Luisa Miller de Giuseppe Verdi (1813-1901).Ópera en versión de
concierto. 26 de abril de 2016.
Melodramma tragico en tres actos.Música
de Giuseppe Verdi (1813-1901).
Libreto de Salvatore Cammarano,(Nápoles,
1801- 1852) basado en la obra Kabale und Liebe [Intriga y amor]
(1783)de Friedrich von Schiller
Estrenada en el Teatro San Carlo de Nápoles, el 8 de diciembre de 1849 y en Madrid el 11 de diciembre de 1852.
Estrenada en el Teatro San Carlo de Nápoles, el 8 de diciembre de 1849 y en Madrid el 11 de diciembre de 1852.
Equipo artístico
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Director
musical
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James Conlon
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Director
del coro
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Andrés Máspero
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Reparto
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El conde de Walter
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Dmitry Belosselskiy (bajo)
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Rodolfo
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Vincenzo Costanzo (tenor)
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Federica
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María José Montiel (mezzosoprano)
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Wurm
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John Relyea (bajo)
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Miller
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Leo Nucci (barítono)
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Luisa
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Lana Kos (soprano)
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Laura
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Marina Rodríguez-Cusí (mezzosoprano)
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Un aldeano
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César de Frutos (tenor)
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Coro y Orquesta Titulares del Teatro
Real
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James Conlon y Leo Nucci hablan del Teatro Colón de Buenos Aires en la rueda de prensa de Luisa
Verdi pondrá
todo su esfuerzo en el proyecto de Luisa Miller, en conjunto con el Teatro San
Carlo de Nápoles. Y será en esta ocasión Salvadore Cammarano, el libretista que
tendrá como misión traducirla de Schiller, que ya había sido visitado por Verdi
en Juana de Arco y I Masnadieri. Un libreto potente, lleno de complicaciones
con los censores, porque siempre se pone en juego la vileza de unas clases
sociales que se aprovechan de los más débiles, en plena efervescencia
revolucionaria.
Efectivamente,
después del Congreso de Viena, paradójicamente, que selló el final y la
reordenación política europea, todo el continente fue un territorio en llamas,
aquí y allí, ahora y después.
Cammarano, autor
napolitano de casi cuarenta libretos, entre ellos Lucia di Lammermoor, Roberto
Devereux o Poliuto, consideró utilizar una novela del patriota Francesco
Domenico Guerrazzi, L’assedio di Firenze, de 1836, pero la censura de su
ciudad natal, vetó un tema que consideraba subversivo. Y así luego de rastrear
otras posibilidades, Cammarano pensó en Kabale und Liebe (Intriga y
amor), del novelista alemán, que el compositor ya había tenido en cuenta en
otras ocasiones.
Habría más
colaboraciones entre el maestro de Busseto y el dramaturgo y poeta. Arturo
Reverter, conocido crítico musical y especialista en teoría del canto, español,
narró en su obra no solo en profundidad la obra verdiana sino también las
relaciones entre ambos creadores y es referencia indispensable sobre estos
temas y otros de la Historia de la música.
No fue sencilla
la tarea de Cammarano para adaptar la obra del escritor alemán, padre también
del argumento del Don Carlo. De hecho, Kabale und Liebe, estrenada en
Mannheim el 15 de abril de 1784 fue muy bien recibida y contaba con 5 actos y
37 escenas, por lo que el libretista tuvo que afinar a la hora de quitar o
conservar intrahistorias o personajes.
Cammarano mantuvo
sobre todo la parte amorosa de la narración, que le evitaba además problemas
con la censura y que le daba seguramente más juego en un ámbito como el
operístico. Así, la historia incide sobre todo sobre el eros de tres personajes
más que sobre el conflicto que los enfrenta a otros y lo político y los vericuetos
de la res publica pasan a un plano secundario. El libretista también decidió, que
el nudo de la acción se desarrollara en la primera mitad del siglo XVII y en el
Tirol.
Una vez más, se
puso en evidencia en la rueda de prensa que el director de la ópera James
Conlon, que llamó a su hija Luisa en homenaje a esta partitura y el barítono
Leo Nucci entre otros representantes del Teatro Real dieron antes del estreno,
que un tema que sí era prioritario para Verdi y quedó plasmado en numerosas
óperas, son las relaciones paterno filiales.
El propio Verdi
tuvo agudos conflictos con su progenitor, según es conocido y explicó Nucci, a
propósito de su relación con Giuseppina Strepponi y otros asuntos y perdió a su
esposa y sus dos hijos pequeños al comienzo de su madurez, con lo cual, siempre
volvemos a una problemática sensible y no resuelta en la psicología del
maestro.
