domingo, 9 de agosto de 2020

JOYCE DIDONATO CERRÓ, CON MUCHO SENTIMIENTO, EL FESTIVAL DE VERANO EN EL TEATRO AUDITORIO DE EL ESCORIAL, EN LA SIERRA DE MADRID


Joyce DiDonato, mezzosoprano, Carrie-Ann Matheson, piano. Festival de Verano, Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, 6 de agosto, 2020

Programa

G. Mahler           Rückert-Lieder (3)
Ich bin der Welt abhanden gekommen
Ich atmet’ einen linden Duft
Liebst du um Schönheit
W.A. Mozart      Le nozze di Figaro
Voi che sapete che cosa è amor
Giunse alfin il momento – Deh vieni, non tardar
P. Luna                 El niño judío
De España vengo
A. Hasse              Marc’Antonio e Cleopatra
Morte col fiero aspetto
G.F. Haendel     Giulio Cesare
É pur così in un giorno… Piangerò la sorte mia
E. Granados       Tonadillas en estilo antiguo (3)
La maja dolorosa I (Oh! muerte cruel…)
La maja dolorosa II (¡Ay, majo de mi vida…!)
La maja dolorosa III (De aquel majo amante…)
L. Bernstein          Greeting
G. Scheer            Lean away
Tradicional          Shenandoah
H. Arlen               Somewhere over the rainbow



Joyce DiDonato, una de las grandes artistas de su cuerda en la actualidad, canta y además se compromete con la realidad. Recuerdo como si fuera ahora, su cercanía y la de la monja que acompañaba a los condenados del corredor de la muerte norteamericano, cuando estrenaron en el Teatro Real de Madrid, Dead Man Walking y se ofreció un generoso encuentro para la prensa. Eran otros tiempos, esos.

Ahora se imponen otras maneras.. De recogimiento, de seguridad, de miedo sanitario y prevenciones de todo tipo para acudir a una función de teatro reducida, controladísima, vigilada. Aun así, valió la pena acudir a escuchar con unas temperaturas cercanas a los 40 grados, a Joyce DiDonato, nacida el 13 de febrero de 1969 en Prairie Village, Kansas, (Estados Unidos), que declara sin ambages,  "Las próximas elecciones en EEUU son la batalla de nuestra vida".

De soltera Flaherty, es una mezzosoprano de coloratura  especializada en roles de Mozart, Handel y Rossini, considerada sucesora de sus compatriotas Frederica von Stade y Susan Graham. Ganó, entre muchos otros, el Premio Beverly Sills en 2007, establecido en memoria de la soprano homónima.

DiDonato apareció en conciertos con la Filarmónica de Nueva York, la Sinfónica de Kansas City y la Metropolitan Opera Orchestra, la última de las cuales bajo la batuta de James Levine. Viajó a Europa y los Estados Unidos con Les Talens Lyriques con los que da conciertos de las arias de Haendel, incluyendo actuaciones en el Wigmore Hall y el festival de ópera Rossini. Europa como despliegue geográfico, parece suyo.

En 2012 emprendió una exitosa gira sudamericana, presentándose en importantes escenarios como el Teatro Colón de Buenos Aires (al cual retornó en otras 3 oportunidades) y el Teatro Municipal de Santiago de Chile.

Funciones en los mejores coliseos del mundo, diferentes roles, conciertos con piano, Camille Claudel: Into the Fire, además en 2014 impartió una clase magistral en la Escuela Guildhall de música y drama. Al año siguiente, la mezzo soprano se presentó en el Stonewall Inn para homenajear a las víctimas de crímenes de odio anti-gay.


Casada en segundas nupcias con el director orquestal Leonardo Vordoni, mantiene su  primer apellido como nombre artístico y vive en Kansas City (Misuri), aunque reside largas estancias en Barcelona, donde coincidió, desgraciadamente con la pandemia mundial del coronavirus.

Vuelve en esta oportunidad con dos recitales en España, en El Escorial y el Festival de Santander con un programa y un mensaje para el público, de espíritu y voluntad terapéuticos. DiDonato canta por la paz, defiende enconadamente las causas humanitarias que considera justas y abandonadas y en esta ocasión se dirigió en El festival de Verano a la concurrencia presente en la sala, luego de su presentación mahleriana y antes de sus canciones de la zona de confort en inglés. Sus palabras fueron de ánimo, de esperanza, de amor y de futuro, sentidas en profundidad desde dentro y hacia la audiencia. Para ella, destacó, en los momentos de aislamiento y enfermedad circundantes, la música fue un apoyo y un consuelo. Y también un desafío.

Tiene pensada una segunda gira, en invierno, para presentar: 'My favorite things' (junto a Il Pomo d'Oro) y su disco 'Songplay', entre el jazz y el barroco.

