Desde el 19 de
febrero 2016
al 30 de
abril 2016
El título
hace referencia al número de tizas que se han utilizado para pintar el espacio,
recorriendo toda la superficie de la pared. Una instalación que responde a una
acción gestual ya que el hecho de pintar obsesivamente el perímetro de la sala
de forma manual permite, a su vez, medir este lugar.
El hecho de medir el espacio es una constante en
la producción de esta artista pero, a diferencia de trabajos anteriores, donde
a través del color y la forma ha llevado a cabo mediciones espaciales, aquí lo
intercede manualmente ya que es la propia mano la que recorre toda la
superficie de la pared concediendo al material el protagonismo de la acción al
convertir la sala negra en un white cube manual e imperfecto.
Incide con esta propuesta en el hecho de convertir
la superficie de la pared, a través del dibujo, en el tiempo invertido y da
escala al lugar a través de la acción repetitiva y directa de colorear (o
decolorar) la pared. Este gesto da como resultado una configuración lineal, de
aparente sencillez que complejiza este gesto repetitivo ya que lo que
correspondería ser pintado con grandes rodillos o tecnología industrial, ha
sido sustituido por la línea imperfecta realizada con este material barato de
yeso y arcilla blanca arenosa. Por un lado, reflexiona sobre la medición
numérica sin que se evidencie en el resultado de la intervención, ya que la
cifra sólo aparece en el título, como ya hiciera en proyectos anteriores tales
como 366 Sillas donde concedió un nuevo uso al espacio público
o en 25 People on 25 Hills, 25 People on 1 Hill donde
veinticinco personas se colocan individualmente sobre veinticinco colinas para
que, posteriormente, este mismo grupo se reorganice en una única loma, dando
así escala al paisaje y poniendo en relación cifra numérica, nivel y lugar.
Para la artista es fundamental la intervención
específica con la que logra alterar los espacios en los que interviene y
generar no sólo diferentes usos y significados sino nuevas situaciones que
transforman nuestros hábitos y relaciones con el entorno. En este caso la sala,
de escala monumental, es pintada utilizando un elemento mínimo y efímero (tiza)
a través de un gesto también pequeño y cercano. De este modo, el proyecto
implica una acción que sucede a puertas cerradas pero al mismo tiempo la obra
final visibiliza la propia acción del proceso manual y reiterado que se ha
llevado a cabo previamente. La escala del gesto viene dada por la mano ya que a
través de mínimos trazos se cubre una gran superficie. El desequilibrio entre
la escala del lugar y la manera de cubrirlo genera una tensión que lleva al
espectador a aproximarse o separarse de las paredes para (re)descubrir la
superficie. Al acercarnos descubrimos el trazo que recorre la superficie y
entonces, a partir de un momento que no identificamos como tal, dejamos de ver
el trazo de tiza y observamos la propia pared, su leve curvatura e
imperfecciones, su suavidad y uniformidad en zonas concretas.
Un juego de escalas que se traslada a la manera en que el espectador se relaciona con la pieza, invitándole a recorrer el perímetro de la sala, a acercarse y alejarse de la pared, a mirar el gesto y a través de él, descubrir sus imperfecciones. Un frottage que pretende aprehender el lugar, recorriendo y mostrando su superficie.
- Tania Pardo, comisaria
Un juego de escalas que se traslada a la manera en que el espectador se relaciona con la pieza, invitándole a recorrer el perímetro de la sala, a acercarse y alejarse de la pared, a mirar el gesto y a través de él, descubrir sus imperfecciones. Un frottage que pretende aprehender el lugar, recorriendo y mostrando su superficie.
- Tania Pardo, comisaria
http://www.mataderomadrid.org/ficha/5093/1645-tizas.html
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