sábado, 18 de diciembre de 2021

RECITAL DE BÉATRICE URIA-MONZON, MEZZOSOPRANO Y ANTOINE PALLOC, PIANO. SALA GAVEAU, PARÍS

 Paris, Salle Gaveau, lunes 13 diciembre 2021, 20h30

Temporada 2021/2022

PROGRAMA

Federico García Lorca (1898- asesinado el 18 de agosto de 1936)

Anda jaleo

Las Morillas

Joaquín Turina (1882-1949)

Poemas en forma de canciones

Dedicatoria

Nunca olvida

Cantares

Los dos miedos

Las locas por amor

Carlos Guastavino (1912-2000)

Se equivocó la paloma

La rosa y el sauce

Encantamiento

En los surcos del amor

Alberto Ginastera (1916-1983)

Cancìón del árbol del olvido

Triste

Zamba

Federico Moreno Torroba (1891-1982)

La marchenera

Tres horas antes del día

Enrique Granados

Tonadillas

El majo discreto

El majo tímido

El tralala y el punteado

La maja dolorosa

Tres canciones

Fernando Obradors (1897-1945)

Con amores, la mi madre

Del Cabello más sutil

Chiquitita la Novia

Georges Bizet

Carmen

Habanera

Seguidilla

Da la sensación de que caminando por la calle de Boétie de París, fresco pero no frío, noche cerrada, todos presienten un posible nuevo cierre sanitario ante el aumento exponencial de la pandemia. Sin embargo, en la Sala Gaveau, otros aires, otros aromas y muchas mascarillas colocadas de bigote y no para protegerse del contagio…

No hay demasiado aforo, una pena, porque en estos casos las instituciones públicas o privadas podrían regalar o cobrar a precio reducido la entrada, para que, por un lado, los artistas sintieran que están acompañados y su música interesa a un gran público y por otro, se podría ampliar la difusión  de estas artes del canto para que las nuevas generaciones tengan opciones como futuros intérpretes o simplemente como público.

Siempre fue fecunda la traslación de la cultura española en Francia y al revés, a pesar de que los pueblos, sobre todo el español, conserva su herida narcisista por la invasión napoleónica, que contrarrestó con fuerza y con denuedo, convirtiéndose de hecho en uno de los primeros grandes contratiempos territoriales del proyecto expansivo en Europa y América del emperador francés y su familia.

Manuel García, por ejemplo, compositor, empresario y tenor español, vivió en Francia y le donó a sus teatros las voces maravillosas de sus hijas, Pauline Viardot y María Malibrán. Famosas en el panorama internacional de la lírica del siglo XIX, de nuevo recordadas en Madrid, donde, además, del otro lado del Atlántico, una soprano belcantista, Lisette Oropesa, daba un recital de zarzuela en el teatro de la calle Jovellanos, la misma noche en que la Sala Gaveau abría su repertorio a España en el dúo de Uria-Monzon-Palloc.

Francia siempre fantaseó con las tierras lejanas, Indochina, Egipto, el Caribe y España, tan lejos, tan cerca. De hecho, y aunque parezca contradictorio fue Georges Bizet, un francés, el compositor que mejor dibujó la identidad de la mujer española indomable, con su Carmen, la ópera basada en la novela de Prosper Mérimée.

Y así este recital de la mezzosoprano (soprano) francesa, especialista en este rol de la andaluza desafiante, ardiente y sensual, compone un programa basado en todas esas construcciones emocionales y geográficas que conforman España, la real, la imaginaria y la política e histórica: un toque del sur, arabizante, un nicho judío, de la época toledana de las Tres Culturas, lo catalán, una hibridación multicultural a veces aceptada por todos y en ocasiones fuente de conflicto (la tradición americana es plural y desbordante, como los campos de la Pampa argentina mestiza) y la negritud, en las costumbres y tradiciones de los esclavos traídos del África. Porque eran más resistentes que las poblaciones indígenas locales, como intentó razonar y escribir el consultado fraile dominico Bartolomé de las Casas en épocas de la “conquista de América” en su “Brevísima Historia de la Destrucción de las Indias” (1542).

La mezzosoprano comenzó con García Lorca, un icono español y universal, representante de las libertades y de la belleza, que todavía no descansa en una tumba adecuada, sino en las cunetas del barranco de Viznar, donde fue fusilado por homosexual, bien pensante y progresista y por ser dramaturgo y poeta. Fuego, dulzura y gracia en la voz de Béatrice, que, si no revisita al pie de la letra la tradición musical que defiende esta noche, la convierte en verosímil. “ Se non è vera è ben trovata” , dicen los italianos. Y además, ¿Qué es España y cómo se interpreta el flamenco, el cante jondo? ¿Cuál entre todas las ortodoxias al uso es la correcta, la segura?

