“ROMÉO ET JULIETTE”. Ópera en cinco actos a partir de un libreto de Jules Barbier y Michel Carré, basado del drama homónimo de William Shakespeare. Música di Charles Gounod. Temporada de ópera y danza 2024/25, Teatro San Carlo de Nápoles, 25 de febrero, 2025. Primera representación en este teatro.
Estreno, París, Théâtre-Lyrique, 1867
Julieta, ELSA DREISIG
Romeo, JAVIER CAMARENA
Hermano Laurent, GIANLUCA BURATTO
Mercucio, ALESSIO ARDUINI
Estéfano, CATERINA PIVA
Capuleto, MARK KURMANBAYEV
Teobaldo, MARCO CIAPONI
Gertrudis, ANNUNZIATA VESTRI
El duque de Verona, YUNHO KIM
Paris, ANTIMO DELL’OMO
Benvolio, SUN TIANXUEFEI
Gregorio, MAURIZIO BOVE
Orquesta y Coro del Teatro di San Carlo. Director, Sesto
Quatrini
Maestro del Coro, Fabrizio Cassi
Dirección de escena, Giorgia Guerra
Escenografía, Federica Parolini
Vestuario, Lorena Marín
Iluminación, Fiammetta Baldiserri
Videos, Imaginarium Studio
Producción del (ABAO) Teatro de Ópera de Bilbao y de la Ópera
de Oviedo
“L'amor che move il sole e l'altre stelle” (Paradiso,
XXXIII, v. 145) è l'ultimo verso del Paradiso e della Divina Commedia di Dante
Alighieri.
Esta cita en cambio se acerca más aún al tema de referencia
y es de T.S. Elliot «El ser humano no verá nunca la realidad de forma
más clara que lo hizo Shakespeare”.
La historia de Romeo y Julieta tiene antecedentes en la
mitología y literatura griegas y en algunas leyendas medievales. Durante los
siglos XV y XVI fue objeto de múltiples versiones, pero fue Shakespeare quien
le infundió una pasión y un dramatismo inéditos hasta entonces y que han
contribuido a mantener la leyenda en la memoria colectiva.
La mayoría de los académicos no ha podido asignar una
temática específica a la obra. Existe una propuesta derivada del estudio de los
personajes en la que el ser humano, sin ser completamente bueno o malo, posee
rasgos de ambos aspectos. No se ha podido encontrar un tema central, hay varios
temas secundarios que se enredan de manera compleja en la trama. Sus diferentes
interpretaciones continúan siendo estudiadas por diversos
académicos y expertos en la vida de Shakespeare. Hasta se duda- y hay tendencias importantes ad hoc- de la propia autoría
del bardo inglés, y se proponen otros autores para su legado.
En ese sentido,
Gounod respeta las geografías diferentes que habitan la obra original. El amor intemporal es uno de
los elementos representativos de Romeo y Julieta. También es posible que
funcione como una ecuación del amor y el sexo con la muerte. A lo largo de la
tragedia, tanto él como ella (junto con otros personajes secundarios) fantasean
con esta "igualdad fulminante", normalmente atribuida a un amante.
Por ejemplo, el señor Capuleto es quien se percata primero de la
"muerte" de Julieta, comparando este factor con la pérdida de la
virginidad de su hija.
Además, un poco más
adelante esta compara, eróticamente, a Romeo con la muerte.
Justo antes de suicidarse, decide emplear la daga de este, diciendo, "¡Oh,
feliz daga! Este es tu filo. Corróeme entonces, y déjame morir". Todo el
texto y la música que lo acompañan, están atravesados de dobleces y
ambigüedades que enriquecen el proceso dramático, aunque se trate de un final
conocido o intuido ab initio.
El destino y el azar están además presentes. En los
argumentos a favor de la importancia del destino se suele describir a Romeo y
Julieta con el término Star-crossed lovers.
Los conceptos de luz y oscuridad se alternan también en la partitura que
acompaña fidedignamente a un texto conocido por todos los públicos. Grandes
actores ingleses como Laurence Olivier defendieron varios roles de la tragedia
shakesperiana y la película de Franco Zeffirelli, filmada con
adolescentes, quedó una impronta indeleble en la historia del Cine.
La percepción del tiempo juega un papel importante en el
lenguaje y la trama de la obra y también la precipitación. Al final, la única manera perceptible en la que ellos pueden vencer al tiempo
es con un final apoteósico y autodestructivo, aspecto que los vuelve inmortales
a través del arte.
