Paris, Salle Gaveau, lunes 13 diciembre 2021, 20h30
Temporada 2021/2022
PROGRAMA
Federico García Lorca (1898- asesinado el 18 de agosto de 1936)
Anda jaleo
Las Morillas
Joaquín Turina (1882-1949)
Poemas en forma de
canciones
Dedicatoria
Nunca olvida
Cantares
Los dos miedos
Las locas por amor
Carlos Guastavino (1912-2000)
Se equivocó la
paloma
La rosa y el sauce
Encantamiento
En los surcos del amor
Alberto Ginastera (1916-1983)
Cancìón del árbol
del olvido
Triste
Zamba
Federico Moreno Torroba (1891-1982)
La marchenera
Tres horas antes del día
Enrique Granados
Tonadillas
El majo discreto
El majo tímido
El tralala y el
punteado
La maja dolorosa
Tres canciones
Fernando Obradors (1897-1945)
Con amores, la mi
madre
Del Cabello más
sutil
Chiquitita la Novia
Georges Bizet
Carmen
Habanera
Seguidilla
Da la sensación de que caminando por la calle de Boétie de París,
fresco pero no frío, noche cerrada, todos presienten un posible nuevo cierre
sanitario ante el aumento exponencial de la pandemia. Sin embargo, en la Sala Gaveau, otros aires, otros aromas
y muchas mascarillas colocadas de bigote y no para protegerse del contagio…
No hay demasiado aforo, una pena, porque en estos casos las
instituciones públicas o privadas podrían regalar o cobrar a precio reducido la
entrada, para que, por un lado, los artistas sintieran que están acompañados y
su música interesa a un gran público y por otro, se podría ampliar la difusión de estas artes del canto para que las nuevas
generaciones tengan opciones como futuros intérpretes o simplemente como
público.
Siempre fue fecunda la traslación de la cultura española en Francia
y al revés, a pesar de que los pueblos, sobre todo el español, conserva su herida
narcisista por la invasión napoleónica, que contrarrestó con fuerza y con
denuedo, convirtiéndose de hecho en uno de los primeros grandes contratiempos
territoriales del proyecto expansivo en Europa y América del emperador francés
y su familia.
Manuel García, por ejemplo, compositor,
empresario y tenor español, vivió en Francia y le donó a sus teatros las voces
maravillosas de sus hijas, Pauline
Viardot y María Malibrán.
Famosas en el panorama internacional de la lírica del siglo XIX, de nuevo
recordadas en Madrid, donde, además, del otro lado del Atlántico, una soprano
belcantista, Lisette Oropesa, daba un recital de zarzuela en el teatro de la calle
Jovellanos, la misma noche en que la Sala
Gaveau abría su repertorio a España en el dúo de Uria-Monzon-Palloc.
Francia siempre fantaseó con las tierras lejanas, Indochina,
Egipto, el Caribe y España, tan lejos, tan cerca. De hecho, y aunque parezca
contradictorio fue Georges Bizet, un
francés, el compositor que mejor dibujó la identidad de la mujer española
indomable, con su Carmen, la ópera basada en la novela de Prosper Mérimée.
Y así este recital de la mezzosoprano (soprano) francesa,
especialista en este rol de la andaluza desafiante, ardiente y sensual, compone
un programa basado en todas esas construcciones emocionales y geográficas que
conforman España, la real, la imaginaria y la política e histórica: un toque
del sur, arabizante, un nicho judío, de la época toledana de las Tres Culturas,
lo catalán, una hibridación multicultural a veces aceptada por todos y en
ocasiones fuente de conflicto (la tradición americana es plural y desbordante,
como los campos de la Pampa argentina mestiza) y la negritud, en las costumbres
y tradiciones de los esclavos traídos del África. Porque eran más resistentes
que las poblaciones indígenas locales, como intentó razonar y escribir el
consultado fraile dominico Bartolomé de las Casas en épocas de la “conquista de
América” en su “Brevísima Historia de la Destrucción de las Indias” (1542).
La mezzosoprano comenzó con García
Lorca, un icono español y universal, representante de las libertades y de
la belleza, que todavía no descansa en una tumba adecuada, sino en las cunetas
del barranco de Viznar, donde fue fusilado por homosexual, bien pensante y
progresista y por ser dramaturgo y poeta. Fuego, dulzura y gracia en la voz de
Béatrice, que, si no revisita al pie de la letra la tradición musical que
defiende esta noche, la convierte en verosímil. “ Se non è vera è ben trovata” , dicen los italianos. Y además, ¿Qué es
España y cómo se interpreta el flamenco, el cante jondo? ¿Cuál entre todas las
ortodoxias al uso es la correcta, la segura?