DiDonato toma claramente partido por un gobierno demócrata surgido de las próximas elecciones de noviembre, y tampoco rehúsa hacer declaraciones sobre Plácido Domingo, enmarcadas siempre dentro del ámbito legal, mientras apoya también la causa de los refugiados menores en Grecia, se manifiesta contra cualquier forma de racismo, y enarbola una concepción y convencimiento moral y solidario de la vida como una ofrenda y un derecho para todos. 

En El Escorial y más tarde en Santander, la acompaña la pianista Carrie- Ann Matheson, con un repertorio similar de obras de Haydn, Granados, Mozart, Bellini, Rossini e incluso Somewhere over the rainbow  (de “El mago de Hoz”) —con flexibilidad y largueza en la elección y combinación de su repertorio.



El recital comenzó con tres pasajes de Mahler, siendo el primero toda una declaración de principios, “Ich bin der welt abhanden gekommen” (“He abandonado el mundo”), seguido de otros dos, que le permitieron un aterrizaje dulce y relajado sobre el escenario, para tomarle el pulso a la sala y a los presentes, en un susurro, un tenue quasi sotto voce.
La mezzo norteamericana tiene un registro amplio, generosos graves, un centro fácil y relajado y buenos agudos. La musicalidad y su expresividad, invaden cualquier pieza de su repertorio. Sabe cantar y compartirlo, su escuela es sólida y soporta cambios de estilos y agilidades, que también las hubo en esta noche escurialense.

A sus “Voi che sapete…” y “... Deh, vieni, non tardar” mozartianos les faltó seducción y algo de picardía y pimienta, pero es necesario recordar que todo el planteamiento del programa ofrecido por la mezzosoprano en esta ocasión, tenía el ropaje de un medio luto, o de un luto aliviado, opaco y agrisado, dadas las circunstancias personales y sociosanitarias del país donde pasó los momentos más complicados (que continúan todavía) de la pandemia.
Con “De España vengo” de El niño judío de Luna, pareció romperse el maleficio y su voz y su interpretación se ajustaron un poco a esta declaración feliz de identidad hispana conocida por todos.

Haëndel dio pie nuevamente para una interpretación contenida y lírica y Granados fue otro regalo al público español, que se comportó como un metrónomo, respirando al unísono, sin moverse. Difícil de seguir la dicción hispana, salvo la de La canción del árbol del olvido, en un español de Buenos Aires, como diría Borges, muy comprensible.

Las canciones inglesas, muy sentidas, por suyas, la de Sheer a cappella y también melancólicas, a pesar de la fluidez y frescura natural de DiDonato, envuelta en un vestido floreado en tonos pastel, largo y que le dejaba los enérgicos brazos al aire. 

Silencio absoluto durante el recital, no como en otros tiempos, alfombrado de toses y carraspeos, cuando no de teléfonos móviles reincidentes. Apenas algún murmullo extemporáneo interrumpió el desarrollo sedoso de la velada.

Dos “encore” muy apropiados, la “Canzonetta spagnuola”, de Rossini, que también suele ofrecer Cecilia Bartoli y “La canción del árbol del olvido”, una milonga del compositor argentino Alberto Ginastera.

Carrie-Ann Matheson, la acompañante al piano de Joyce DiDonato, es además directora, coach vocal y consultora canadiense. Fue contratada en 2014 por el director musical Fabio Luisi como experta en la Opernhaus Zürich. Colaboró con directores famosos como James Levine, Fabio Luisi, Daniel Barenboim, Yannick Nezet-Seguin y Gianandrea Noseda. Se interesa muy especialmente en el desarrollo de jóvenes cantantes y pianistas.

Como instrumentista acompañante en recitales, Carrie-Ann Matheson ha seguido a cantantes de primera fila, como Rolando Villazón, Benjamin Bernheim, Piotr Beczala, Jonas Kaufmann, la propia Joyce DiDonato, Susan Graham, Barbara Bonney o Marilyn Horne.

Enmarcó con estilo y sensibilidad, buena digitación y hábil mano izquierda (en sentido literal), el repertorio de DiDonato, con las notas nítidas que salían del portentoso Steinway con facilidad.

Nadie sabe qué pasará cuando llegue el otoño en nuestra cotidianeidad habitual, si podremos ir a trabajar, a estudiar, a pasear, a charlar con amigos con libertad y por supuesto, si continuarán los teatros de ópera y otros actos culturales que tanto echamos de menos, que se arriesgan entre grandes medidas de seguridad y control, como el Teatro Real con La Traviata de julio o el Auditorio de El Escorial, en Madrid, con  su bien cumplido y representado Festival de Verano 2020.

Que quede para la historia este como la primera mitad de un año oscuro para el mundo. Que consigamos trasluchar y poner proa a un horizonte mejor, construido en base al esfuerzo y la colaboración de todos. Infinitas gracias siempre Joyce DiDonato y organizadores por los vuestros.

Alicia Perris
Foto del recital, Julio Serrano

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