Se conocen
circunstancias y detalles de la concepción de esta obra, ya que el propio
compositor escribía en una carta de 17 de mayo a su libretista: «Habría querido
contar con dos prima donna y me habría gustado ver a la favorita del
príncipe en toda la dimensión de su carácter... Pero, en fin, no siempre se
puede hacer lo que se quiere…».
Sea como fuere y
a pesar de los pesares y cito a Arturo Reverter: “Para Francis Toye, de todas
formas, pocas veces llegó a tener el músico una colaboración tan inteligente y
comprensiva en un libretista (Verdi, His life and Works. Vintage Books.
Nueva York, 1946)”.
Luisa Miller, será una
propuesta musical y teatral de transición, donde se puede palpar la evolución
que lleva de los dos primeros actos más convencionales o dentro de la
tradición, a un tercero más cuajado, exponente de la exitosa eclosión verdiana
que culminaría con la trilogía tal vez más escuchada y difundida: Il
Trovatore, Rigoletto y La
Traviata.
La obertura de Luisa
Miller permite el lucimiento de la orquesta dirigida por un maestro que,
confesó en la rueda de prensa, que las versiones de concierto dan la
posibilidad de apreciar mejor el valor de la música. Habría que recordar que la
ópera es un género esencialmente teatral, pero, en fin, a menudo valoraciones
artísticas también van influidas por cuestiones menos intelectuales y más
crematísticas en tiempos de crisis generalizadas.
La verdad es que
sí se admite que fue gozoso el disfrute de varios pasajes de la Luisa: la
cavatina de la protagonista, «Lo vidi, e´l primo palpito il cor sentì d’amore»,
y la intervención de Rodolfo, quien canta, con Luisa y Miller una cabaletta,
«T’amo d’amor ch’esprimere», y que seguirá con la de Miller, el allegro moderato
«Ah! fu giusto il mio sospetto!» Una y otra anticipan en parte a la vendetta
de Rigoletto., seguramente una de las palabras y uno de los conceptos
que más inequívocamente se escuchan en la obra de Verdi. Un sentimiento tan
legítimo como tantos otros…
Se habló de
muchas otras cosas en la rueda de prensa de Nucci y Conlon y no podríamos dejar
de lado la referencia y el recuerdo de ambos al que consideran “uno de los teatros
más importantes del mundo”., el Teatro Colón de Buenos Aires. Nucci recordó con
picardía, que “en el Colón si lo haces mal, te tiran monedas al escenario” y el
director sus actuaciones sinfónicas en el mítico coliseo porteño.
Volviendo a Luis
Miller, excelente como suele el coro a las órdenes del maestro Máspero y bien
la batuta de James Conlon, aunque hubo quien recordó con nostalgia la anterior
dirección del Parsifal del maestro Semión Bychkov (otro ámbito, otra naturaleza,
no realmente comparables). La dirección de Conlon suena a Verdi y eso es
fundamental, aunque no será nunca Muti, como suelen recordar los críticos de
medio mundo, a quien se considera el número uno en este repertorio.
Tanto el tenor,
Vincenzo Costanzo, como Rodolfo y la Luisa de Lana Kos, la soprano croata, son
mejorables, porque, aunque llevan años de carrera, son jóvenes y sus voces
pueden madurar y asentarse, llegar a una eclosión más cumplida.
En cuanto a
María José Montiel, siempre notable como protagonista de Carmen, muy apreciada
en el foro, la ejecución de su partitura de Federica sonó un poco tensa y con
cierta falta de dulzura o de calidez, aunque todos se esforzaron por dotar a la
escasez de escenificación, una impronta teatral dentro de la necesaria reducción
del espacio escénico.
Dmitry
Belosselskiy y Johan Relyea compusieron sus papeles con soltura, solidez y
excelente presencia escénica, con unas voces agradecidas, dotadas de gran
expresividad y altura, a pesar de la dificultad de sus roles.
Muchos
parabienes cosechó como es habitual, Leo Nucci, durante y al final de la
representación, después de sus míticos bises del Rigoletto de finales del año
pasado en el Teatro Real. Se trata de un cantante seguido y admirado en la
capital española, que prestará además su colaboración gratis et amore, para la
función solidaria de la Institución Prodis, el 6 de mayo siempre en Madrid,
donde también actuará, como es costumbre, otro barítono legendario italiano:
Ruggero Raimondi. Marina Rodríguez-Cusí como Laura y César de Frutos en el
aldeano cumplieron bien su papel de acompañamiento.
El público
aplaudió mucho y satisfecho, ya que finalmente, gracias al esfuerzo de todos en
hacer de Luisa Miller una versión representada in absentia, con sus bonitos
trajes de noche-ellas- y sus galas de etiqueta- ellos, consiguieron hacer
realidad la ilusión del maestro Conlon: una ópera en versión concierto más que
digna y merecedora de todos los elogios.
Alicia Perris
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