Fitch y Trecartin exploran el impacto de las nuevas tecnologías de la
comunicación en el lenguaje y en la construcción de la identidad llevada a
nuevos extremos.
La
Casa Encendida presenta por primera vez en España, en exposición individual, el
trabajo de Lizzie Fitch (Bloomington, Indiana, 1981) y Ryan Trecartin (Webster,
Texas, 1981). La muestra, compuesta por cinco escenografías –pertenecientes a
la Zabludowicz Collection– que a su vez contienen cuatro películas, explora el
impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación en el lenguaje y en la
construcción de la identidad llevada a nuevos extremos.
Para muchos, el trabajo de Lizzie Fitch y Ryan Trecartin
puede describirse como la película que resultaría de una colaboración entre El
Bosco y Keith Haring; para otros, es como si Facebook hubiese tenido una
pesadilla. Fitch y Trecartin son conocidos como videoartistas, pero también han
trabajado la escultura, la instalación y la fotografía.
Sus películas son una mezcla de arte
performativo, sitcoms e hipnóticos collages digitales. Intentar descodificar un
argumento o tratar de entender a alguno de sus personajes de forma convencional
frustrará al espectador en su experiencia: la mejor forma de acercarse a su
trabajo es dejarse llevar y permanecer atentos a las conexiones que establezca
nuestro cerebro.
Resulta natural que esta pareja de artistas haya elegido
el vídeo por encima de la pintura o la instalación; no en vano, han crecido en
la era de la televisión por cable rodeados de pantallas, televisores y plasmas.
Como consecuencia, han creado un universo en el que todo y todos son
conscientes de ser grabados, editados y, por último, emitidos. En última
instancia sus personajes –si se les puede llamar así– aspiran a ser imágenes:
lo real pasa entonces a un nivel secundario.
El montaje de sus vídeos es acelerado, ralentizado o hacia
atrás; los colores brillantes y exagerados; la carne se vuelve plástico en
postproducción; los títulos de las películas pueden llegar a leerse como
archivos de datos corruptos o como acrónimos imposibles de reproducir. Este
caos aparente es metáfora de la inestabilidad con la que los artistas perciben
a la humanidad y de cómo el exceso de información y los nuevos lenguajes
surgidos en Internet están banalizando la sociedad.
La muestra, titulada Priority Innfield, se compone de cinco
escenografías –Pole, Fence, Villa, Wayy Tilt–
que a su vez contienen cuatro películas –Junior War, CENTER JENNY, Item Falls y Comma Boat–, con las
que exploran el impacto de la comunicación en el lenguaje y en la propia
construcción de la identidad llevada a nuevos extremos.
La colaboración entre estos artistas residentes en Los
Ángeles comenzó en el año 2000, convirtiéndose en los abanderados de toda una
generación de jóvenes artistas americanos entre los que se encuentran Cory
Arcangel, Ryder Ripps o Shana Moulton. Creadores que han abrazado la proliferación
de los medios digitales en las pasadas dos décadas y que han sabido aunar la
crítica a la sociedad de consumo con su adoración por la estética pop. En una
búsqueda de referentes, podríamos enraizar el trabajo de estos artistas en la
genealogía norteamericana de la subversión que va desde el kitsch siniestro de
John Waters a la identidad múltiple y difusa de Cindy Sherman, pasando por las
violentas rupturas de las performances de Paul McCarthy. Aun así, ninguno de
ellos se acerca del todo a su particularísimo universo.
Priority Innfield fue
originalmente concebida para la 55 International Art Exhibition, Il Palazzo
Enciclopedico, comisariada por Massimiliano Gioni y organizada por la Bienal de
Venecia. El tour de la exposición se ha realizado en colaboración con la
Zabludowicz Collection, cortesía Tamares Real Estate Holdings Inc.
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