.

En 1841, durante su estancia en la Villa Médici de Roma, Gounod proyecta la composición de una ópera inspirada en la historia de los amantes de Verona y a partir de 1865, se dedica a un proyecto que inspiró a toda clase de artistas, impregnando las páginas de música y los colores de los pintores.

Notables intérpretes de Romeo han defendido el “Lève-toi soleil” de la partitura, también famoso y en esta ocasión la lista incluye a cantantes como Franco Corelli, Veriano Luchetti, Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Roberto Alagna o Rolando Villazón y por supuesto, el admirado y reconocido tenor peruano Juan Diego Flórez, que justamente, cantó con Garifullina, el 14 de julio de 2017 en París, al aire libre, el día de la fiesta nacional francesa, de gratísima memoria.

La creación de Gounod es muy atrayente y embarca al oyente en un carrusel que sube y baja siguiendo las emociones y los sentimientos de los protagonistas. A hacer más célebre la ópera contribuye seguramente la ariette de Julieta "Je veux vivre", cantada por muchas sopranos que pueden no haber cantado el papel de la joven Capuleto (Maria Callas, Joan Sutherland, Montserrat Caballé, Anna Moffo, Sumi Jo, Kathleen Battle, Edita Gruberova entre algunas).

La presentación ahora en el teatro San Carlo de Nápoles fue un éxito en cada representación. Y contó sobre todo con los grandes cantantes en ellos roles titulares, Javier Camarena (Romeo) y en la última función, Elsa Dreisig, como Julieta.

Esta soprano de origen franco-danés, de familia de músicos, ha paseado ya a sus treinta y pocos años una trayectoria por grandes teatros y diferentes roles. En este caso, su Julieta es fresca, de feliz presencia física en el escenario, grácil. Excelente técnica, expresividad y comunicabilidad. Goza de un fiato solvente, destacada línea de canto y una dicción francesa comprensible, aún en medio de las agilidades. Pareja adecuada también para Javier Camarena, ya que a dúo se adaptaron a los papeles y al trabajo conjunto como un guante, a pesar de haber compartido una única función. La soprano es de desempeño habitual también en España, precioso su vals “Je veux vivre”, apasionado, solar y el aria del cuarto acto “Amour, ranime mon courage”.

Javier Camarena, parece aquí el hermano menor de sí mismo hace años. Increíble la preparación física, vocal y de apariencia que ha logrado este tenor mexicano, enamorado de las canciones de Tosti, que sorprendió al mundo de la lírica con sus incontables do de pecho y bises en” La fille du régiment” de Donizetti.

Desde la entrevista que concedió a esta cronista con ocasión de un recital en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, ha tenido problemas con la voz, sufrido como todos el parón de la pandemia y ha emergido fortalecido de esas experiencias para volverse un cantante que triunfa en cualquier rol y lugar que visite.

Fue un Romeo juvenil, cándido, pícaro, muy enamorado, con agilidad en el escenario para moverse y transmitir a una audiencia perpleja y complacida. Muy entregado aquí, con gran capacidad técnica, brillantez en los agudos y facilidad para delinear cualquier atmósfera de la ópera. Bien ajustado su “Lève-toi, soleil”, así como los dúos con Julieta/Dreisig, las intervenciones con Mercucio, Paris o su asistente. Una performance vibrante.

El coro del Teatro, dirigido por Fabrizio Cassi, tuvo a su cargo la apertura de la tragedia. Le faltó tal vez más empaque al comienzo, porque se trataba de la llegada a una fiesta, del cumpleaños de Julieta, de algo muy festivo. Puede que los responsables de esta puesta lo pensaron desde el comienzo como una “profecía autocumplida” y así, se dibujó muy pronto la narrativa teatral y lírica hacia el inevitable drama del vate de Stratford-on-Avon.

El director, Sestro Quatrini, siguió la evolución de los cantantes y la escena con facilidad, marcando planos, escuchando los tempi orquestales y los pasajes de bravoure de los cantantes, muy bien acompañado por la siempre eficaz formación musical del Teatro San Carlo.

La regia que afrontó Giorgia Guerra, algo revisionista, sin embargo encarna la cadencia histórico-literaria con elegancia, y a partir de ahí se da vida a un paralelepípedo o torre que determina el movimiento escénico casi constantemente. Luminosos los trajes de Lorena Marin, en otras ocasiones más sombríos, lejos de los colores que se le atribuyen con frecuencia, a los ropajes nobles del Renacimiento italiano. La escenografía a cargo de Federica Parolini resuelve bien los desafíos teatrales, aunque en esta producción shakespeareana, el texto y la música son tan potentes, tan liberadoras de ideas, colores y temperaturas, que podrían haberse declamado y escandido en un teatro griego, sin aditamentos, limpios, despoblados. La iluminación de Fiammetta Baldiserri acompaña la creación de climas y una narrativa no por muy conocida menos disfrutable.

Asociados a estas propuestas, vídeo-proyecciones provenientes de Imaginarium Studio, que evocan simbólicamente con las diferentes narrativas, las situaciones de enfrentamientos, acercamientos e imposibles continentes de contacto entre los personajes.

Junto a los protagonistas, se ha conseguido plasmar la tarea ímproba, por pequeña pero muy concentrada de figuras como Mercucio, a cargo de Alessio Arduini, un barítono de alto voltaje, seguro, ambiguo pero desafiante, potente en su fragmento de Mab (que define en parte la atmósfera desenfocada y fuera de la realidad de todo el drama) enfrentado con un Teobaldo, defendido por el tenor Marco Ciaponi, muy bien en un rol bisagra como casi todos los que aquí evocan el Tanathos. El hermano Laurent que imagina Gianluca Buratto, tiene otro rol importante, casi desencadenante del drama. Bien jugado y cantado. Muy en su papel el ama, demasiado confiada y ausente, otro resorte de la catástrofe en la que se ve inmersa la pareja de enamorados. Adecuada en la voz y la teatralità, Annunziata Vestri.

El Estéfano de Caterina Piva, virtuoso, como paje de Romeo, asiste más o menos atónito siguiendo las reglas de juego de un amo volátil y despreocupado, cambiante, como ya se lo definió. Muy adecuadamente preparados y despiertos en la actuación y los resultados, el Capuleto, de Mark Kurmanbayev, que va desde la complacencia en el I acto al desconsuela y la imposibilidad de impedir la tragedia. Finalmente, Yunho Kim (el duque de Vérona), Antimo Dell’Omo (como Paris), Sun Tianxuefei es un Benvolio convincente y “last but not least” Maurizio Bove, que da  vida a Gregorio.


Sobretítulos en inglés e italiano, precioso programa de mano exhaustivo y portable, cuadrado y manejable, la sala prácticamente al completo, el público muy despierto aunque fueran las cuatro y media de la tarde (dopo pranzo). Hubo muchos aplausos y la luz del Teatro San Carlo y sus habitantes de siempre y ocasionales, aclaró definitivamente el panorama sombrío de lo que había sido un mediodía nublado. Al menos en el alma. Ahí está siempre Nápoles para infundir Eros. Por todas partes.

A la manera de las disculpas de los grandes del teatro grecolatino al final de sus textos, diría: “Se questo è un errore e mi sarà provato, io non ho mai scritto, e nessuno ha mai amato”. William Shakespeare, Soneto 1126

Alicia Perris

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