Y dejamos las derivaciones psicoanalíticas y feministas de antes y de última
hora para otro foro. Ya se ha dicho y escrito casi todo de Shakespeare y de las
composiciones en ópera, ballet, cine y teatro que han existido y continuarán.
Porque el escritor inglés roza la inmortalidad.
Sutherland Edwards, crítico musical de la St. James's
Gazette, escribió lo siguiente sobre la ópera después de su estreno en Londres
en 1867: “Roméo et Juliette de Gounod, en la que el compositor siempre es
ameno, aunque pocas veces impresiona, puede describirse como el poderoso drama
de Romeo and Juliet reducido a las proporciones de una égloga para ellos. Se los
recuerda como una serie de muy bellos dúos, alternados por un aria del vals
chispeante para Julieta, en la que Madame Patti demuestra que el genio trágico,
que igualmente le pertenece, con la más alta capacidad para la comedia. Romeo e
Giulietta es una ópera admirable para Giulietta en la que Romeo no queda
olvidado”.
En 1841, durante su estancia en la Villa Médici de Roma,
Gounod proyecta la composición de una ópera inspirada en la historia de los
amantes de Verona y a partir de 1865, se dedica a un proyecto que inspiró a
toda clase de artistas, impregnando las páginas de música y los colores de los
pintores.
Notables intérpretes de Romeo han defendido el “Lève-toi soleil” de la partitura, también famoso y en esta ocasión la lista incluye a cantantes como Franco Corelli, Veriano Luchetti, Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Roberto Alagna o Rolando Villazón y por supuesto, el admirado y reconocido tenor peruano Juan Diego Flórez, que justamente, cantó con Garifullina, el 14 de julio de 2017 en París, al aire libre, el día de la fiesta nacional francesa, de gratísima memoria.
La creación de Gounod es muy atrayente y embarca al oyente
en un carrusel que sube y baja siguiendo las emociones y los sentimientos de
los protagonistas. A hacer más célebre la ópera contribuye seguramente la
ariette de Julieta "Je veux vivre", cantada por muchas sopranos que
pueden no haber cantado el papel de la joven Capuleto (Maria Callas, Joan
Sutherland, Montserrat Caballé, Anna Moffo, Sumi Jo, Kathleen Battle, Edita
Gruberova entre algunas).
La presentación ahora en el teatro San Carlo de Nápoles fue
un éxito en cada representación. Y contó sobre todo con los grandes cantantes en
ellos roles titulares, Javier Camarena (Romeo) y en la última función, Elsa
Dreisig, como Julieta.
Esta soprano de origen franco-danés, de familia de músicos,
ha paseado ya a sus treinta y pocos años una trayectoria por grandes teatros y
diferentes roles. En este caso, su Julieta es fresca, de feliz presencia física
en el escenario, grácil. Excelente técnica, expresividad y comunicabilidad.
Goza de un fiato solvente, destacada línea de canto y una dicción francesa
comprensible, aún en medio de las agilidades. Pareja adecuada también para
Javier Camarena, ya que a dúo se adaptaron a los papeles y al trabajo conjunto
como un guante, a pesar de haber compartido una única función. La soprano es de
desempeño habitual también en España, precioso su vals “Je veux vivre”,
apasionado, solar y el aria del cuarto acto “Amour, ranime mon courage”.
Javier Camarena, parece aquí el hermano menor de sí
mismo hace años. Increíble la preparación física, vocal y de apariencia que ha
logrado este tenor mexicano, enamorado de las canciones de Tosti, que
sorprendió al mundo de la lírica con sus incontables do de pecho y bises en” La
fille du régiment” de Donizetti.
Desde la entrevista que concedió a esta cronista con ocasión de un recital en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, ha tenido problemas con la voz, sufrido como todos el parón de la pandemia y ha emergido fortalecido de esas experiencias para volverse un cantante que triunfa en cualquier rol y lugar que visite.
Fue un Romeo juvenil, cándido, pícaro, muy enamorado, con
agilidad en el escenario para moverse y transmitir a una audiencia perpleja y
complacida. Muy entregado aquí, con gran capacidad técnica, brillantez en los
agudos y facilidad para delinear cualquier atmósfera de la ópera. Bien ajustado
su “Lève-toi, soleil”, así como los dúos con Julieta/Dreisig, las
intervenciones con Mercucio, Paris o su asistente. Una performance vibrante.
