Una biografía de Boris Johnson, el alcalde rojo de
Londres, revela las facetas más desconocidas de Winston Churchill. Era, sin
duda, una personalidad poliédrica y compleja, pero su determinación fue clave
para derrotar a Hitler y cambiar el curso de la Historia
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PEDRO G. CUARTANGO
Extravagante, reportero de guerra, estadista, provocador, pintor
aficionado, militar de oficio, incansable lector, escritor prolífico y
brillante parlamentario... ¿De quién hablamos? Naturalmente de Winston
Churchill, el personaje europeo del siglo XX sobre el que han escrito
más volúmenes después de Adolf Hitler.
¿Tiene sentido un nuevo libro sobre Churchill cuando se cumple medio siglo
de su muerte y cuando ha pasado ya al panteón de los hombres ilustres de todos
los tiempos? El alcalde de Londres, Boris Johnson, que inició su carrera en el
periodismo, acaba de publicar un libro en el que intenta responder al desafío
de por qué debemos seguir admirando al ex primer ministro británico y
por qué no debemos olvidar su legado.
Churchill es para la juventud británica una estatua frente al Parlamento.
Para esa generación de británicos que ignora el pasado, Johnson ha escrito más
de 400 páginas en las que plantea un dilema apasionante: ¿Puede un solo
hombre cambiar el curso de la historia? La respuesta es sí, Churchill
lo consiguió y, de haber perdido la vida en sus muchas aventuras militares
antes de 1939, la II Guerra Mundial habría tenido un diferente desenlace.
Por eso, Johnson, que trabajó en The Times y The
Daily Telegraph, titula su libro El factor Churchill (Alianza
Editorial). La tesis que sostiene es que fue su inmensa voluntad la que doblegó
en la primavera de 1940 a la cúpula del Partido Conservador y a una amplia
mayoría de la sociedad británica que eran partidarias de un pacto
suicida con un Hitler que parecía invencible.
Tras sustituir como jefe del Gobierno a Neville Chamberlain, un hombre alto
y elegante que había defendido la política de apaciguamiento con los nazis,
Churchill convenció a su Gobierno en la crucial reunión del 28 de mayo de 1940
en Westminster de que un armisticio con los alemanes despojaría a Gran Bretaña
de todo su imperio y convertiría a la nación en un títere del
nacionalsocialismo.
Ese fue el momento del "sangre, sudor, esfuerzo y
lágrimas" que hizo llorar a decenas de parlamentarios que le
abrazaban al final de la sesión y le vitoreaban como líder indiscutible que
podía llevar a su país a la victoria. Churchill se atrevió a decir en voz alta
lo que muchos pensaban en voz baja y apeló a los sentimientos patrióticos de
toda la nación. Ese fue el momento culminante de su carrera y por el que merece
ser recordado. Él solo fue capaz de cambiar el rumbo de la historia. Pero
Churchill fue también un hombre poliédrico, contradictorio y huraño a
la vez que afable, carismático y seductor. Esos rasgos reaparecen a lo
largo de su vida tanto en privado como en público.
Según sostiene Johnson, la existencia de Churchill estuvo marcada por la
influencia de su padre, que le consideraba un fracasado. Randolph, su
progenitor, fue alumno destacado de Oxford, miembro de la aristocracia
británica y brillante orador que llegó a ser uno de los puntales de Stanley
Baldwin, que le nombró ministro de Hacienda.
El primer
ministro británico, durante un paseo en calesa por Sevilla.
Randolph Churchill murió prematuramente y no pudo ver hasta dónde fue capaz de
llegar su hijo. Ello fue una herida incurable para el joven Winston, que, ya
sexagenario, soñó un día que se le aparecía su padre en su estudio y él le
contaba cómo había conducido a Gran Bretaña a una victoria sobre los nazis.
Churchill tenía un sentido del deber espartano, pero disfrutaba del champán,
los puros y la buena mesa. Es conocido que era amante de la velocidad y
adicto al riesgo, de suerte que estuvo a punto de perecer en un accidente
de aviación cuando era joven.
La carrera de Churchill se forjó en el Ejército donde demostró un valor extraordinario.
Luchó en la India, en Sudán, en la guerra de los boers, donde fue
hecho prisionero, y también se alistó como observador en el Ejército español
durante la Guerra de Cuba. Desde un ataque de caballería suicida a su conducta
heroica al mando de un pelotón de infantería acorralado por fuerzas muy
superiores, acreditó un coraje temerario y fue distinguido con la Cruz de la
Victoria.
Churchill se creía favorecido por la diosa Fortuna, pero ello también le
empujó a cometer grandes errores como su participación en el desastre
de Gallipoli o la fallida invasión de Noruega, que le ocasionaron un
grave daño a su reputación. Sufrió diversos reveses electorales y abandonó el
Partido Conservador para militar en las filas liberales durante dos décadas. Fue
un gran triunfador que sufrió humillantes derrotas de las que siempre
se recuperó porque tenía una férrea voluntad y un gran concepto de sí mismo.
El paso del tiempo ha agrandado la figura del político más tierno y más
gruñón del siglo XX, que se ganó la adhesión inquebrantable de todos sus
colaboradores que valoraban su inteligencia y su liderazgo. Nunca dejó tirado a
nadie de los que le sirvieron, ya que era un hombre de una lealtad
indestructible.
Churchill y
su esposa, rodeado de sus nietos.
Hay cientos de anécdotas sobre sus mordaces salidas de tono. Unas son
falsas y otras verdaderas. Johnson da como buena aquella ocasión en la que
Churchill estaba visiblemente bebido y una señora le reprochó con acritud su
afición al alcohol, a lo que él respondió: "Yo mañana estaré sobrio,
pero usted seguirá siendo lo mismo de fea".
El dirigente británico podía ser malévolo para demostrar su ingenio, pero
nunca se ensañaba con sus adversarios e incluso les ayudaba en secreto. Por
ejemplo, siempre defendió a Lord Halifax, su ministro de Exteriores y luego
embajador en Londres, con quien tuvo diferencias sobre la posición respecto a
Hitler.
Una faceta desconocida que revela Johnson es la afición al desarrollo de
nuevas armas que tenía Churchill, que fue el padre de los tanques.
A él se le ocurrió la idea de una plataforma rodante con un cañón que pudiera
salvar las trincheras del enemigo. Gracias a su tenacidad, el Gobierno
británico financió el desarrollo con una cuantiosa subvención.
En el plano familiar, Churchill, que era aficionado a los sombreros y a
vestir de forma excéntrica, siempre fue fiel a su esposa Clementine,
con la que tuvo cinco hijos, que ejerció una gran influencia sobre su carácter.
No dudó en enviarle una dura nota de reproche cuando era primer ministro por
tratar con altivez a sus colaboradores. El jefe del Gabinete de guerra pidió
perdón humildemente a su esposa y prometió enmendarse. Era un hombre que sabía
escuchar y rectificar cuando había cometido un error. Y prefería rodearse de
colaboradores que le llevaban la contraria como el general Ismay, que atemperó
algunas de sus impulsivas decisiones.
No es posible agotar las muchas facetas de Churchill en una biografía, pero
Johnson traza un completo perfil humano y político de este personaje, al que en
buena medida el azar le llevó a dirigir el esfuerzo de guerra contra Alemania.
Nuestro mundo es mucho mejor gracias a este compulsivo fumador y bebedor quemantuvo
siempre su fe en los principios.
http://www.elmundo.es/cultura/2015/11/21/564f573322601dea5e8b45ee.html
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