Beatriz Uria-Monzon canta como una cuerda española y le imprime talento, fuerza y esa extraña forma de decir a mitad de camino entre el fuego y el hielo, entre el susurro y el desgarro en alta voz. Así sonaron los poemas cantados de Joaquín Turina. Mientras, Antoine Palloc, el acompañante al piano, puntualiza sonoridades, alguna nota que se pierde en el aire, una prestación que parece de un Steinway and sons de gran cola, a pesar de estar acariciando y exigiendo rendimiento al teclado de un Yamaha.

La mezzosoprano, con un instrumento cuajado, bien centrado, utiliza todos los espacios corporales por un anclaje que proviene seguramente de su práctica de barra clásica y de flamenco, como dejó claro en la elección de su vestimenta: un maillot tipo Repetto (o tal vez lo fuera de verdad) y una falda de gasa y vuelos con lunares blancos y un fondo de gris topo, como el corpiño. Balancea alternativamente las piernas, se inclina, relaja, relaja de nuevo y emite un canto fácil y generoso, terso. Exactamente eso, porque también se produce con el cuerpo.

Especialista en Carmen, Lady Macbeth, Adriana Lecouvreur entre otros papeles, cantó en la Opera de París, Bordeaux, Venecia, Roma, Buenos Aires, Barcelona, Verona, Turín, el Met, Palermo, en la Staatsoper, en Tokyo, Osaka y Moscú. Por su parte, el pianista, Antoine Palloc, visitó el Teatro Real, Berlín, Mónaco, el Kennedy Center, Inglaterra, Hanoi, Río, acompañando a cantantes como Karine Deshayes, Marina Rebeka, Jennifer Larmore, Nicolas Courjal, Nikolai Schukoff o Sonya Yoncheva.

Carlos Guastavino, fue mi maestro de coro, en el Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, de Buenos Aires. ¡Qué más podría decir! Su recuerdo estiloso y la frescura y exigencia de sus clases permanecen indelebles en mi memoria. Habría que recordar una vez más, que “Se equivocó la paloma”, era una partitura suya y no de Joan Manuel Serrat que la cantaba a menudo, sin aclarar del todo que no se trataba de su obra sino la de un compositor clásico argentino de los más famosos en el mundo entero. Como Ginastera, ambos se convirtieron en figuras habituales del repertorio “hispanoamericano”, “música de origen español” o como cada cual acierte a definirla. Se tocan, se cantan y se bailan. Tanto Ginastera, mítica su “Leyenda del árbol del olvido”, difícil en su interpretación pianística, que se retoma en los cinco continentes, como Guastavino podrían haberse beneficiado de una dicción rioplatense, muy diferenciada en las “z” y las “c” tal y como se pronuncian en la España. Mejorable pues, el decir, que a veces no se comprende, aunque muchos canturreáramos muy sotto voce lo que iba deshilando Béatrice durante la velada.

La zarzuela estuvo presente en dos fragmentos tradicionales de Moreno Torroba (¡Ay, Plácido Domingo!, inevitable citarlo…). Bonitas, graciosas las tonadillas de Granados, y las de Fernando Obradors, de origen catalán, con otra procedencia geográfica, pero con un gran acervo troncal común.

Para terminar, la “parte del león”, la Habanera y la Seguidilla de Carmen de Bizet y fuera de programa, entre muchos aplausos y vítores (la artista contó con un público entregado), Canción para dormir a un negrito, canto negro, de Xavier Montsalvatge (1912-2002) y El Vito de Obradors, un clásico. La nota discordante: alguien de un palco desafinó con la poco elegante y desafortunada frase de “Hoy toca una españolada”. “Manca finezza”, Signora…conténgase que se la oye.

La Sala Gaveau es como una matrona digna y solvente, de una antigua solemnidad, excelente acústica y un clasicismo nada frío en las cubiertas de muros y butacas. Dos pisos de altura, a una medida humana agradecida y abarcable.  El concierto de referencia se declinó con soltura, vitalidad, alegría, haciéndonos confiar, al menos por un rato, gracias a los intérpretes, el lugar y los compositores, que este mundo más sano puede ir organizándose hacia la salud y el gozo, pero es cuestión de todos hacerlo posible. Vayamos de nuevo navegando con suavidad y decisión, hacia el cuidado mutuo, las mascarillas y las vacunas, aunque nos cueste, porque vale la pena esforzarse, por nosotros mismos, para los demás, no para la enfermedad, para la vida.

Alicia Perris

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