Los Ángeles
Los hermanos en la premiere de '¡Ave, César!' en
EE UU. WireImage
“¿Por qué trabajo tanto con los Coen? Porque me
llaman. Y porque me encanta la integridad de estos cineastas. No pueden dejar
de ser originales”. Así habla Josh Brolin, que colabora con Joel y Ethan Coen por
tercera vez en ¡Ave, César!. “Yo soy su idiota oficial”, explica
George Clooney. “Mandaría a la mierda a cualquier otro director que me pidiera
lo que ellos me piden. Pero los Coen emanan tal confianza que en cuanto me
convocan, ahí estoy”, afirma el actor y director. Channing Tatum, que debuta
junto a ellos, les suplicó que le dejaran ser parte de la familia. ¿Cuál es el
secreto de los Coen para sobrevivir en una industria donde el cine de autor
pertenece a tiempos remotos?
Es difícil desvelar el secreto
porque Joel, 61 años, y Ethan, 58, no se prodigan con la prensa. Les gusta
hacer películas, no hablar de ellas. “Nuestras vidas como cineastas son algo
distantes de la maquinaria de Hollywood, incluso cuando hacemos películas para
los estudios”, afirma Joel, habitualmente el primero en arrancarse a hablar.
“Pero nos fascina ese mundo”, agrega Ethan. ¡Ave, César!, que
inaugura hoy la Berlinale y se estrena comercialmente en España el próximo
viernes 19, es precisamente una película de estudio sobre lo que era trabajar
en los años dorados de Hollywood, cuando compañías como la MGM albergaban a la
vez en sus diferentes platós los rodajes de una de romanos, una de sirenas con
ballet acuático, una del oeste y una de con baile de claqué. Una comedia llena
de situaciones grotescas rodada por 19,75 millones de euros que reproduce con
toda fidelidad lo que era un día en la vida de aquel Hollywood. “Guardamos un
gran cariño por esos filmes, incluso los épicos bíblicos que solíamos ver de
niños en la televisión. Muchos de esos títulos fueron nuestra primera
aproximación al cine”, explica Joel. Ethan recuerda entre las
películas que más veces ha visto las comedias de Preston Sturges de esa época
como Salve, héroe victorioso (1944).
Ese amor fue la semilla de ¡Ave, César!, y
Clooney no solo es el protagonista, también fue su publicista. Desde que los
autores de El gran Lewoski, No es país para viejos o Valor
de ley mencionaron a Clooney la idea en el rodaje de O Brother(1999),
el actor se encargó de recordarles durante años que esta sería su próxima
película. Con una risa que Clooney imita muy bien, un mucho de rebuzno y nada
de pose, los dos hermanos aseguran que se cansaron de la insistencia y
decidieron que empezarían el proyecto. “Nos ponemos a hablar y a veces esa
conversación lleva a algún sitio y acabamos un guión”, dice Ethan. “O no lleva
a ningún lado y se queda ahí”, aclara Joel de su método de trabajo, cuando se
juntan a diario en sus oficinas de producción en Manhattan. Normalmente teclea
Ethan porque es más rápido, aunque escriben los dos. “Nunca trabajamos por
separado”, insiste Ethan. “Y como dirigir es básicamente contestar preguntas
todo el día, vamos más rápido”, añade Joel. ¿Su división de tareas? “El que
está más cerca”, agrega. Sus actores lo corroboran. Dos o tres tomas, nada más,
el diálogo nunca cambia, están siempre en el plató y nunca hay disensión. “El
único problema es que siempre se sitúan junto al monitor, al lado de la cámara,
y se ríen tan alto que me preocupa que arruinen su propia película”, se ríe
Clooney.
Esta es la cuarta película del trío. “La cuarta
entrega de nuestra trilogía de cabeza hueca”, se ríen los Coen
claramente complacidos. “Nos divertimos con George y es increíble que un actor
tan bueno pueda ser tan cabeza hueca. No tiene un pelo de vanidad y sí un
impecable ritmo para la comedia”, le adula Joel.
Para los hermanos de Minnesota Clooney es parte de
su familia, como los actores con los que suelen trabajar. Otra de las ventajas
de dirigir fuera del sistema. Aunque, como adelanta Joel, pese a que parecen
disfrutar de una libertad plena, “es un poco más complicado que eso”. Eso sí,
ellos presentan la historia, el guion, el presupuesto y su reparto. “Y lo
compran o no lo compran”.
La adquisición de ¡Ave, César! estaba
segura con un Clooney reviviendo un actor tipo Victor Mature; con Scarlett
Johansson haciendo de Esther Williams con problemas similares a los de Loretta
Young y con Tatum recordando el baile de Gene Kelly. Todos en aquel manicomio
que era Hollywood en los años cincuenta. “Ese fue el mayor atractivo: recuperar el
arte perdido. Y eso es lo maravilloso de este negocio. Por supuesto,
siempre habrá quien quiera solo ganar dinero, pero por lo general hay mucho
interés en la propia historia de esta industria, y eso no lo encuentras en
otros negocios”, sentencia Ethan.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/02/10/actualidad/1455103502_896876.html
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