La Celestina. Tragicomedia lírica en cuatro actos. Versión concierto. Música de FELIPE PEDRELL. Libreto basado en la tragicomedia de
Calisto y Melibea de Fernando de Rojas©. 9 de septiembre de
2022.
Edición de David Ferreiro Carballo (Instituto Complutense de Ciencias Musicales / Sociedad Española de Musicología, 2022).
“Los estatutos que
rigen el espíritu y el funcionamiento del Teatro de la Zarzuela lo dicen bien
claro: el coliseo erigido en 1856 debe..., salvaguardar y difundir el género lírico español. Por ello, abrirá la temporada
con un el estreno absoluto de una ópera española, ‘La Celestina’ de
Felipe Pedrell, obra de madurez del compositor catalán que sonará por primera
vez porque a pesar de que estaba previsto estrenarla en el Liceo en el año
1902, nunca vio la luz” (TEATRO DELA ZARZUELA).
Reparto
Celestina, MAITE BEAUMONT;
Melibea, MIREN URBIETA-VEGA; Calisto,
ANDEKA GORROTXATEGI; Sempronio, JUAN JESÚS RODRÍGUEZ; Parmeno, SIMÓN ORFILA; Lucrecia, SOFÍA ESPARZA; Elicia, LUCÍA TAVIRA; Areúsa, GEMMA COMA-ALABERT; Pleberio, JAVIER CASTAÑEDA; Tristán, MAR ESTEVE; Sosia, ISAAC GALÁN. Otros actores y cantantes.
Orquesta de la Comunidad de Madrid. Titular del Teatro de La Zarzuela. Dirección musical, Guillermo García Calvo. Coro del Teatro de La Zarzuela. Director, Antonio Fauró.
Ambiente festivo y alegre en la entrada y el foyer del coliseo de
la calle Jovellanos, donde todos acuden para inaugurar la temporada, oír, ver y
dejarse ver. La dirección y Prensa y Comunicación, recibiendo. Se impone un reencuentro gozoso y amable y la expectación de la primicia de una obra soslayada en los
repertorios tradicionales. Apenas se dibujan algunas mascarillas, poquísimas y unos abanicos, porque continúa el verano.
La Celestina, narrativa fundacional y paradigmática, es el nombre otorgado a la Tragicomedia de Calisto y Melibea, atribuida a Fernando de Rojas. Su origen se remonta los últimos años del siglo XV, reinado de los Reyes Católicos en España y su extraordinario éxito editorial comenzó en el siglo XVI y continuó, con altibajos, hasta su prohibición en 1792.
Tres temas principales en la obra, la corrupción, a fin de prevenir
«contra los malos y lisonjeros sirvientes» que engañan a sus amos; la
prevención contra el amor desmedido y uno según el cual la vida humana es una batalla
entre opuestos: jóvenes contra viejos, inocencia contra corrupción, ignorantes
contra sabios, pobres contra ricos, siervos contra señores, mujeres contra
hombres, el bien contra el mal... Su intención, maniquea, ha sido muy debatida,
hay una finalidad moralizante (todos los personajes mueren por sus decisiones equivocadas ya
que no debe abandonarse el camino marcado por las normas) y otra crítica diferente (la
sociedad es la causa de las muertes).
Dicho todo esto con la intención de facilitar la comprensión de lo
visto y escuchado en la sala llena de un público entregado y expectante, la
dirección orquestal de García Calvo, encontró pronto su sonido y los planos
sonoros de la formación para plasmar la composición, compleja y densa, haciendo
frente al reto con holgura, igual que el coro, solvente, dirigido por el maestro Antonio
Fauró, que siguió con excelente gusto y saber hacer la obra y el discurrir de
los solistas, que no se pudieron lucir en dúos, tercetos, o arias, como explica
en el programa de mano el musicólogo Emilio
Casares, sino que cantaron “uno tras otro sin buscar el encuentro
concertante”.
Influencias de la música popular española, pero también la voluntad
de iniciar localmente, una trayectoria con ecos wagnerianos y alemanes, distintos
de lo que la audiencia de La Zarzuela suele venir a disfrutar. Hay utilización
de escalas antiguas, cambio tonal modulante, fragmentos orientalizantes y un
tratamiento armónico, contrapuntístico, orquestal, que colocan a Pedrell en la
vanguardia de la composición de su época y más allá.
Complicada la ejecución de una partitura que no contó con escenificación esta vez, desconocida hasta ahora, razón por la cual los cantantes se vieron algunos más que otros, faltos de fiato más psicológico que físico, como Calisto, con el tenor, Andeka Gorrotxategui, una voz muy potente, a quien le faltó al comienzo encontrar su volumen, pero que se fue distendiendo y afianzando a lo largo de la noche. Agradable el instrumento de la Melibea de Miren Urbieta-Vega, con buena línea de canto y expresividad, buscando contacto visual con sus colegas de cast. Celestina, defendida por Maite Beaumont es equilibrada en lo vocal y escénicamente no transmite por fortuna tanto rechazo al público por el rol tan espeso que se desarrolla en las versiones únicamente teatrales, muy truculentas.
Juan Jesús Rodríguez
y Simón Orfila, habituales del foro,
declinan un Sempronio y un Parmeno con emisión cálida, fácil, centrada, con
relajación y eficacia. Con aplomo. De la misma manera están a la altura Sofía
Esparza, en Lucrecia, Lucía Tavira, como Elicia, Gemma Coma-Alabert (Areúsa) y
Javier Castañeda, Mar Esteve, Isaac Galán acompañantes fieles en la obra y en
la función, junto a Mario Villoria, Francisco Díaz, Francisco José Pardo,
Alberto Ríos, Matthew Loren Crawford, Jordi Serrano, y Román Fernándrez-Cañas, los
ocho últimos cantantes pertenecientes al Coro Titular de la Zarzuela.
La propuesta de la gestión del Teatro de La Zarzuela al presentar esta Celestina de Pedrell de honrar el patrimonio nacional musical que es rico y variado, respeta y afianza el legado cultural recibido y abre vías para la exploración y profundización en otros territorios poco frecuentados. Todo el equipo que hizo posible la consecución de este esfuerzo, dio lo mejor y así lo reconoció la audiencia. Dos funciones para un descubrimiento. O como escribió sabiamente el compositor de la Celestina, incluyendo en la cita a Rojas. “A él las adivinaciones; a mí los desaciertos”.
Alicia Perris
Fotos en sala, copyright Javier y Elena del Real
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