jueves, 6 de marzo de 2025

CON LA FILARMONICA DELLA SCALA, LORENZO VIOTTI Y GAUTIER CAPUÇON: BELLEZA EN EL AUDITORIO NACIONAL DE MADRID

Lorenzo Viotti, dirección

Gautier Capuçon, violonchelo

L. Berio (1925-2003)

Quattro versioni originali della Ritirata Notturna di Madrid di Boccherini

A. Dvořák (1841-1904)

Concierto para violonchelo en Si menor, op.104

Allegro

Adagio ma non troppo

Adagio ma non troppo-Allegro moderato

S. Prokófiev (1882-1971)

Romeo y Julieta, suite

AVISO DE IBERMÚSICA, ORGANIZADORA PRIVADA DEL CONCIERTO. Advierte de que

“Por reciente enfermedad de RICCARDO CHAILLY, el concierto será dirigido por LORENZO VIOTTI”.

El concierto no pudo haber comenzado de una manera más lucida y puntual. En efecto, las Quattro versioni originali della "Ritirata notturna di Madrid" de Luciano Berio es un arreglo de un movimiento a partir de la obra de Luigi Boccherini, Musica notturna delle strade di Madrid. El título completo añade, “sovrapposte e transcritte per orchestra” (es decir, Cuatro versiones originales de "Retiro de noche en Madrid" de Luigi Boccherini, superpuestas y transcritas para orquesta). Un encargo de la Orquesta del Teatro de La Scala en 1975, en el que se le pedía que escribiera una pieza corta que sirviera como composición de apertura. Entonces vio la luz una estructura sonora estratificada.


No era la primera vez que Berio era reconocido por arreglar o transcribir piezas de otros compositores, ya que buena parte de su éxito como compositor se debía a que trabajaba en adaptaciones y arreglos no solo de composiciones de otros autores clásicos, sino también de sus propias composiciones, como hizo con Rendering, el final de Turandot de Puccini, y algunas de las Secuencias de Berio, que más tarde fueron reelaboradas en Chemins. La pieza fue dedicada a Davide Bellugi y más tarde publicada por Universal Edition en 1977.

La lectura que hizo aquí la Filarmonica della Scala fue minuciosa y llena de gracia. A mitad de camino entre la marcialidad de fondo en un ostinato de parche y un minuetto contrastante pero siempre en la coherencia orquestal, Boccherini, el compositor de Lucca que a partir de los 25 años vivió en Madrid donde murió, despliega un estilo galante, muy de corte, que fluye con amabilidad de una vida en paz. No hay contratiempos, ni cambios bruscos. Es como bajar una escalera de terciopelo.

Como el podio al que saltó con brío Lorenzo Viotti, a cargo de la celebérrima formación (muy merecido el adjetivo). A sus 35, sin batuta y sin partituras, comenzó la que sería una elaboración prodigiosa de las obras y una telaraña preciosa donde todos los músicos y el solista posterior encajarían como en unas ajustadas cajitas chinas.

De familia de músicos, nacido en Suiza y orígenes francoitalianos no hay nada que pudiera señalarse para mejorar o pulir las prestaciones del que ya es un maestro consagrado. La audiencia, desde el comienzo, fascinada, como transfigurada por obra de unas interpretaciones cuidadísimas. Todas las secciones de la orquesta, las cuerdas, los vientos y la percusión empastan generosamente y atentos a una dirección convencida y muy lograda, que sabe dónde va. Presencia física espectacular y emocional en el podio.

El concierto para violonchelo de Dvořák es uno de los más conocidos para este instrumento. El primer movimiento, Allegro, comienza con una introducción orquestal con dos temas, uno de ellos marcado por los clarinetes y el segundo por un solo de trompa que es expandido por la orquesta, tras lo que se inicia la presentación, más tarde, del solo de violonchelo de Capuçon elaborando ambos temas. El desarrollo del movimiento sigue el esquema clásico de la forma sonata.

El segundo, Adagio ma non troppo empieza con un pasaje orquestal seguido por el violonchelo, que presenta una lírica melodía en sol mayor, luminosa. Tras un pasaje tormentoso a cargo de la orquesta, el solista aborda el segundo tema, basado en un lied compuesto por el propio Dvořák unos años antes, Lass' mich allein (Op. 82, n.º 1). El retorno del tema inicial conduce la música serenamente hacia su conclusión.

El último movimiento, Adagio ma non troppo-Allegro moderato, se abre con un motivo similar a una marcha que el violonchelo toma inmediatamente para desarrollar el tema principal. El movimiento asume una forma de rondó, que el violonchelo cierra evocando fugazmente los temas principales de los movimientos anteriores, así como la melodía Lass' mich allein, que entona con infinita tristeza junto con los violines, antes de finalizar la obra con una breve y agitada coda a cargo del conjunto de la orquesta. Exigido para el solista, que no solo debe leerlo, sino también imprimirle una interpretación junto con una orquesta entregada, como en este caso.

La Filarmonica cuenta con músicos de todas las edades: un joven que no llega a los 30 se sienta al lado a uno cercano a la jubilación. Igual proporción de mujeres y hombres en la Filarmonica della Scala. La concentración de estos profesionales es asombrosa. Es habitual soportar orquestas que tocan de oficio, dejándose llevar, al correr desabrido de los compases, sin alma. Bolsitos de Prada, zapatos de fondo rojo franceses, todos muy elegantes, de frac o traje negro. Los dos maestros, Viotti y Capuçon, frac y traje de gala azul noche respectivamente. En la segunda parte se intercambiaron los primeros puestos de violines y chelos, para dar visibilidad a todos. Portentoso el trabajo del concertino de la segunda parte, muy aplaudido por el propio director.