Beatriz Uria-Monzon canta como una cuerda española y le imprime talento, fuerza y esa extraña forma de decir a mitad de camino entre el fuego y el hielo, entre el susurro y el desgarro en alta voz. Así sonaron los poemas cantados de Joaquín Turina. Mientras, Antoine Palloc, el acompañante al piano, puntualiza sonoridades, alguna nota que se pierde en el aire, una prestación que parece de un Steinway and sons de gran cola, a pesar de estar acariciando y exigiendo rendimiento al teclado de un Yamaha.
La mezzosoprano, con un instrumento cuajado, bien centrado, utiliza
todos los espacios corporales por un anclaje que proviene seguramente de su
práctica de barra clásica y de flamenco, como dejó claro en la elección de su
vestimenta: un maillot tipo Repetto (o tal vez lo fuera de verdad) y una falda
de gasa y vuelos con lunares blancos y un fondo de gris topo, como el corpiño.
Balancea alternativamente las piernas, se inclina, relaja, relaja de nuevo y
emite un canto fácil y generoso, terso. Exactamente eso, porque también se
produce con el cuerpo.
Especialista en Carmen, Lady Macbeth, Adriana Lecouvreur entre
otros papeles, cantó en la Opera de París, Bordeaux, Venecia, Roma, Buenos
Aires, Barcelona, Verona, Turín, el Met, Palermo, en la Staatsoper, en Tokyo,
Osaka y Moscú. Por su parte, el pianista, Antoine Palloc, visitó el Teatro
Real, Berlín, Mónaco, el Kennedy Center, Inglaterra, Hanoi, Río, acompañando a
cantantes como Karine Deshayes, Marina Rebeka, Jennifer Larmore, Nicolas
Courjal, Nikolai Schukoff o Sonya Yoncheva.
Carlos Guastavino, fue mi maestro de
coro, en el Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, de Buenos
Aires. ¡Qué más podría decir! Su recuerdo estiloso y la frescura y exigencia de
sus clases permanecen indelebles en mi memoria. Habría que recordar una vez
más, que “Se equivocó la paloma”, era una partitura suya y no de Joan Manuel Serrat que la cantaba a
menudo, sin aclarar del todo que no se trataba de su obra sino la de un
compositor clásico argentino de los más famosos en el mundo entero. Como Ginastera, ambos se convirtieron en
figuras habituales del repertorio “hispanoamericano”, “música de origen
español” o como cada cual acierte a definirla. Se tocan, se cantan y se bailan.
Tanto Ginastera, mítica su “Leyenda del árbol del olvido”, difícil en su
interpretación pianística, que se retoma en los cinco continentes, como
Guastavino podrían haberse beneficiado de una dicción rioplatense, muy
diferenciada en las “z” y las “c” tal y como se pronuncian en la España.
Mejorable pues, el decir, que a veces no se comprende, aunque muchos canturreáramos
muy sotto voce lo que iba deshilando Béatrice durante la velada.
La zarzuela estuvo presente en dos fragmentos tradicionales de Moreno Torroba (¡Ay, Plácido Domingo!, inevitable citarlo…). Bonitas, graciosas las tonadillas de Granados, y las de Fernando Obradors, de origen catalán, con otra procedencia geográfica, pero con un gran acervo troncal común.
Para terminar, la “parte del león”, la Habanera y la Seguidilla de
Carmen de Bizet y fuera de programa, entre muchos aplausos y vítores (la
artista contó con un público entregado), Canción para dormir a un negrito,
canto negro, de Xavier Montsalvatge (1912-2002)
y El Vito de Obradors, un clásico.
La nota discordante: alguien de un palco desafinó con la poco elegante y
desafortunada frase de “Hoy toca una españolada”. “Manca finezza”,
Signora…conténgase que se la oye.
La Sala Gaveau es como
una matrona digna y solvente, de una antigua solemnidad, excelente acústica y
un clasicismo nada frío en las cubiertas de muros y butacas. Dos pisos de
altura, a una medida humana agradecida y abarcable. El concierto de referencia se declinó con
soltura, vitalidad, alegría, haciéndonos confiar, al menos por un rato, gracias
a los intérpretes, el lugar y los compositores, que este mundo más sano puede
ir organizándose hacia la salud y el gozo, pero es cuestión de todos hacerlo
posible. Vayamos de nuevo navegando con suavidad y decisión, hacia el cuidado
mutuo, las mascarillas y las vacunas, aunque nos cueste, porque vale la pena
esforzarse, por nosotros mismos, para los demás, no para la enfermedad, para la
vida.
Alicia Perris
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