lunes, 8 de febrero de 2016

EL TEATRO CALDERÓN DE VALLADOLID OFRECIÓ UN VERDI MUY INTENSO


Música de Giuseppe Verdi, libreto de Arrigo Boito, basado en la tragedia de William Shakespeare. Drama lírico en 4 actos, estrenado el 5 de febrero de 1887, en el Teatro Alla Scala de Milán. Ediciones Ricordi. 7 de febrero de 2016.

Dirección musical: Sergio Alapont. Dirección de escena y escenografía: Albert Faura. Dirección de audiovisuales: Pedro Chamizo. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Coro Amigos del Teatro Calderón. Sergio Domínguez, Director.

Elenco
 Otello: Fabio Armiliato. Desdémona: Isabel Rey. Yago: Rodrigo Esteves. Cassio: Alejandro del Cerro. Emilia: Mireia Pintó. Roderigo: Pablo García López. Lodovico: Randall Jakobsh. Montano: Germán Olvera.
 De una violencia mítica, ancestral. Paco Azorín, como responsable de la dirección escénica y la dirección musical de Sergio Alapont, convierten la representación del libreto de Arrigo Boito de Otello con música de Giuiseppe Verdi y sobre la tragedia de Shakespeare, en una propuesta muy interesante.
 Se estrenó en el Teatro Calderón de Valladolid, una preciosa sala de provincias, en los territorios castellanos de los Reyes Católicos, el día 3 de febrero pasado, este "Otello" con elenco y colaboradores de lujo, como destacó en su presentación el alcalde de Valladolid, Oscar Puente, "eleva a la excelencia" un espectáculo con libreto basado en la tragedia de Shakespeare, precisamente cuando se conmemoran los 400 años de su fallecimiento (el mismo día, mes y año que el de Miguel de Cervantes, inmortal autor de Don Quijote de la Mancha).

Entre los cantantes Fabio Armiliato, como Otelo, Isabel Rey como Desdémona y Rodrigo Esteves como Yago, defienden los principales roles. Al elenco principal se unen grandes profesionales como Ana Garay, en diseño de vestuario, Pedro Chamizo, creador de los audiovisuales, Albert Faura como diseñador de iluminación y otros muchos creadores que hicieron en su día posible esta producción del Festival Castell de Peralada y Festival de Macerata, estrenada el verano de 2015 y premiada como Mejor Producción Lírica en los Premios Campoamor de Oviedo de ese año.

La puesta se completa ahora con la participación de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que estará en el foso del Teatro, y el Coro de Amigos del Teatro Calderón dirigido por Sergio Domínguez. "Lo realmente moderno y arriesgado y que sobrepasa a cualquier moda es la profundidad de un montaje de alto voltaje”, explicó el dirección de escena y escenógrafo, Paco Azórín, "un Otelo cansado de la vida, fatigado, que de todo hace una montaña", con un Yago que es quien "teje y urde toda la trama" y una Desdémona que "intenta mantener la cabeza fuera del agua".
 El rol de Desdémona, a quien da vida la soprano Isabel Rey, explicó que
"Me gusta pensar que el público no quiere tanto la innovación como la verdad y el respeto a una obra de arte como es la ópera". El tema de la desconfianza, el maltrato físico y psicológico y el asesinato de la mujer, está a la orden del día en una España que no sabe cómo atajar esta verdadera plaga social.

De alguna manera, Otello es la prefiguración de este fenómeno tan actual, siempre a partir de una oscura y siniestra visión del ser humano propia del sangriento teatro isabelino, de Shakespeare desde luego, proyectado con delectación por Verdi en creaciones como Falstaff y especialmente en Macbeth y la obra que relata las tribulaciones del condottiero veneciano.
 Se trata de una propuesta musical de un músico  que llevaba 16 años casi sin componer, desde Aída, y al que le salió "un título de una dimensión sublime", ha referido Sergio Alapont, el director musical de este Otello.
 Si todas los hados nefastas se hubieran dado cita la velada del domingo 7 en el Teatro Calderón, hubiera podido entenderse algunas de las circunstancias que estuvieron a punto de hacer naufragar la despedida de este Otello, como a punto estuvo de hundirse su nave, a la llegada a Venecia, en el primer acto eufórico de la ópera verdiana.