El coro del Teatro, dirigido por Fabrizio Cassi, tuvo
a su cargo la apertura de la tragedia. Le faltó tal vez más empaque al comienzo,
porque se trataba de la llegada a una fiesta, del cumpleaños de Julieta, de
algo muy festivo. Puede que los responsables de esta puesta lo pensaron desde
el comienzo como una “profecía autocumplida” y así, se dibujó muy pronto la
narrativa teatral y lírica hacia el inevitable drama del vate de Stratford-on-Avon.
El director, Sestro Quatrini, siguió la evolución de
los cantantes y la escena con facilidad, marcando planos, escuchando los tempi
orquestales y los pasajes de bravoure de los cantantes, muy bien acompañado por
la siempre eficaz formación musical del Teatro San Carlo.
La regia que afrontó Giorgia Guerra, algo revisionista, sin embargo encarna la cadencia histórico-literaria con elegancia, y a partir de ahí se da vida a un paralelepípedo o torre que determina el movimiento escénico casi constantemente. Luminosos los trajes de Lorena Marin, en otras ocasiones más sombríos, lejos de los colores que se le atribuyen con frecuencia, a los ropajes nobles del Renacimiento italiano. La escenografía a cargo de Federica Parolini resuelve bien los desafíos teatrales, aunque en esta producción shakespeareana, el texto y la música son tan potentes, tan liberadoras de ideas, colores y temperaturas, que podrían haberse declamado y escandido en un teatro griego, sin aditamentos, limpios, despoblados. La iluminación de Fiammetta Baldiserri acompaña la creación de climas y una narrativa no por muy conocida menos disfrutable.
Asociados a estas propuestas, vídeo-proyecciones provenientes
de Imaginarium Studio, que evocan simbólicamente con las diferentes
narrativas, las situaciones de enfrentamientos, acercamientos e imposibles continentes
de contacto entre los personajes.
Junto a los protagonistas, se ha conseguido plasmar la tarea
ímproba, por pequeña pero muy concentrada de figuras como Mercucio, a cargo de Alessio
Arduini, un barítono de alto voltaje, seguro, ambiguo pero desafiante,
potente en su fragmento de Mab (que define en parte la atmósfera desenfocada y
fuera de la realidad de todo el drama) enfrentado con un Teobaldo, defendido
por el tenor Marco Ciaponi, muy bien en un rol bisagra como casi todos
los que aquí evocan el Tanathos. El hermano Laurent que imagina Gianluca
Buratto, tiene otro rol importante, casi desencadenante del drama. Bien
jugado y cantado. Muy en su papel el ama, demasiado confiada y ausente, otro
resorte de la catástrofe en la que se ve inmersa la pareja de enamorados.
Adecuada en la voz y la teatralità, Annunziata Vestri.
El Estéfano de Caterina Piva, virtuoso, como paje de Romeo, asiste más o menos atónito siguiendo las reglas de juego de un amo volátil y despreocupado, cambiante, como ya se lo definió. Muy adecuadamente preparados y despiertos en la actuación y los resultados, el Capuleto, de Mark Kurmanbayev, que va desde la complacencia en el I acto al desconsuela y la imposibilidad de impedir la tragedia. Finalmente, Yunho Kim (el duque de Vérona), Antimo Dell’Omo (como Paris), Sun Tianxuefei es un Benvolio convincente y “last but not least” Maurizio Bove, que da vida a Gregorio.
Sobretítulos en inglés e italiano, precioso programa de mano
exhaustivo y portable, cuadrado y manejable, la sala prácticamente al completo,
el público muy despierto aunque fueran las cuatro y media de la tarde (dopo
pranzo). Hubo muchos aplausos y la luz del Teatro San Carlo y sus habitantes de
siempre y ocasionales, aclaró definitivamente el panorama sombrío de lo que
había sido un mediodía nublado. Al menos en el alma. Ahí está siempre Nápoles
para infundir Eros. Por todas partes.
A la manera de las disculpas de los grandes del teatro
grecolatino al final de sus textos, diría: “Se questo è un errore e mi sarà
provato, io non ho mai scritto, e nessuno ha mai amato”. William
Shakespeare, Soneto 1126
Alicia Perris
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