El Maestro Viotti disfruta del aspecto de un contemporáneo de Verdi (Tal vez escapado de la serie italiana “Belcanto”, 2024, dirigida por Carmine Elia o de “Il gattopardo”, de Visconti)  y el celista luce los anillos de plata que siempre lo acompañan. Los dos, como en trance, no se pierden de vista ni un segundo. Tienen ambos ese halo icónico de los grandes artistas de toda la historia de la música: el de un Paganini, un Liszt, una Malibrán, un Toscanini, la Callas, la lista es interminable. Gozan de un relato propio que se reescribe constantemente.

En una entrevista que compartieron para esta ocasión, hablando de esta gira, Viotti y Capuçon pusieron de manifiesto que ambos músicos se quieren, se aprecian. Del concierto de Dvořák dice el celista “que es casi una sinfonía, que está muy bien servir a la música entre todos”. Lorenzo Viotti reconoce que los dos pertenecen a dos conceptos de la música opuestos, pero que trabajan juntos desde hace tiempo y se compenetran muy bien. En cuanto a la “love story” de Prokoviev, relata que, fue un honor que lo escogiera para reemplazarlo el maestro Chailly y que este había seleccionado las primeras series de la partitura para este ballet, con su ritmo obsesivo, a veces lúdico, pero con una gran profundidad de sonido”.

Gautier Capuçon, (de Chambéry, 1981) y también familia de músicos, (con su mítico chelo Matteo Goffriller, L´Ambassadeur, de 1701, en préstamo) es un caso aparte en el universo de los solistas de los últimos tiempos. Un don de la naturaleza, un estado mental. Tiene una técnica depurada, llena de pliegues e insinuaciones, de aquí y de allá, de sí, pero no, para profundizar en los clímax y anticlímax, en medio de un voraz estallido de golpes de arco, con unos “spiccato” de antología, una” finezza” en los detalles a lo largo y ancho de todos los números del concierto.

Circula con solvencia y amplitud por valles y cimas, entre la ternura y el vértigo, acariciando, inundando el aire con una música que en sus manos se transforma casi en programática. Es de una sinestesia brutal: imaginamos cuadros, paisajes, literatura, carne y sangre mientras la escuchamos. Y percibimos hasta el incienso de una catedral.

Capuçon es muy francés en su aparente cartesianismo musical, con su despreocupación aparente, y su spleen, también en la felicidad que va repartiendo dentro y fuera del escenario. En su capacidad de comunicar, con sus correspondencias, su elevación, entre la belleza y sus ensoñaciones, como un fuego fatuo, oceánico. Más que un alcohol añejo es un arca de sabores, como los wiener gemischter satz y el neu Wein (el vino nuevo, del año) de las Heurigen, las famosas tabernas de los alrededores de Viena. Burbujeante, floral, perfumado, tierno, solar y con ese toque de locura que dan la ya madurez, el talento y el genio. Su bis, anunciado después de un “buenas noches” en español con parlamento luego en inglés, Lass' mich allein, también de Dvořák ( incluido en su cd “Intuition”), no hizo más que confirmar su empatía y su disponibilidad. Así, lo compaginó con la sección de violonchelos, como para recordar que él forma con el resto de intérpretes de la Filarmonica en la velada y que hay que dar oportunidad de lucimiento a todos.

Viotti desplegó con la selección de Romeo y Julieta de Prokofiev, una energía inusitada y titánica, indicando hasta el minimalismo las entradas, los matices, los ritmos, los tempi, consiguiendo que la orquesta hasta sonriera al saludar y no funcionara como otras que escuchamos con frecuencia en este foro: a mitad de camino entre la repetición mecánica y el funcionariado asumido (nunca se insistirá lo suficiente en esto). Hay orquestas que tocan solas, todos lo sabemos, por su solvencia y saber hacer, como esta, pero este concierto hubiera sido inviable sin la entrega y la denodada lucha  con el sonido y las texturas orquestales que solo él pudo recrear (Viotti): gran gama de colores, ricos, lunares, sombríos ahora, cristalinos después, en cada grupo orquestal. Generosas las cuerdas, los metales y las maderas, apoteósica la percusión. Un paisaje de historias contadas en papel pautado, mientras la mente del oyente discurre por la geografía de Shakespeare y sus desafortunados amantes de Verona.

Una ceremonia catártica, una fiesta, un deslumbramiento (por eso el “Síndrome de Stendhal” del título). El público que llenaba el Auditorio se fundió con los músicos en un aplauso estruendoso. Quedamos suspendidos en este lugar, en este momento. De belleza, ceremonial, único, fundacional. Y conseguimos en esta época convulsa (otra más pero peor y más global) aquella desiderata que enunció en Las flores del mal, el legendario poeta Baudelaire, el maldito (y la traducción es personal y a vuela pluma): “Detrás de los problemas y las enormes desgracias que cargan con su peso la existencia de brumas, feliz aquel que puede con alas vigorosas lanzarse hacia los campos luminosos y serenos”. Grazie a tutti, davvero. Merci encore une fois Gautier.

Alicia Perris

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