Antes del espectáculo, se anunció que Fabio Armiliato “había sufrido un traumatismo torácico durante los ensayos”. Contar con un tenor lesionado, sobre cuyo personaje descarga gran parte de la presión al menos psicológica del proyecto, sino toda la ópera, era ya un punto de partida poco luminoso.
 No siempre dio con la afinación acertada, Isabel Rey, como suele, y Yago lució bien pero con una voz algo pequeña, a la que podía haber dado más amplitud y anchura.
 Ligeramente fuera de foco el coro en los agudos y forte de las sopranos, acompañó unas trompetas y metales que desestabilizaron la orquesta por momentos.
 Curiosa la escenografía, con vídeos muy evocadores, presentaba algunas dificultades para unos cantantes, que ya tienen suficiente con desarrollar una partitura y una actuación teatral compleja y exigida.
 Un tanto incomprensible y objetable la figuración y despliegue escénico de los esbirros de Yago, vestidos a la usanza tópica de hoy en día, de negro encuerado, agresivo y hostil, que contrastaba con el inmaculado traje resuelto en diferentes modelos de la Desdémona de Rey, elegante, frágil y herida en su condición femenina de comprensión y aceptación de un Fatum inevitable, a pesar de las amenazas vitales de las que está segura y la situación de su matrimonio con un Otello excesivo y fuera de control, por momentos feroz.
 A teatro lleno de verdad y una enorme expectación, el público no abandonó pese a los presagios ni una butaca y siguió el desarrollo de la ópera atención, recogimiento y respeto.
 Aún a pesar de los comienzos y de la percepción de un Armiliato dolorido y muy exigido dada su condición física, remontó a partir del II acto, llevando a cabo con Isabel Rey unos diálogos llenos de pasión y arrebato, impactantes.
 Isabel Rey, una soprano exquisita, hizo una Desdémona excepcional, con un Yago diabólico acechando en todo momento la escena. Sus ruegos y plegarias religiosas, en el presentimiento de su muerte a manos del marido injustamente celoso, conmovieron a una concurrencia que contuvo el aliento y se vio transportada por la espiritualidad de la escena y de la partitura en esos instantes.
 Cassio con Alejandro del Cerro fue solvente y tuvo un buen desempeño, como la Emilia, esposa de Yago, de Mireia Pintó, el Roderigo de García López y Lodovico en la voz y actuación de Randall Jakobsh. El Montano de Germán Olvera, también estuvo a la altura. Muy bien la representación y disponibilidad del departamento de Prensa y comunicación del Calderón.
 Tal vez los cantantes de hoy en día, echen de menos los antiguos paquebotes y los interminables viajes en tren, para desplazarse y acudir a las salas de diferentes países. En esa época, se podían relajar y dejar reposar la voz y las emociones. La exigencia en la actualidad para ellos es inmensa, en algunas ocasiones desmedida e injusta. De compromiso en compromiso, corriendo sin apenas espacio de descanso entre actuación y actuación, es probable que sea imposible decir que no y seguir vigente en los casts de todos los teatros.
 Una copa en los entreactos sirvió para sellar una buena  noche, donde finalmente, entre todos, se consiguió vencer a los elementos. Al final de la representación, los artistas, conscientes de que se podría haber logrado una mejor función, otorgaron a la subida del telón un compás de espera, para finalmente saludar todos juntos, agradeciendo a los presentes la comprensión y flexibilidad hacia una exigencia artística y un rendimiento que, muchas veces, no puede mejorarse por circunstancias ajenas a la voluntad, la devoción y la entrega profesional.
 La velada fue, de todas formas, de una intensidad y de una embriaguez afectiva sobrecogedora. La historia shakespeariana vía Verdi,  el correlato de las imágenes de Pedro Chamizo, los trajes de Ana Garay, el esfuerzo por estar a la mayor altura posible de Fabio Armiliato, Isabel Rey, Rodrigo Esteves y elenco, fue emocionante.


Alicia Perris 

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